Me doy de bruces con la realidad.
Pero de la forma más brusca posible.
Porque, cuando Mack me coge de los hombros para que no me caiga, todo el mundo se me cae encima y de la forma más dramática posible.
El cabello rubio de Mack me impide ver si muestra enfado o no. Tengo que hacer acto de valor, para alzar las manos y apartárselo de la cara. Sus ojos castaños y su media sonrisa me hacen entender que poco le falta para reírse de mí.
-Quita tus sucias manos de mí, Shelley -espeto, de malas formas.
Sé que los tres que tengo en mi habitación, están mirando la escena con diversión. Por eso tengo que hacer fuerza de voluntad, para no gritarles de que me dejen de gritar.
-Bri... -es la voz de Hugo.
Y entonces exploto.
- ¡Iros de aquí todos! -los cuatro me miran-, ¡¿Es que sois imbéciles?!
Pero no me hacen caso. Porque a mí, nunca me hacen caso, y eso me fastidia como nunca lo había hecho. Axel e Izan, de repente sueltan una carcajada y Hugo ensancha su sonrisa. ¿Sabéis ese momento, en el que te dan ganas de gritar, tirar todo lo que tienes por en medio y enviar todo a la mierda? Pues así es exactamente como me siento.
Siempre es lo mismo.
Para Mack, esto es algo normal, ¿Cómo lo llamaba? A sí, «cosas de hermanos» y es que, cómo va a entender eso, ¿cuándo es hijo único? Para él, venir a nuestra casa es un cambio de aires total.
-Brianna, -dice Hugo, con malicia- acuérdate -murmura, dándole palmaditas al diario-. Aún tenemos una charla pendiente.
Se acerca lentamente a la puerta, donde nos encontramos. Me extiende el diario, al mismo tiempo en el que yo me aparto de Mack para arrancárselo de las manos al imbécil de mi hermano mayor.
-Y tú Mack - ¿En serio? -, cuídanos a nuestra hermanita.
Me tengo que contener, por no pegarles una colleja a los gemelos.
Mack me mira con una ceja arqueada, pero ya he desistido, por lo que, cuando los tres salen de la habitación, me tiro encima de la cama y suspiro pesadamente. Noto como la cama se hunde, pero no me hace falta levantar la cabeza, como para saber qué Mack se ha tumbado a mi lado.
- ¿Qué haces aquí? -inquiero, pasado un tiempo.
-Te he llamado -dice y me levanto rápidamente-, pero no lo cogías así que he venido.
Niego con la cabeza, al escucharlo.
-Eres increíble -bufo.
Suelta una carcajada, que me hace pensar claramente que él es el más imbécil de lo que pensaba.
- ¿Qué hacías, que no cogías el teléfono? -pregunta de golpe.
Gruño, me paso las manos por la cara al darme cuenta, que al final no salí a comprar la maldita manga pastelera.
-Tu pastel de cumpleaños -murmuro. Él niega-. ¡Pero es más un maldito bizcocho que otra cosa!
Y entonces, hace lo último que esperaba que hiciera: se levanta de la cama, me tiende la mano y suelta la mar de feliz.
-Tengo una sorpresa preparada.
Arqueo una ceja.
- ¿No tendría que ser yo la que te diera la sorpresa?
Sonríe.
-Cállate, vístete y te espero abajo en 10.