—¿Un año? Bueno, esta es la tercera vez que le explico que lleva más que ese tiempo en este hospital. Solo han pasado cuatro días desde que despertó del coma. Por lo pronto, solo preocupese por eso.
—¿Y Gina? ¿Dónde está ... dónde está Gina? Loren, mi hija... ¿ella está bien?
—Mantenga la calma, sabrá todo a su tiempo.
—¿Estoy... en un hospital?
—Así es.
—¿Y usted... es mi doctor?
—Uno de ellos.
—¿Qué quiere decir?
—Verá, señor Marcus, su caso fue muy complicado, varios especialistas tuvieron que estudiar su condición.
—¿Qué fue lo que me pasó? ¿Por qué estoy aquí?
—Según su expediente, un traumatismo cráneo encefálico bastante severo, causado por un golpe en la cabeza; se cayó en el baño mientras se duchaba. Hubo unas cuantas fallas en su sistema nervioso e infecciones, creíamos que era imposible que sobreviviera después de tanto tiempo, pero... la ciencia jamás lo sabrá todo. En fin, ah...
—¿Cuánto tiempo llevo aquí?
—Le seré sincero, setenta... y cinco años. Cuando ingresó apenas tenía veinticinco. Es decir, que está por cumplir cien años.
Intenté pararme de la cama, pero no podía moverme, entonces arrugué el entrecejo indicando frustración y enojo.
—No trate de moverse, sus funciones motoras aun están abolidas por completo. Mandaré a que le repitan la tomografía de cráneo. Le seré aun más sincero. No creo que tenga posibilidades de sobrevivir más tiempo, quizás le quede unos dos o tres días, sientase afortunado de abrir los ojos de nuevo, es usted el hombre que más tiempo ha durado en un estado como este. Bueno, ya debo irme, tengo otros pacientes, regresaré más tarde a verlo —Y dio la vuelta para salir de la habitación. Me imaginé mi cabello blanco, que quizás se pareciera al suyo, y quise tocar mi cabeza para ver si era calvo también, pero no pude mover ni un solo dedo. Me fijé en mi voz para comprender lo que sucedía, era tan débil y aguda, tuve que comprender que era cierto, me pasé toda mi vida allí tirado, en medio de la nada, y de la oscuridad. Entre sueños muertos, pesadillas inexistentes, medicamentos que me ayudaron a seguir con vida, y recuerdos que me mataban, sonreían y lloraban al mismo tiempo. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y no pudieron caer al vacío que les esperaba, pude comprender lo solo que estuve, y que aun seguía—. Por cierto, la mañana que llegó a este centro médico, encontraron en un bolsillo de su pantalón, un libro, parece algo como un diario, no sabemos de quién es, está ahí en el cajón de ese estante, al lado de su cama, quizás leerlo le ayude de alguna forma... o en algo —dijo, ajustando sus lentes, mientras me miraba con esos ojos negros que parecían pertenecer a un alma helada, sin corazón. Luego siguió hacia la puerta y me abandonó, ahí, a mi suerte.
Traté por horas alcanzar el diario de Sara, hasta que poco a poco pude recuperar mis fuerzas y algunos de mis movimientos; me levanté despacio, algunos cables que tenía comectados se rompieron, me sentí muy cansado, pero pude tomarlo una vez más entre mis manos.
Me recosté, en silencio, esperando que pasará cualquier cosa, un milagro talvez, aunque comprendía que fui un tonto, toda una vida desperdiciada; ahora comprendía que pocas veces los malos se merecen una segunda oportunidad. Yo empecé hablando de ella, de lo mal que estaba, y no me di cuenta de que su mayor problema era yo.
No estaba sola, yo era quien lo estaba, por no estar con ella, eso pensé y mi vista se nubló. Quise acariciar cada página y sentir aquel perfume; era su olor impregnado en cada palabra que escribió.
Era toda una locura, percibir su aroma después de tantos años, su vida, su esencia, y yo como un fantasma detrás.
Leí la última hoja, la separaba del resto una rosa blanca marchita, tenía fragancia, la que ella solía usar, este sería el cuento para irme a dormir definitivamente:
"Querido diario, hoy le envié una carta a Marcus con su mejor amigo, le pedí en ella que nos juntemos en el lago. Si no va, con esto estará comprobado que no le importo, y yo me lanzaré a las aguas, y me quitaré la vida. No merezco nada de lo que estoy viviendo, el mundo no merece a alguien como yo, no me necesitan, es lo mejor".
En ese momento, la cordura volvió a mí, y supe que ya nada tenía sentido. Estaba muy contento por el diagnóstico del doctor, porque no tendría sentido continuar, unos años más, así, en soledad, eso de verdad es estar muerto, sin familia, amigos,
o a alguien a quien querer.
Parecía que yo mejoraba, pero lo que sucedía en realidad, era que me estaba despidiendo, de lo único que en verdad tuve, y lo dejé perder, sin derecho a recuperar nada.
Me quedé tranquilo, admirando el cuarto, y la enorme lámpara del techo, el calendario marcaba rojo, por el día de sanvalentín, del año dos mil diecisiete; mientras sentía un fuerte dolor de cabeza, al ver el reloj burlarse de mi, con su inmortal tick-tock, que parecía tan similar al sonido de mi corazón y a la vez tan diferente, por no decir eterno. A lo mejor me envidiaba, por eso su carcajada, yo me iría y el se quedaría allí para siempre, para ver como se acaba de consumir el ser humano en su propia condena, el egoísmo.
Algo salía de mi boca, sangre, no se, algún líquido, no tuve idea; tal vez mi cerebro estaba volviéndose a inflamar otra vez.
En la siguiente hora, volví a perder el habla y mis movimientos. Tan solo me quedaba observar lo grande que se veía el hospital desde arriba.
"Sí, era sangre. Cuando levanté la cabeza, y miré mis manos, estaba todo cubierto, la camisa blanca de mi uniforme estaba manchada, y allí estaba el gordo Willy, él me había golpeado con una piedra, y me gritaba como un loco que no iría a ninguna parte.
Todos decían: "¡Pelea, pelea, pelea!", alrededor, justo, al frente de la escuela."