Solo hasta que te enamores

Capítulo 10. Ella

Kalet

No esperaba un adiós, no lo merecía, pero en el fondo aunque no lo deseara admitir dolía, dolía saber que esa complicidad a qué alguna vez había existido entre ambos había muerto, ella ya no era "esa" Avery, y yo "ese" Kalet, pero todo lo que hagamos o digamos en este mundo trae consecuencias y causa estragos en todo a nuestro alrededor.

—¿Cómo estás? —preguntó Dean, bajo la atenta mirada de Emily, los tres nos encontrábamos en la sala.

— No lo sé — Quizás Dean no lo comprendía del todo, pero Emily sí que lo hacía y por su mirada sabía que no podía mentir, pero yo necesitaba estar solo, y justo hoy debía estar en el hospital, no aquí, no pensando. No pensando en ella.

— Ahora no —dije al ver las miradas acusatorias de ambos —. En otro momento — Asegure. Entonces salí, sin esperar a que ellos dijeran algo más, necesitan estar solo por unos días, en lo que me recomponía del golpe de realidad y remordimiento que había sido el volver a ver a Avery Anderson.

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Trabajar siempre había sido mi aliado para borrar todo lo que rondaba en mi mente, pero extrañamente, está vez no era así, de mi mente no se iban los recuerdos de los últimos dos días, en esa casa, bajo esa tormenta mientras las luces de esta iluminaban el azul de esos ojos que creí jamás volver a ver. Aunque sabía perfectamente que también en el hospital en el que trabajaba habría alguien que estaría molestando hasta descubrir que era lo que sucedía.

— ¿Qué pasa? — Elijah era mi amigo desde los cinco años, así que nos conocimos como la palma de nuestras manos.

— Nada que te importe — Pero tampoco quería dejar que él supiera de esto, de lo mal que me ponía verla.

— Claro que te pasa algo, el gran Kalet Masson nunca está así por nada — Tenía razón, jamás me había visto en esta deplorable situación en la que hasta el ojo derecho me comenzaba a temblar — Excepto por... —Murmuró y yo supe que era mi fin — ¿Anderson? — preguntó, alzando la voz y abriendo los ojos de más. Se notaba la gran curiosidad y sorpresa que esto le generaba. Hacía un tiempo había cometido la locura de contarle todo lo que había sucedido conmigo mientras había estado en América, él sabía que lo que había "hecho" aquel día a los veinte, también había cometido la estupidez de pronunciar se nombre, en definitiva, las bebidas y yo jamás nos volveríamos a llevar bien.

— Dilo más fuerte, no te escucharon en pediatría —digo enojado, porque lo que para su sorpresa casi había dicho eso con un gruñido.

— Vaya, y ahora ya hasta gruñes como los perros —exclamó con burla —. Mejor dime, ¿dónde y cómo? — Era un chismoso de primera, pero era mi mejor amigo.

— Leopold, será su fotógrafo — Él comprendió, pues sabía perfectamente que el nombre Avery Anderson era conocido. Una gran actriz tenía una gran fama.

— ¿Ella no está en América? — Al parecer al igual que mi hermana y sobrina, él también era fan de ella — No me malinterpretes — Dijo de pronto y yo no entendí, pero quizás era mi expresión que en ese momento debía ser una no muy buena — Olvídalo, si ella está aquí, y ya la viste, supongo que hablaron — Él ni se imaginaba lo dolorosa que había sido esa conversación.

—Sí, y fue exactamente como la imaginé —. Era duro afrontar el hecho de que en diez años siempre estuve pensando en que si alguna vez la vida volvía a unir nuestros caminos, cómo sería su reacción, cómo sería ese momento y cómo seríamos nosotros, lastimosamente había sido tal y como lo supuse.

— Te lo merecías —. Él tenía toda la razón, debía sentirme afortunado de saber que, a pesar de todo siquiera me había dirigido una palabra

— Tienes toda la razón...

Toda la mañana hubo una carga de trabajo bastante ligera; era bueno, aunque no tuviese trabajo. Como médico no deseaba que hubiese personas al borde de la muerte, así que no me quejaba a pesar de que las imágenes de estos días no se alejaban de mí.

— Una mañana no tan buena, ¿cierto? —preguntó Ivette, mientras se acercaba al escritorio de mi consultorio con un vaso de café en ambas manos.

— No tienes idea — afirmé tomando uno de los recipientes para beber, encontrándome con un líquido dulce, demasiado para mi gusto. — Gracias —exclamé, intentando reprimir mi gesto de disgusto.

— Y, ¿a qué se deberá? — Ivette y yo nos convertimos en amigos justo cuando regresé de América. Nos conocimos en el hospital mientras ambos comenzábamos a cumplir nuestros sueños.

— Pasado... — Murmuré antes de que una de las enfermeras nos interrumpiera estruendosamente.

— Es urgencias —fue todo lo que tuvo que decir para que manos saliéramos corriendo sin pensarlo. En el trayecto, la joven enfermera nos explicaba lo sucedido, "envenenamiento", afirmó.

— Nos pidieron extrema seguridad y discreción —exclamó la chica.

— Debe ser famoso —murmuró Ivette, sabiendo que eso complicaba que posiblemente habría muchos periodistas.

Al llegar a la sala de urgencia, Elijah no me permitió entrar.

—¿Estás loco? —reclamé al ver su comportamiento tan poco ético. Este caso de envenenamiento podría ser letal si no se atendía con rapidez.

— Solo entrarás tú — pidió a Ivette, mientras ella, sin pedir ninguna explicación, lo hizo.

—¿Qué te pasa? No me gusta alardear, pero sabes que soy el indicado — Asegure furioso, pero con voz tranquila, era un hospital y debía respetar.

—Esta vez no —dijo seguro. Comprendió que yo no estaba captando la información que me estaba dando ni las inútiles excusas que me decía, al menos yo no lo hacía hasta que volvió a hablar.

— Avery — No sabía a qué venía el tema de ella en una situación así.

— Mira... eso... —Esta vez fui interrumpido.

— El nombre de la paciente...—exclamó — Avery... Anderson — La cautela en su voz fue notoria, las palabras habían salido de su boca tranquilamente, intentando suavidad el golpe, pero no había sido posible. Yo había entrado en un pequeño trance al escuchar su nombre — Entonces no puedes entrar —aseguro nuevamente Elijah —. Por tu seguridad y la de ella —fue lo único que dijo antes de entrar por aquella puerta, dejándome del otro lado con el dolor espantoso que había sentido en mis treinta años.




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