12 meses después…
Recuerdo haber pensado que no viviría este día jamás, que la vida me lo había arrebatado con la muerte de Dylan. Sin embargo, aquí estoy frente a un espejo, viendo como me maquillan y me arreglan, a punto de ponerme mi traje de boda.
Sí, traje. No soy muy de usar vestidos pomposos, me considero demasiado torpe para lucirlos, así que elegí un traje ya que, además, está muy de moda en esta temporada.
De color blanco, por supuesto, con escote cuadrado y sin tirantes. La tela blanca y lisa se adhiere a mi cintura y corre por un lado en forma de pantalón de vestir hasta el suelo, mi otra pierna está al descubierto ya que de la cintura cae un trozo de tela con una hermosa y elegante abertura. Tiene una decoración en mis caderas con dos correas blancas enlazadas a cadenas plateadas. En los pies calzaré unos tacones altos de punta triangular, color beige.
Estoy lista y vestida a la hora y media. Mi dama de honor es Mindy, la enfermera que me ayudó a traer a la vida a mini Dylan, y la madrina Amanda. El padrino, para desgracia de Leonard y Jack, es Rick Martin.
La ceremonia será al aire libre en el Jardín Botánico de Brooklyn, en el espacio conocido como “The Palm House”. Estaremos frente a un hermoso y gigante árbol donde las ramas se esparcen en diferentes direcciones y el verde es el color que las decora. Los invitados estarán sentados de cara al árbol y presenciarán una ceremonia preciosa, a la que no puedo esperar llegar.
―Bueno, ya es hora. Aquí tienes el ramo, hermanita ―dice Amanda.
El estilista me ha hecho un hermoso moño, dejando caer dos ondas rizadas a los costados de mi rostro. Me ayuda a colocarme el velo, que no cubre mi rostro, y salimos hacia el sitio de la ceremonia.
Mi padre me extiende su brazo y sonrío cuando enlazo nuestras extremidades. Me sostengo con fuerza de él ya que me da miedo trastrabillar y hacer el ridículo frente a los pocos invitados que tengo.
Nos detenemos cuando inicia un camino de pétalos de rosas blancas con rojas que me guían hasta el centro, lugar donde se encuentra una mesa con un mantel blanco, el juez que va a oficializar la boda y, por supuesto, el novio que no se ha dado cuenta de que ya estoy a pocos metros de distancia y parece estar muy nervioso.
Está muy guapo, debo admitirlo. Su traje es de tres piezas: saco, pantalón y chaleco de color verde esmeralda. La camisa es blanca y tiene un lindo detalle dentro del bolsillo del saco, que sobresale del mismo: un ramillete con florecillas de color blanco. Los zapatos son unos mocasines de color marrón que combinan a la perfección con el atuendo.
La marcha nupcial capta la atención de todos los presentes, quienes se levantan para ver a la dama de honor guiarme hasta el centro de la ceremonia. Observo rápidamente mí alrededor, encontrándome a mi pequeño Dylan en traje, siendo cargado por su abuelo Reeves. No puedo evitar sonreír con nostalgia, pues es la copia exacta de su padre: pelo liso y oscuro, piel nívea, ojos claros.
Desvío la mirada para encontrarme con los ojos ansiosos y nublados de Jeremy. Se cubre la boca al verme y sonríe, haciendo que las lágrimas rueden por su rostro. Se ve emocionado y contento, haciéndome soltar una risita nerviosa.
Mi padre y yo nos detenemos frente a él y me entrega a Jeremy, quien me extiende su mano para acercarnos al juez.
―Estamos aquí reunidos para unir en matrimonio a Jeremy Martin y Samantha Grayson ―comienza la ceremonia y ambos nos miramos, sonriéndonos el uno al otro.
No nos soltamos las manos y a cada segundo nos vemos, sonriéndonos. Contengo tanto las ganas de estamparle un beso porque siento que voy a explotar de amor por dentro y las ganas de llamarlo “mi esposo” incrementan con el pasar de las horas.
Los votos matrimoniales llegan y Jeremy es el primero en decirlos.
―Yo Jeremy Martin, te quiero a ti, Samantha Grayson como esposa y me entrego a ti, prometiendo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mí vida ―dice, tomando mi mano para colocar el anillo—. Ser, antes que cualquier cosa, tu amigo y apoyo incondicional, cocinarte todos los días y protegerte hasta mi último respiro.
― ¿Aceptas, Samantha Grayson? ―pregunta el juez.
―Sí, acepto ―respondo, sonriendo.
Él coloca el anillo sobre mi anillo de compromiso y sonríe contento antes besar mi mano. Siento el peso del anillo que me dio Dylan en vida sobre mi cuello, cerca de mi corazón, lugar al que ahora pertenece.
―Yo Samantha Grayson, te quiero a ti, Jeremy Martin como esposo y me entrego a ti, prometiendo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mí vida ―dice, tomando mi mano para colocar el anillo—. Ser tu paz en momentos de tormenta, apoyarte en cada una de tus metas y cuidar lo nuestro hasta el último día de mi existencia.
― ¿Aceptas, Jeremy Martin? ―pregunta el juez de nuevo.
―Por supuesto que acepto ―dice, haciéndome soltar una risita nerviosa, y le coloco el anillo en el dedo anular.