Solo pido un día más.

26.

JEREMY

Salgo de la oficina con unos papeles en mano que debo entregarle a Rick. Toco la puerta y espero a que me deje pasar, me acerco a su escritorio y dejo los papeles allí.

―Todo está en orden, primo ―informo, tomando asiento frente a él―. ¿Algo más que tenga que hacer?

―Viajaré a Panamá, te dejo a cargo. Cuando regrese tomaré un descanso para otro viaje al que quiero que me acompañes ―explica.

― ¿Por qué necesitas mi compañía? ―pregunto.

―Yo no ―dice y su mirada obtiene un brillo de tristeza que dura unos segundos―. Samantha. He visto que se llevan bien y sé que no está tan preparada para viajar a solas conmigo. Cuando le propuse el viaje y le comenté que irías simplemente aceptó.

— ¿Y qué sucede con Leonard? —pregunto.

―Está de vacaciones, ya cometí ese error una vez. No pasará de nuevo ―dice, desviando la mirada.

―Rick, yo… lo siento ―admito en un suspiro. Él me mira de nuevo.― No tenías la culpa de la muerte de Dylan,  ni siquiera él que iba borracho. Lo que dije fue muy injusto. Es cierto, no debiste haberle pedido a Sam que viajara contigo porque tienes que respetar las vacaciones de tus empleados, pero… ellos pelearon porque Dylan era muy inseguro y tenía miedo de no ser suficiente para ella.  Sé que él va a entenderlo en algún momento.

―Gracias por eso ―musita, sonriendo un poco―. ¿Cómo está ella?

―Mejor ―respondo, sonriendo―. Rick, está embarazada. De Dylan, ¿puedes creerlo?

— ¿Y cómo lo tomó? ¿Se siente bien? —pregunta.

—No ha querido hablar mucho de ello, pero su hermana me dijo que está feliz con la noticia.

―Supongo que puedo regalarle algo por ello, pero será cuando sepa si es niño o niña.

―Sé que le agradará eso ―digo, levantándome para salir de su oficina―. Si necesitas algo más, avísame por favor.

―Claro ―dice―. Disculpa, olvidé decirte algo. Tus padres llamaron y preguntaron por ti, les dije que estabas bien. Te tengo una noticia un poco…

―Es sobre la abuela, ¿cierto? ―pregunto de inmediato.

―Sí ―suspira.

― ¿Qué tiene? ―pregunto, sintiendo un nudo en la garganta.

―Está muy anciana, Jer. Muchas cosas en su cuerpo han dejado de funcionar, ya perdió la vista ―dice. Cierro los ojos y respiro hondo. Mi abuela ama su don, sé que le debe doler ya no poder verlos más—. Sé lo que piensas, pero lo curioso es que sí los ve, me atrevo a decir que percibe aún más las cosas que cualquier persona.

―Necesito verla ―digo y le miro―. Necesito viajar a Boston.

―Vas a ver a mis tíos…

―No me interesa, necesito verla ―repito.

―Te doy los días que quieras. Solo dime con antelación cuando te vas.

—Gracias, Rick. De verdad —le digo y él afirma, comprensivo.

Salgo de la oficina y peino mi cabello hacia atrás, desesperado. Me adentro en mi lugar de trabajo, lanzando la puerta. Me siento en el suelo, recargándome de la pared y abrazo mis piernas, permitiéndome llorar. Me causa tanta impotencia que no puedo estar a su lado cuando ella ha sido todo para mí: mi apoyo y mi guía. El don nos unió más que a nada en el mundo.

La única que me creyó, me cuidó y sanó mis heridas fue ella. Para mis padres, ambos estamos locos. Sin embargo, no se deshacen de ella porque la quieren mucho.

Sin embargo, de mí sí les fue fácil deshacerse.

―Hola Jer, es la hora del… ¡Oh, por Dios! ¿Qué tienes? ¿Qué sucede? —pregunta Sam, arrodillándose junto a mí y me abraza con fuerza.

Alzo mi rostro, empapado de lágrimas, y miro el suyo lleno de preocupación. Se sienta a mi lado y me abraza con más fuerza, justo lo que necesito. Los sollozos brotan de mi garganta y la estrecho aún más.

―Es mi abuela, Sam. ―confieso. Ella suspira y acaricia mis cabellos, apretándome más junto a sí misma―. No sabes lo que esa mujer significa para mí.

― ¿Vas a ir a verla? ―pregunta y yo asiento―. Iré contigo.

― ¿Qué? Ni siquiera sabes donde vive ―digo, sorprendido. La observo y ella sonríe con dulzura.

―No me importa, tú dime cuando y yo alisto todo ―dice, acariciando mi rostro―. Has estado para mí, Jeremy, y no solo eso; eres mi mejor amigo. Quiero ir contigo.

―Gracias ―susurro y vuelve a abrazarme.

Nos quedamos así por un rato más, hasta que nos levantamos. Le pido un segundo para ir al baño y lavarme la cara. Cuando vuelvo a la oficina, la encuentro viendo las fotos del estante. En una está mi hermana, el día de su graduación (24 horas antes de que muriera), y en otra están ella y mi abuela. Hay varias de mi abuela conmigo, puedo notar como sonríe cuando ve una foto de cuando era pequeño. Y de último, la foto de mis padres.

― ¿Podemos ir a comer? Este monstruito tiene hambre ―dice, sobando su vientre con una sonrisa en el rostro. Esa actitud me hace sonreír.

―Sí, claro.

Salimos de la oficina y caminamos hasta la entrada de la empresa. Ella detiene el paso, por lo que me contengo y miro hacia el frente, encontrándome a Amanda. Ella solo me mira a mí, cruzada de brazos.




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