Solo pido un instante más (spudm #2)

11.

LUCY

            Me miro en el espejo, lista para ir a la escuela. Hay algo en mi pecho que me molesta, como una ansiedad que me está carcomiendo entera. No tengo claro el por qué, la verdad. No es como si el acoso que sufro en clases me genera miedo, ya estoy acostumbrada y que este sea el último año mitiga un poco eso.

            Así que, definitivamente, no es eso.

            ¿Podría ser Greg?

¡Greg!, pienso, palmeando mi frente al recordarlo. No lo he visto desde el… incidente de ayer. No sé cómo describir lo que sentí, la verdad, fue… extraño, pero sé que me gustó. Eso es muy seguro.

Estuvimos tan cerca que pude sentir su respiración en mis labios, cosa que me causó una extraña comezón. ¿Acaso iba a besarme? ¿Y si lo hacía, iba a permitírselo?

Al fin y al cabo, ninguno de los dos ha dado el primer beso.

Mis ojos se llenan de lágrimas al darme cuenta de que yo podré tener todo eso: el primero beso, la primera vez, el primer corazón roto, el primer amor; y él no, solo me tiene a mí y no sé cómo se siente al respecto.

Tal vez debería hablarlo con él. Sí, eso haré cuando le vea.

***

—Hola —saluda Luke, chocando su hombro con el mío en un gesto amistoso. Le miro y me muestra una linda sonrisa sin mostrar los dientes, gesto que se me contagia—. ¿Cómo estuvo el fin de semana?

—Bien, nada nuevo —respondo, encaminándome al salón—. ¿Y tú?

—Salir con los chicos. Algún día tienes que salir con nosotros —me invita.

—Pues no me viene mal —respondo y nos adentramos al salón, sentándonos juntos.

            Ya nadie nos mira porque se han acostumbrado a vernos juntos. Sin embargo, escucho las risitas y burlas hacía mí, solo las ignoro.

—Eh, Lu… —habla Luke y le miro, se acerca un poco para poder hablar más bajo—. ¿Te has dado cuenta de que nuestras iniciales son L y M? ¿Luke McCall y Lucy Martin?

— ¡Hey, sí! —mi voz resuena un poco y todos voltean a verme con hostilidad.

—Oye, Luke —habla Agatha, mirándonos—. Ten cuidado con ella, puede lanzarte una brujería.

— ¿De qué rayos hablas? La única bruja aquí eres tú, por lo que veo —le responde él y todos empiezan a murmurar, sorprendidos.

—Chicos… —advierte el profesor, pero eso no detiene a Freddy de levantarse, molesto.

—Hey, marica. ¿A quién le dices bruja? —gruñe molesto, acercándose a nosotros—. Porque a quien acabas de insultar es a mi novia.

—Lo siento, pero tu novia no tiene buenos modales. Aunque, por lo visto, tú tampoco —responde mi amigo, levantándose para estar a la altura del fortachón.

            Freddy es alto y entrenado por el equipo de futbol del instituto, así que temo por Luke y me levanto para estar en medio de ambos.

—No es necesario que ambos vayan a detención por una estupidez. Así que dejen eso así, por favor —suplico, colocando mis manos en el pecho de Freddy.

— ¡Quítame las manos de encima, Matilda! —se sacude, asqueado y yo me alejo con temor. El mira a Luke con la mandíbula tensa y le señala con el índice—. Esto no va a quedarse así, tenlo por seguro.

            Él vuelve a tomar asiento. Sin embargo, no se salvan de ser citados a detención al finalizar las clases.

—No hagas eso de nuevo, por favor —le pido, sin mirarlo.

— ¿Qué cosa? ¿Defenderte? —pregunta y le encaro.

—Sí —respondo—. Puedo soportar esto un par de meses más.

—No lo harás, Lucy. Porque antes estabas sola, pero ahora me tienes a mí —habla y coloca su mano sobre la mía.

—He podido sola todo este tiempo, Luke. No quiero meterte en problemas o que seas, de nuevo, el blanco de burlas…

—Puedo soportar eso un par de meses más —me interrumpe, sonriéndome.

            Y solo eso me hace sonreír.

— ¿No quieres saber por qué me apodan de bruja? —pregunto, alzando una ceja.

— ¿Quieres hablar de ello? —responde con otra pregunta.

—No —admito, desviando la mirada.

—Entonces, no quiero saberlo —responde, sacándome una tímida sonrisa.

            Las clases van pasando una a una y dejo a Luke en detención, mostrándome avergonzada por ponerlo en esa situación.

—Hey, no es tu culpa. Tranquila —responde, alzando mi barbilla con su índice para que le mire—. Lo ignoraré y no empeoraré la situación.

— ¿Lo prometes? —pregunto, entrecerrando los ojos.

—Lo prometo —responde, alzando la mano en el aire como señal de juramento.

            Le doy un beso en la mejilla en forma de despedida y me doy media vuelta, jugando con las asas de mi mochila mientras camino en dirección a la salida. La sensación de ansiedad en mi pecho no se ha ido, el mal presentimiento me persigue aunque a veces sea más notorio, como ahora.




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