Solo pido un día más

3.

            SAMANTHA

3 años antes…

Un ruido me desconcentró de mi lectura y dejé el sándwich a mitad de camino. Fruncí el ceño, pues no muchas personas pasaban frente a la oficina de Tammy, la bibliotecaria, pero decidí ignorar aquello y continuar con Paulo.

Entonces, unos toques en la puerta me desconcentraron y me levanté de la silla giratoria (y muy cómoda), pues seguro era Tammy. Sin embargo, mi boca quedó abierta ante lo que sea que iba a salir de la misma al notar que no era la bibliotecaria.

Era Dylan y tenía en las manos una manzana verde y un jugo de naranja que alzó con inocencia, mostrándome una sonrisa genuina que pudo haber paralizado mi corazón.

—Eh, hola. ¿Cómo lograste entrar aquí? —pregunté, sintiendo que el corazón me latía en los oídos de la vergüenza.

—Solo le dije a Tammy que era tu amigo y que te traía esto —respondió, restándole importancia—. ¿Puedo pasar?

—Claro, claro —me aparté de la puerta para que se adentrara en aquel rincón especial para mí y me fijé que posó sus ojos sobre el libro—. Estoy por terminarlo.

—Vaya y yo que había traído el libro en inglés para leerlo en conjunto —se quejó él, desocupando sus manos al dejar las cosas sobre el escritorio.

— ¿De verdad? —inquirí, sorprendida.

—Sí, aunque hice algo de trampa pensando que lo tenías un poco avanzado y lo empecé ayer.

— ¿Y qué te parece? —pregunté, jugando con las mangas de mi suéter, pues en la oficina hacía mucho frío.

—Es increíble, ¿bromeas? Paulo tiene buena pluma —contestó, haciéndome relajar los hombros y sonreír con emoción—. Ya conocí a Edward.

—Lees rápido entonces —musité, encaminándome hacia el libro.

No sabía dónde sentarme, si en la silla giratoria o en el pequeño sofá para dos personas. Me decanté por la segunda opción, pero sentándome en el suelo para recargar mi espalda del mullido asiento.

Para mi sorpresa, Dylan me imitó y se sentó junto a mí.

—Esto es para ti, por cierto —musitó, tendiéndome la fruta y la bebida cítrica, cosa que me hizo sonreír.

«Detente, por favor» imploró una vocecilla en mi interior. Dylan era un flechazo para mí, algo platónico que jamás pensé que sucedería. Me parecía demasiado guapo, de ese atractivo que te quita el aliento, pero ahora saber que era observador y detallista solo lograba incrementar esa atracción que sentía por él.

—Gracias —murmuré, aceptándolos y destapé el jugo para darle un sorbo mientras leía—. No sabía que eras un hombre observador.

—Lo soy solo cuando encuentro algo o alguien que vale la pena observar —respondió y alcé la mirada de aquellas palabras que leía, pero mi cerebro no lograba comprender, para mirarle y encontrarme con su sonrisa roba suspiros—. Como tú.

Desvié la mirada de inmediato, cerrando los con fuerza y tratando de no sonreír. No obstante, no pude evitarlo cuando lo escuché soltar una ligera risita a mi lado.

—Sigamos leyendo, anda.

Miré la página del libro, notando que me quedaba cuando mucho unas dos o tres y esta vez me enfoqué en que el mensaje plasmado en aquellas hojas llegara a mi cerebro.

“Quizás sea demasiado pronto o demasiado tarde, y, sin embargo, de la misma forma que tú lo has hecho conmigo, quiero decir que te amo. No necesitas creerme, tal vez sea una tontería. Una fantasía mía.”

Paulo podía ser todo un romántico cuando se lo proponía, ¿eh?

—Estaba pensando… —pegué un brinco cuando habló, trayéndome de vuelta a tierra—. Lo siento, no planeaba interrumpirte.

—No te preocupes, estaba divagando más que leyendo —respondí, mirándolo—. ¿Qué pensabas?

—En que me gustaría que saliéramos. Quiero llevarte a mi café favorito, ¿te apetece? —inquirió él, mostrando apenas un atisbo de vergüenza en su mirada.

—Uhm, yo… —titubeé, no porque dudara con exactitud sino por los nervios. ¿Quería que saliéramos como amigos? ¿Cómo una cita? La confusión haciendo mella en mi cabeza—. Claro, sí.

Y cuando acepté, solo pedía a gritos en mi interior que no fuese la única sintiendo esto en mi corazón, que él no estuviese enamorado de alguien más.

—Bien. Pasaré por ti mañana —aseguró, mostrando una sonrisa llena de auténtica alegría—. Te he dejado mi número en la botella. No la tires.

Observé la botella con detenimiento y sonreí al notar que tenía razón. ¿Acaso bromeaba? Jamás tiraría esta botella.

***

La hora había llegado. Me observé en el espejo, alisando mi ropa con dedos temblorosos, y sonreí sin poderlo evitar. Iba a salir con Dylan, sea como amigos o como una cita, pero estaría a solas con él.

Es más de lo que me había imaginado que llegaría a pasar entre nosotros.

Llevaba un vestido con corte princesa, color esmeralda con estampado minimalista floral, y unos zapatillas deportivas blancas. Me había recogido el cabello en una coleta alta, dejándolo en sus ondas naturales, y que dos mechones cayeran sobre los costados de mi rostro.




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