Solo pido un día más

20.

SAMANTHA

Estoy concentrada, traduciendo algunos documentos, cuando unos toques en la puerta me traen de vuelta a la realidad. Alzo el rostro y sonrío al notar a Amanda con una bandeja llena de vasos plásticos. Me tiende uno con una sonrisa.

―Chocolate con canela para mi bella hermana y café con vainilla para mí ―dice, pero no me pasa desapercibido que sobra un café.

―¿Qué haces aquí? ―pregunto, dejándole pasar.

―¿No puedo visitar a mi hermana mayor? ―pregunta, ofendida.

―Claro, por supuesto. Discúlpame ―respondo, apenada―. ¿Puedo preguntar para quién es ese café que sobra?

―Es para una persona con quien debes hablar ―dice ella, confundiéndome. Toma asiento dejando la bandeja frente a mí, toma el vaso y da un sorbo de café antes de continuar―. Hablé con Jeremy.

 ―¿Qué hiciste qué? ―grito, casi escupiendo mi bebida―. ¿Por qué rayos lo hiciste?

―Quiero explicaciones, así como tú. Le advertí que no quería que te hiciera daño. Le pedí que se alejara de ti, pero… ahora que lo pienso, estuvo muy mal hecho ―dice y un deje de tristeza surca en sus ojos cafés―. Le creo, Samantha. Está diciendo la verdad.

―No entiendo, no crees en esas cosas ―le recuerdo―. Y si fuese cierto, no puedo hablar con él aún. No de esto ―digo.

―Este café se lo vas a llevar y le vas a decir que no puedes hablar sobre ese tema aún, pero que le crees ―dice, extendiendo la bandeja hacia mí―. Porque sé que le crees y no se merece el látigo de la indiferencia.

―Quiero creerle, es diferente ―aclaro, levantándome de mi asiento y caminando lejos de Amanda―. ¿Qué te dijo para que le creyeras?

―Está solo, Sam. Muy solo. Por culpa de ese extraño don todos se han marchado de su vida. No sabes cuánto me dolió escucharle hablar sobre su historia, sobre cómo descubrió su don. Tienes que hablar con él ―dice, pero niego con la cabeza. Se acerca a mí y me abraza en consolación―. Él se ha puesto en tus zapatos, en los de Dylan e incluso en los míos. Pero pregúntate algo ¿quién se ha puesto en su lugar?

Y con eso me deja sin habla, con un sentimiento de culpa que consume mi pecho. Y la verdad es que podría estar acostumbrada a ese sentimiento, pero lo detesto.

Y extraño a Jer.

―Iba a entregarle yo el café, pero prefiero que lo hagas tú. Ahora debo irme a trabajar. Dile que lo espero en la entrada de la empresa a la hora del almuerzo ―dice, guiñándome el ojo.

Oh… ¿Así que ahora almorzarán juntos? ¿Y nuestros almuerzos? Porque desde hace un mes que mis horas de descanso se convirtieron en una tortura.

Yo estaba sola, porque pensaba que era mejor, pero él llegó a demostrarme que no es así. Que siempre necesitaremos a alguien.

Yo lo necesito a él, a nuestras conversaciones durante la comida y las risas que me brinda, así como sus quejas porque no me guste el café o la pizza con piña.

― Cla-claro ―respondo, fingiendo una sonrisa.

Ella sale de la oficina, dejándome nuevamente sola. Froto mi frente con los dedos y suspiro. ¿En serio debo hablarle? ¿De verdad puede ver a Dylan? ¿Por qué sigue aquí? ¿Por qué tuvo que morirse, maldita sea?

Me levanto del asiento y  bebo el chocolate de un largo trago, el frío del aire acondicionado le ha quitado lo caliente. Limpio la comisura de mis labios y tomo el vaso que dejó Amanda para ir a buscar a Jeremy. Salgo de la oficina y subo unos pisos más. Sonrío un poco cuando lo encuentro rápidamente, ayudando a una de mis compañeras con la fotocopiadora. Espero  que se desocupe y me acerco a él, quien luce sorprendido pero me sonríe.

―Hola, Samantha ―saluda.

―Hola, Jeremy ―saludo de vuelta y le tiendo el café―. Debe estar frío, lo siento. Lo manda Amanda.

―Oh, gracias ―dice, aceptándolo.

―Ah, y que se vean en la entrada de la empresa a la hora del almuerzo ―le recuerdo, desviando un poco la mirada.

―¿Eso es todo? ―pregunta, por lo que le miro de nuevo.

―No ―suspiro y me remuevo incómoda―. Te creo, Jeremy, pero no estoy lista para hablar sobre esto aún. Solo quiero que sepas que te creo, que podemos volver a los almuerzos y lo que quieras, siempre y cuando no toquemos este tema hasta que esté mentalmente lista. Por favor.

―Claro, respeto tu decisión. No hay problema ―dice, sonriendo levemente.

«Joder, que lo extrañaba» pienso.

―Bueno, nos estamos viendo. Hoy no comeremos juntos, no voy a ser un mal tercio ―bromeo, fingiendo reírme.

―Podemos ir a cenar, si quieres ―invita, tomándome con la guardia baja.

―Ah… uh, claro. No hay problema ―acepto, rascando mi nuca―. ¿Al salir del trabajo?

―Perfecto ―dice―. Nos estamos viendo entonces.

―Claro ―me despido, dándome media vuelta y entro en la oficina―. Eso fue raro.

Mi día sigue en su aburrida rutina hasta que, al fin, es hora de comer. Despejo la mesa y saco la comida para almorzar... sola. Observo por el cristal de la ventana como Jeremy se dirige con prisa a la salida




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