— ¿Te han dicho que tienes los ojos más lindos del universo entero? — Yo solo sentía mis mejillas arder de la sonrojes. Con sus largos y delgados dedos, acariciaba mi cara.
— Deja de decir eso, no puedo estar tranquila sin sonrojarme — En la habitación solo se escuchaban mis risas, mientras Liam se dedicaba a observarme con esos ojos brillosos que lo caracterizaban — Déjame en paz, tampoco seas tan exagerado, no tengo los más lindos.
Este momento era más que perfecto, nunca me había sentido tan bien y eso me aterraba. Todo estaba mejorando, ya me sentía con más fuerzas y con ganas de seguir, he comido bien últimamente y lo mejor de todo, tenía a alguien que me hacía sentir yo de nuevo y más amada de lo normal.
Siempre los doctores estaban conmigo, me hacían preguntas y según a sus resultados, me dictaban que iba mejorando.
Todo iba tan perfecto.
— Laia, mi luciérnaga. Ya me tengo que retirar porque tengo asuntos de la universidad que resolver, pero mañana a primera hora vuelvo. — me dejo un beso en la frente de despedida y salió — Descansa
— Nos vemos, mi vida. Muchas gracias por estar aquí.
Se fue.
La habitación se quedó vacía como todas las noches. No tenía nada que hacer, así que desde el control apague las luces.
Al intentar dormir, sentí un fuerte escalofrío, empecé a sentir los huesos pesados y adoloridos pero no le tomé importancia, seguramente era alguna reacción del tratamiento.
No podría ser nada peligroso, ¿verdad?
Así que me dispuse a dormir, con el pensamiento de que al otro día despertaría con alegría...
Hasta que llego él y me beso, mientras me recordaba que es solo un adiós