Siempre pensamos en cómo será nuestro primer amor, siempre pensamos que será eterno y desde el primer momento en que nos enamoramos creemos que ahí está la persona indicada, la correcta en todos sus aspectos. Ella se vuelve nuestro talón de Aquiles, nuestra maldita debilidad. Siempre creí que yo era de esos que no buscaría el amor en nadie hasta estar ciento por ciento seguro de que era ella. Una vez casi la cago entregando mucho de quien era yo y solo paré dándome cuenta que las personas son crueles cuando entregas tu corazón. Te lastiman porque eres vulnerable, te lastiman porque saben que tienen el poder de hacerlo.
Yo creía que nadie podía romperme, pero estaba completamente equivocado, siempre existe esa persona que viene a enseñarnos qué es el dolor. Nos enseña que no existe un balance y que toda esa mierda es para los idiotas que creen en el amor eterno. Algo así le pasó a mi hermana gemela, Holly, y también eso estaba a punto de pasarme a mí.
Mis padres, William y Abigail Hamilton, tampoco la tuvieron muy sencilla que digamos, pero gracias a ellos las oportunidades se volvieron posibles dentro de la élite y yo no era quién para desperdiciar esas oportunidades. Iba a salir con la mayor cantidad de chicas que pudiera hasta encontrar la correcta. No vuelvo a cometer el maldito error que hice con Charlotte.
Ella era peligro desde que la conocí, maldito peligro y, aun así, me metí en esa relación en la que lo único que saqué fue que la condenada me engañara. Por mi parte, siempre intenté estar al nivel de cualquier caballero, papá me enseñó a cuidar lo que es mío, me enseñó que las personas que amamos son como cristales y uno debe ser cuidadoso con todo. No me puedo quejar y eso es porque ellos me dieron el ejemplo de ser una buena persona para el día en que esa chica especial llegara, podría ser todo lo que ella esperara.
Cuando descubrí que no solo estaba conmigo, sino con otro par más, decidí no volver a creer en esa porquería. No soy estúpido para caer en juegos como ese. Ella me enseñó a mandar a la mierda la elección de Agapi hasta que de verdad esté seguro de lo que quiero, lo bueno es que no era ella, ni sería ella.
No envidiaba a mi hermana, o a ninguno de mis amigos que tenían una relación. Oh, no. Sentía lástima por ellos. Porque el amor era de lo más complicado que había y no estaba dispuesto a dejar el juego aún.
—¡Por mi vida! —dije al ver la nueva moto que papá me acababa de comprar.
Hace unos meses tuve un accidente de la puta madre en la que casi me mato. Por eso mis padres se negaban a comprarme una nueva motocicleta, pero seamos sinceros, esta cosa de dos ruedas es mi vida.
—Si te vuelves a caer y la destruyes, no te compro otra —dijo papá viendo la motocicleta negra con detalles en azul último modelo.
—Si me vuelvo a caer, corro el riesgo de matarme. ¿Sabías eso? —Lo dije en broma, pero me arrepentí en ese momento al ver la cara de papá caer tres mil veces al suelo—. ¡Lo siento! Fue una broma, papá. Sabes que tendré… ¡Papá! Regresa aquí. ¡Era una broma! ¡William!
Papá se había llevado las llaves de la motocicleta, estaba regresando a la casa negando con la cabeza. ¡Pero que sí la cago más! Corrí detrás de él, hace meses que no monto una, sentía la urgencia de hacerlo, sentir el aire pegar en mi piel, la adrenalina de la velocidad.
—William, era broma —insistí—. ¡Vamos, papá! Prometo ir despacio.
—Ni por una mierda. ¿Sabes lo que pasamos por ese accidente? ¿Sabes lo mucho que sufrió tu madre, lo que sufrí yo?
Bajé la vista sabiendo a qué se refería. La había metido completa por impulsivo, pero cuando vi lo que estaba pasando con Adam y Holly fue la gota que rebalsó el vaso. No medí la velocidad, no medí absolutamente nada, estaba molesto y quería despejar mi mente. Fue la decisión más estúpida de mi vida, no voy a negarlo. Manejar sin casco a alta velocidad es un riesgo que nadie debería tomar, menos cuando estás más enojado que psicópata dentro de prisión.
Meses atrás, me enteré que a mi hermana gemela le pegaba su novio, o, mejor dicho, exnovio. Fue la peor experiencia que puede haber vivido, era mi hermanita y la protegía como mi vida. Verla tirada en una sala llena de sangre. El maldito casi la desfigura. No pude controlarme, le regresé el favor de dejarlo más feo de lo que era el hijo de puta, a tal punto que le quebré la nariz y dos dientes.
Para mí no fue suficiente, si me lo ponían cerca, le volvía a patear el culo hasta que no existiera absolutamente nada de él. Me alegraba saber que estaba lejos, muy lejos de mi vista en una sala de rehabilitación para enfermos mentales. El odio hacia él jamás se iría, y el diagnóstico de trastorno mental me lo pasaba por los huevos. Si lo veía, no prometía mantener mis manos guardadas dentro de los bolsillos del pantalón.
—Lo siento, en verdad, papá. Prometo tener cuidado.
Finalmente, con mala cara, me entregó las llaves. Tenían un llavero negro con letras plateadas que decían «race». Le sonreí en modo de agradecimiento, tenía que aprender a controlar más mi boca frente a mis padres, no quería que tuvieran esas malas sensaciones.
—Solo no puedo perderte, hijo. Cuando seas papá me entenderás. Eres mi vida al igual que tu hermana y tu madre.
—Lo sé, lo siento. —Volví a disculparme por décima vez. Esta vez no dijo nada, regresó a su estado político todopoderoso, dejándome en la entrada solo con esta bebé. Definitivamente, algún día quería ser como él. Respetado por toda la élite, con el poder en mis manos.
Observé la nueva Honda. ¡Malditamente hermosa! Estaba enamorado de ella. Nunca sentiría este amor por ninguna mujer, solo por esta bebé que necesitaba de toda mi atención. No existe un éxtasis más grande en mi vida que conducir una motocicleta mientras el viento me acaricia el rostro. Esta bebé se llamaría Hamil Race, al igual que las demás. Ya está, ahora tengo que bautizarla con aire fresco.