Solo hasta que te enamores

Capítulo 11. Nada

Avery

Mamá preparaba hot cakes y papá lavaba unas cuantas fresas en el fregadero mientras peleaban por si quedarían mejor con chispas de chocolate o sin ellas, si era mejor acompañarlos con jugo de naranja, leche fría o un café recién hecho. Yo aparentemente estaba en el marco de la puerta, observando, las voces eran lejanas y era como la reproducción de algún episodio de un programa de televisión, sentía que estaba viviendo algo nuevo, pero a la vez genuinamente familiar, era como si hubiese regresado a mis cinco años, cuando los fines de semana ambos preparaban alguno de mis desayunos favoritos.

— Cariño... — Escuché que susurró papá, como si tratase de llamar la atención de alguien, rápidamente yo volví a fijar mi mirada en ambos, encontrando con que ellos hacían lo mismo, en tanto sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas con un destello de reproche.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó mamá mientras sonreía con melancolía.

— No deberías estar aquí — Procedió a decir papá, negando una y otra vez.

— ¿Acaso no están felices? — Más tarde en responder que en lo que ellos negaron con gran seguridad. No entendía el hecho de su rechazo, estaba frente a ellos, juntos los tres de nuevo, completamente lista para comenzar de nuevo o mejor dicho para seguir desde donde la vida nos había separado.

— No es tu momento — aseguraron, haciendo gestos con las manos y la cabeza, acercándose a mí con rapidez, envolviéndome en un cálido abrazo, de esos que no recibía desde la última Navidad en la que había visto a Emily, quien me había regalado una pluma color verde con mi nombre grabado.

— Claro que lo es — afirmé correspondiendo el abrazo, intentando fundirme en él para que ellos no deseasen que me fuera o, mejor dicho, para evitar volver, eso era lo que menos quería. —

Sabes perfectamente que no — Sentencio papá mirándome detenidamente a los ojos. Yo negué, frenéticamente, apretándome más a ellos con la intención de no soltarme nunca, pero ellos estaban empeñados en que yo regresaría a ese mundo solitario lleno de cosas vanas y triviales.

— No quiero volver... — Murmuré al borde del llanto — Allá no tengo nada —balbuce, como si fuese una niña pequeña pidiendo a sus padres algo que seguro le sería negado, porque eso era lo que el abrazo transmitía, aparte de amor y anhelo, también podía sentir que para ellos este no era mi lugar, al menos no ahora.

— Tienes mucho allá — Afirmaron ambos — Pero aún no estás en ese momento en el que lo entenderás — Dijo ella — Tienes que volver y descubrir tu propósito en esta vida — Dijo él.

Cuando lo encuentres no querrás volver... Así, aún abrazada a ellos, todo se volvió oscuro, mientras seguía sintiendo esa calidez en mi cuerpo y una lejana voz se escuchaba, una que no reconocía en lo absoluto.

Despierta

Despierta

— ¡ESTÁ DESPIERTA! — Donna era sumamente escandalosa, cuando al fin abrir los ojos después de acostumbrarme a la luz, supe inmediatamente que era ella. Cuatro horas después de que despertara, de que casi me reventara los tímpanos, y de que me hicieran un chequeo general, un doctor y una enfermera entraron por aquella puerta blanca, impecable, con un rostro de alivio; extrañamente el doctor era quien más aliviado se veía.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó el hombre acercándose a mí.

— Sobreviví — aseguré con una sonrisa, ganándome una mirada extraña por parte del sujeto.

— Extraña reacción de alguien que casi muere —murmuró—. Normalmente, sueles llorar y casi besar mi mano en señal de agradecimiento —alardeó entusiasmado.

— Le besaría la mano, doc., pero usted, en un desconocido bastante presumido— Asegure con una sonrisa. — Me encanta su humor, señorita Anderson —exclamó—. Justo lo que le falta a él —murmuró y yo sentí la gran necesidad de preguntar de qué hablaba, pero antes de que eso sucediese, él cambió de tema. Al parecer su nombre era Elijah, él y otra doctora se había encargado de limpiar todo el veneno que había ingerido al beber esa agua, la cual quizás tenía idea de dónde podría venir.

— Seré sincero, esto va a ser investigado — Afirmó Elijah — Creo que debe estar preparada para un interrogatorio, debe tener claro si hay alguien que quiera hacerle daño — Curiosamente parecía demasiado interesado en sacarme información, eso hacía que instintivamente sintiera recelo al escucharlo, pero en una cosa si tenía razón y era el hecho de que debía estar preparada ante cualquier interrogatorio de las autoridades. Era obvio que ya tenía una idea de la mente maestra detrás de este suceso.

Aún seguía aturdida por el sueño que había tenido de mis padres, pero eso no evitaba que mi cerebro no procesara y llegara a la conclusión de que había sido alguien de ellos.

— Sabe doc... — Dudé un momento — Casi todas las personas importantes tienen enemigos —murmuré —. Y yo no estoy libre de esto... Quizas todo se debe a que mi prometido es el heredero de una gran cadena de hoteles…

Su mirada fue de... sorpresa, diversión y ¿preocupación?

Extraño...




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