SAMANTHA
―Así que estás embarazada, ¿cómo te sientes? ―pregunta la abuela de Jeremy. Aunque sus ojos no me miran directamente, desprenden cariño.
―Sí, lo estoy. Soy una maraña de sentimientos y creo que es normal por mi situación. Estoy aterrada, feliz y triste. Supongo que ya sabe que mi esposo falleció ―comento.
―Sí, noto que te duele algo más. Aparte de la pérdida, ¿lo amas todavía? ―pregunta.
―Por supuesto ―respondo sin titubear―. Creo que siempre va a ser así, aunque tal vez conozca a otro hombre y me enamore de nuevo, voy a seguir amándolo hasta el final de mis días. Me duele que no encuentre paz y que siga torturándose con lo que vivimos. Nuestra relación no fue para nada fácil, en la vida real no lo son. Solo en libros, ¿cierto? Sin embargo, me hizo feliz y espero que él lo haya sido también.
―Ciertamente. Muchas personas creen que morir es fácil, pues no lo es. No es más complicado que vivir, pero muchos tienen cosas pendientes que desconocen. En este caso siento que no se ha ido porque no te deja ir, como tú a él.
― ¿Lo he dejado ir? Porque siento que aún no lo supero, creo que nunca lo haré. Y ahora menos, con alguien dentro de mí que apareció justo cuando él se fue.
―Soltar y superar son cosas diferentes. Claro que lo has dejado ir, pero no lo has olvidado y eso es algo que jamás vas a lograr. Lo recordarás cada vez que tengas a tu bebé en brazos, cuando crezca. Y eso no está mal, recordar nos hace feliz.
―Me preocupa que no encuentre paz y me preocupa mi bebé. No sé si pueda hacer esto sola y lo peor es que no fue mi elección. Toda mi vida he escuchado que las cosas pasan por algo, pero no entiendo por qué esto nos sucedió a nosotros.
― Jeremy sucedió ―responde y alzo el rostro para mirarla, confundida―. Recuerda eso. No estás sola, tienes a tu familia y lo tienes a él. Desde que mi nieto apareció en tu vida dejaste de estarlo. Solo es cuestión de abrir los ojos y escuchar tu corazón.
―Gracias ―digo, sonriendo. Tomo su mano y le doy un ligero apretón.
―Jeremy me dijo que no sabes el sexo del bebé ―comenta con diversión en su mirada.
―Yo no, pero creo que usted sí lo sabe ―respondo con precaución.
―No he dicho eso ―es lo último que dice, guiñándome el ojo.
Salgo de la habitación con el sexo de mi bebé en mente. Aún no me lo puedo creer y estoy muy feliz. Lo presentía, pero no esperaba acertar. Cuando Jeremy se entere…
Me detengo frente al umbral de la habitación de Jeremy, me cruzo de brazos y lo miro, sonriendo. Se encuentra acomodando el sofá y sonrío cuando me mira.
― ¿Estás seguro de que tu abuela es médium? Porque tengo el leve presentimiento de que es bruja ―pregunto con diversión. Me devuelve la sonrisa y dejo de sonreír cuando noto que hay sábanas y almohadas en el sofá. Oh…―. ¿Vas a dormir ahí?
―Sí. ¿Hay algún problema? ―pregunta, acercándose a mí.
―Pensé que como ya habíamos dormido juntos en el hotel, no habría problema. Pero está bien, si estás más cómodo así, te entiendo ―digo, encogiendo poco a poco mis hombros y desvío la mirada.
― ¿Qué quieres tú? ―pregunta, acariciando mis antebrazos. Sigo sin encararle y me encojo más. Toma mi barbilla con su mano y la alza, teniéndolo bastante cerca. Mi respiración se atasca en mi garganta cuando lo miro y me sonrojo―. Dime, por favor.
―Me gustaría dormir juntos otra vez. Ya han sido demasiadas noches con la mitad de la cama vacía, pero entiendo si quieres tu espacio ―susurro sin despegar mi mirada de la suya.
No puedo, es como si sus ojos azules fueran magnéticos.
―La verdad… no tengo problema con ello ―responde en voz baja.
Suspiro con alivio y siento su respiración chocar con la mía. Estamos muy cerca y no me molesta para nada. Mi corazón baila con ¿alegría? No lo sé, solo sé que se siente bien. Una corriente eriza mi piel cuando nuestras narices se rozan y sé que si respiro profundo vamos a estar mucho más cerca.
― ¡Jeremy! ¡Samantha! La mesa está servida ―grita Susan desde el comedor, haciéndonos pegar un brinco y alejarnos.
Salgo de la habitación con la respiración acelerada y me recargo de la pared, sintiéndome como un pez fuera del agua.
―Cálmate, cálmate ―me digo con voz ahogada.
¿Por qué estoy así? ¿Qué carajos es esto que me está pasando? Me observo las manos, notándolas temblorosas. Creo que todo mi cuerpo está de esa forma.
Respiro hondo hasta que logro tranquilizarme y bajo al comedor, tomando asiento. Siento su presencia inmediatamente y respiro hondo, sin mirarle.
Toma asiento a mi lado y empezamos a servir la comida. Como un poco hasta que siento su pierna moverse constantemente. Noto su mano posarse sobre la misma y no controlo la mía, estrechando nuestras manos por debajo de la mesa. Lo miro y siento un cosquilleo en el pecho cuando alza el rostro y nuestros ojos se encuentran. No puedo evitar sonreírle.
Cuando la cena acaba, él es el primero en abandonar el comedor. Susan me da las gracias por convencer a su hijo de volver y yo le digo que no tuve nada que ver. Subo a la habitación y veo a Jeremy sentado en el sofá.