Solo pido un día más

32.

JEREMY

― ¡Maldición! ―exclamo cuando me doy cuenta de que estoy descalzo. Vuelvo al cuarto para colocarme el primer calzado que veo y retorno escaleras abajo, corriendo. Abro la puerta y veo su figura muy lejos―. ¡Samantha, espera!

Sus brazos rodean su cuerpo y su cabeza mira al suelo mientras camina a paso acelerado. Corro hasta que la alcanzo y tiro de su codo con suavidad para que me vea. Tiene el rostro empapado de lágrimas y mi mano viaja a su nuca, atrayéndola a mi pecho. La abrazo y siento su cuerpo temblar por los hipidos del llanto.

―Lo siento, lo siento. No sé qué rayos me sucedió ―su voz suena ahogada debido a nuestro abrazo.

―Tal vez sean las hormonas del embarazo ―digo, alzando su rostro para que me vea. Ella niega y noto que mira mis labios por una corta fracción de segundo, gesto que hace que mi corazón se alebreste aún más.

―No, no lo es porque quiero volver a hacerlo. Jeremy. No puedo pensar con claridad si te tengo así de cerca ―admite, alejándose de mí―. Dylan sigue aquí y mi hermana está enamorada de ti. ¿Qué clase de persona soy si me ligo contigo? ¡Estoy embarazada, además! Esto no está bien. ¿Por qué no te alejaste, eh? ¡Debiste alejarme!

—Samantha, yo…

Mierda, ¿yo qué? ¿Amanda tenía razón?

—Estoy hecho un lío de emociones ahora mismo —admito, peinando mis cabellos hacia atrás—. Amanda me lo dijo, esa fue la razón por la que discutimos el día de las películas. Ella me dijo que estoy enamorado de ti, pero que no me había dado cuenta.

Se queda en silencio por un par de segundos, sus ojos un poco agrandados ante el terror de lo que acabo de decirle y traga saliva con dificultad antes de posarlos sobre mí.

—¿Lo… lo estás? —susurra tan bajo que apenas y la escucho.

Demonios, por supuesto que lo estoy, pienso al rebobinar el beso que acabamos de compartir. No fue un arrebato, un acto lleno de impulsividad. Me gustó más de lo que pensé que me gustaría.

―Sí ―admito―. ¿Para qué engañarme a mí mismo? Estoy enamorándome de ti.

Niega con la cabeza y respira hondo. Tira de sus cabellos y sigue llorando. Me acerco con cuidado hasta plantarme frente a ella. Sus ojos brillan debido a las lágrimas cuando alza su rostro, suspirando. Puedo sentir como conectamos de nuevo y esas irrefrenables ganas de besarla otra vez. Y otra, y otra.

¿En qué momento pasó todo esto? ¿A esto se refería mi abuela? ¿Ella es lo que me atormenta?, las preguntas se acumulan en mi cabeza haciendo que me dé jaqueca.

―Entiendo que parezca una locura, no esperaba que esto sucediera. Sin embargo, que estés embarazada o que pueda ver a Dylan no me es impedimento para estar contigo, pero sé que después de todo lo que te ha pasado y de lo reciente que es todo, te es difícil pensar en amor y relaciones.

―Yo amo a Dylan. No creo que sea buena idea que tú y yo tengamos algo. Esto… esto no es posible —luce aterrada y desesperada, como si la sola idea de enamorarse de nuevo fuese un grave error.

―No estoy diciendo que me ames, pero sé que sientes algo por mí más allá de una amistad. No puedes negarlo después del beso y de lo que me acabas de decir. Y tienes razón, no es conveniente que estemos juntos ahora por el hecho de que Dylan sigue aquí y que hace poco murió. Puedo esperar por ti ―le aseguro y tomo su rostro entre mis manos―. Lo haré el tiempo que sea necesario.

―No, no. ¡Esto está mal! Mañana mismo volveré a Manhattan ―dice, alejándose nuevamente de mí―. Amo a Dylan, siempre será él. No puedes esperar por mí, somos amigos. Nada más.

Me duele, no lo voy a negar. Sin embargo, es algo que ya sabía.

—Dormiré en el sofá y no quiero que discutamos por ello —agrega.

Dejo caer mis manos, rendido, y volvemos a la casa. Arreglo todo para que duerma cómoda en el sofá y me acuesto en mi cama luego de apagar la luz. Trato de quedarme dormido, pero lo que hago es dar vueltas y vueltas en la cama. Suspiro y restriego mi cara.

¿Por qué esto tenía que suceder? Samantha y yo estamos bien como amigos, siendo el apoyo del otro, ¿por qué tiene que ir todo más allá?

Y Amanda… ¡Demonios! Ella ha sido tan buena conmigo, me ofreció una mano amiga cuando Samantha me dio la espalda, cuando me sentía solo de nuevo. No se merece esto. Merece ser quien ocupe mi corazón.

De nuevo, no es un secreto para mí: el amor no está hecho para una persona como yo.

Un peso en la cama me trae a tierra de nuevo. Alzo un poco la cabeza para ver a Samantha, gateando sobre la misma hasta acercarse a mí. Coloca su brazo sobre mi abdomen y su cara en mi pecho, estrechándome con suavidad.

―Eres una gran persona, Jeremy —musita—…Y si me vuelvo a enamorar, me gustaría que fuese de alguien como tú, mejor dicho, de ti. Sé que suena egoísta, pero sí quiero que esperes por mí. Por favor.

Acaricio sus cabellos y beso su cabeza, enrollando mi brazo en sus hombros. Suspiro y cierro los ojos. Siento un ligero roce en mi mentón y me estremezco. Acaba de darme un corto beso en esa zona.

―Buenas noches ―murmura.




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