Solo pido un día más.

35.

JEREMY

Cierro la puerta y suspiro con cansancio cuando lo veo sentado en el sofá. Sus ojos azules me miran con ira y dolor, sus codos están apoyados en sus piernas y el gesto en su rostro me hace saber que no está para nada feliz.

            Yo tampoco lo estaría.

―Se les olvidó mi presencia, ¿eh? ―pregunta con ironía―. Estaba teniendo un momento muy personal con Samantha y, como siempre, apareces tú. Cuando ella me está recordando, llegas tú y haces que me olvide.

―Ella nunca va a olvidarte. Te ama, Dylan. Sigue amándote y siempre lo hará ―trato de tranquilizarlo.

― ¿Lo tienes bastante claro? Porque parece que no ―dice, levantándose―. Siempre me va a amar a mí, es decir, no hay cabida en su corazón para ti. Nunca va a amarte como a mí. Seré su amor verdadero y solo buscará tener algo que se asemeje a lo que tuvo conmigo. ¿Eso lo tienes claro?

            Su rostro está cerca del mío. Tiene esa mueca de molestia en su rostro y sus ojos ven directo a los míos. Supongo que puede ver cuánto me han dolido sus palabras.

            Porque es cierto. Jamás va a superar a Dylan. Yo solo seré ese romance que va a intentar llenar el vacío que él dejó, uno que no se va a colmar del todo con mi amor, por mucho que me esfuerce.

— ¿En qué…? ¿En qué momento pasó? —su voz tiembla ante la pregunta.

―No lo sé ―me atrevo a hablar, mirándole a los ojos.

― ¿Ella siente algo por ti? ―musita.

―No lo sé. Me pidió que esperara por ella ―confieso, apartando la mirada y alejándome de él.

― ¿Lo harás? ¿Tan enamorado estás que esperarías por ella? ―pregunta y su voz se quiebra por un milisegundo, sin embargo, lo percibo.

―Sería capaz de ser ese amor que se asemeje a lo que tuvo contigo si le hace feliz ―respondo y lo miro. Sus ojos se llenan de lágrimas, pero no derrama ni una.

―No me esperaba esto de ti, ¿sabes? ―habla, acercándose lentamente a mí―. Te necesito y me haces esto. ¡Te enamoras de mí mujer! Al final eres igual que tú primo.

―Mi primo no es mala persona y lo sabes ―lo defiendo―. Además, ¿qué quieres de ella? ¿Que sufra por ti toda la vida solo porque no quieres que te olvide? No quieres que sea feliz, solo quieres que te recuerde siempre. ¿No tienes idea de lo que duele perder a alguien?

― ¡Por supuesto que sí! Porque yo la perdí a ella ―responde.

―Sí, pero es diferente. Tú estás muerto, ella viva ―le recuerdo.

― ¿Sabes algo? Tú apareciste en mi vida cuando creí que iba a estar solo para siempre. Eres el único que puede verme, oírme y entenderme. Solo a ti puedo hablarte, desahogarme, sincerarme. Me tendiste la mano cuando más lo necesitaba, me ayudaste. Encontré en la muerte un amigo, un compañero. Un hermano ―habla y aparto la mirada, negando con la cabeza―. ¿Cómo pudiste traicionarme de esta manera?

― ¿Acaso crees que no me siento culpable por lo que siento? ―lo encaro, acercándome a él―. ¿Crees que quise que esto pasara? ¡Ella te ama y sigue pensando en ti! A pesar de que encuentra refugio del dolor en mí, siempre termina recordándote. Ojalá supiera como detener esto porque lo hubiese hecho justo en el momento que floreció. No pretendo herirte, mucho menos a ella. Tú también eres como un hermano para mí y me va a doler cuando te vayas. Porque va a ser como revivir el ver partir a Lucy.

―Pues ve cómo me voy ahora porque esto jamás voy a perdonártelo ―dice y se voltea caminando hacia la salida, solo que en vez de abrir la puerta se esfuma frente a la misma.

            Yo tomo asiento en el mueble y cubro mi rostro con las manos, apoyando los codos en mis rodillas. Restriego mi cara y miro a mí alrededor.

            Esto no debería estar sucediendo. Lo peor es que seré yo quien termine con el maldito corazón hecho trizas.

            El timbre suena y me levanto, limpiando mi rostro. Respiro hondo antes de abrir y me sorprendo cuando veo a Amanda, encogida de hombros, del otro lado de la puerta.

―Hola ―saluda, desviando la mirada―. ¿Puedo pasar?

―Sí, claro ―respondo, haciendo un ademán para que entre―. Toma asiento.

            Ella se sienta y yo la imito, sentándome a su lado. Entrelaza sus manos y juega con ellas antes de hablar.

―Quería que supieras que podemos estar en el mismo sitio sin problemas. Eres importante para mi hermana y no quiero interponerme entre ustedes, en su amistad.

―Gracias ―susurro, desviando la mirada.

― ¿Sucede algo? ―pregunta, colocando su mano sobre mi hombro. Alzo la vista para mirarle y cubre su boca con la misma mano que posó sobre mi hombro―. Lo sabes, ¿cierto? Te diste cuenta.

―No solo eso. Dylan también  ―confieso y suspiro, restregando mi rostro con las manos―. Acaba de irse y me siento como una mierda por haberme enamorado de su…

― ¿Novia? Ya no es su novia. Está muerto ―me recuerda―. Y no es tu culpa que sientas cosas por Samantha. Yo lo comprendí, solo que Dylan es muy posesivo con mi hermana.

―Es su mundo, Amanda ―digo, mirándola.




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