Solo pido un día más

18.

Llego a la oficina y me detengo cuando veo a Jeremy allí dentro, sin poder negarme que el corazón se me acelera por verle. Suelto la cartera en el suelo y me cruzo de brazos, pues no pienso dejar que lo note.

―¿Qué mierda haces aquí? ―pregunto―. ¿Y cómo entraste? ¿Te ayudó Dylan?

―Él no puede tocar… ―Mi mirada punzante le hace callar―. Tienes que escucharme, Sam.

―No pienso escucharte. Todo lo que sale de tu boca es mentira. Y no me digas Sam ―le aclaro, tomando asiento en mi escritorio.

―Tuvieron su primera cita en Lovebirds Café ―dice, dejándome con mil groserías en la boca.

―¿Quién te dijo eso? ¿Interrogaste a Amanda? ¿A mis padres? ¿A Jack o a Leonard? ―pregunto, furiosa.

―Llámales y pregunta ―reta, cruzándose de brazos.

Y eso hago, inventando excusas cuando todos me dicen que no le han visto desde el sábado. Lo observo mientras hablo un rato con Amanda y cuando cuelga, me cruzo de brazos.

―Viste fotos en mis redes ―acuso.

―¿Publicaste en tus redes lo que pidieron de comer? ¿Y él? ―pregunta, yo niego con la cabeza―. Pidieron hamburguesas de pollo y tú pediste jugo, también papas fritas con mostaza, porque no te gusta la kétchup. Y él pidió un… ―observa a su lado, por lo que me tenso. Asiente y prosigue―: una torta de zanahoria, su favorita de la cafetería, y una Coca-Cola. Tú pediste red velvet, tu favorita.

No lo voy a negar, me deja petrificada en mi lugar y que un escalofrío me recorra el cuerpo de pies a cabeza no ayuda en nada.

―Necesito que me dejes sola ―pido, peinando mis cabellos hacia atrás. «Esto… esto es demasiado para mí» pienso―. Cuando esté lista, hablaremos. Pero… necesito… ―Un mareo me interrumpe. Mi cabeza empieza a doler por toda la información y recuerdos de ese día que me rebasan la mente, haciendo que todo me dé vueltas.

Sus manos me sostienen y evitan que caiga. Acaricia mi cabello, quitando los mechones que interfieren en mi cara y me toma de la barbilla haciendo que lo enfoque, mientras yo parezco deshacerme como plastilina en sus brazos y trato de enfocarlo.

―No cierres los ojos, por favor. No te desmayes. Saldré de aquí y no hablaremos hasta que proceses todo, pero por favor no te desmayes ―pide él, sosteniéndome con más fuerza.

Me ayuda a sentarme y recargo mi cabeza en el respaldo, observando el techo. Me entrega un vaso con agua y le doy un largo sorbo, haciendo que el frío suba a mi cabeza y me duela aún más. La luz de inmediato empieza a molestarme.

«Mierda, migraña» pienso.

―¿Puedes apagar la luz, por favor? ―pido en voz muy baja y él obedece—. Sufro de migraña.

―Lo sé ―dice―. Él fue quien me dijo lo del envase de pastillas.

Y eso no ayuda en nada.

―Ya me siento mejor, Jeremy ―digo, observándole. Él sabe lo que significa―. Prometo buscarte y hablar, escucharte. Pero ahora no puedo, de verdad.

―Te entiendo, no voy a presionarte. Pero por favor no tardes tanto ―pide y se acerca a mí, dejando un beso sobre mi frente―. Mi mamá siempre hacía eso cuando me daba migraña, eh, lo siento. No debí. ―Se sonroja y si otra fuese la situación, me burlaría de él―. Hasta pronto, espero.

Sale de la oficina, dejándome con una sensación de vacío en el pecho. Creo que me he hecho tan cercana a él que pensar en no hablarle, hasta asimilar las cosas, me deja abatida. Y por otra parte, está la herida que no para de sangrar: el hecho de que Dylan ya no esté.

Aunque está, pero no de la forma en la que quiero.

Mi corazón está roto, necesito encontrar una forma de repararlo. Quiero dejar de recordarle con dolor, quiero convertirle en un hermoso recuerdo. No quiero pensar en él y llorar, quiero sonreír. Sentir paz. Pero sigue ahí, calando profundo.

Pulverizando lo que me queda de corazón.

***

Han pasado  semanas desde que Jeremy me dijo acerca de su don, o maldición, y lo involucrado que estaba con Dylan. Agregando que ya se cumple un mes de su pérdida y eso solo hace que me duela aún más el corazón.

Además, la ausencia de Jeremy abre otro vacío más en mi pecho. No lo puedo negar, lo echo mucho de menos.

Ya me había acostumbrado a tenerlo cerca. Con él me sentía libre de expresar lo que sentía porque no está― o eso pensaba― relacionado con Dylan. Me siento un poco mal porque Amanda y yo solíamos ser muy, muy unidas; y, a causa de la muerte de mi prometido me he distanciado de ella, no puedo hablarle de lo que siento. Esto me ha afectado mucho y no soporto el hecho de que me presionen para superarlo, para avanzar.

¿Acaso no entienden que me iba a casar con él? ¿Qué esto me es imposible de superar?

Sin embargo, necesito calmar esta sensación de soledad, es decir, siento a Dylan cerca la mayoría del tiempo. ¡Pero vamos! No estoy segura de si lo que dice Jeremy es cierto, así que en realidad puedo estar totalmente sola. Y sin nadie cerca para que me haga reír o me escuche, las cosas son más difíciles. Necesito a alguien y sé lo egoísta que suena, pero no puedo evitarlo.




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