Justo en ese momento, llegó Fleurs, interrumpiendo la atmósfera.
《Ayla, hay algo que te tengo que decirt-...》
Fleurs se detuvo, incapaz de continuar la frase.
Sus ojos se quedaron fijos en aquella niña, como si el tiempo se hubiera detenido y los recuerdos la arrastraran hacia el pasado, donde evocó la imagen de aquella 'mujer' que había dejado una huella indeleble en su memoria."
***
Jasper se encontraba sentado en una mesa de un aula vacía, la luz del sol apenas entraba por las ventanas polvorientas, creando sombras alargadas que danzaban en el suelo. Su voz, cargada de angustia y preocupación, resonó en el silencio.
《¿Qué dices?》 preguntó, incapaz de comprender del todo la gravedad de la situación.
《Ayla, nos observan,》
repitió, su mirada inquieta recorriendo cada rincón del aula, como si esperara ver unos ojos acechantes entre los pupitres desordenados. La tensión en el aire era palpable, casi como si el espacio mismo estuviera conteniendo la respiración.
la sensación de ser observado era abrumadora; podía casi sentir las miradas fijas en el, como si las paredes tuvieran oídos. "¿Quiénes? ¿Por qué estarían aquí?" cuestionó,
《Al parecer, ya se enteraron de que estamos aquí,》
dijo fleurs en voz baja.
De vez en cuando, cuando éran más jóvenes, se encontrában en ese tipo de peligros. Ese era el riesgo de ser alguien reconocido del pais,Los de otras asociaciones le tienen a la mira, como si quisieran quitar una piedra en el camino. Sin embargo, nunca lo habían hecho tan obvio.
Jasper tenía un mal presentimiento; era como si estuvieran desesperados.
《Hay que hacer todo con más cuidado 》respondio.
Las normas de la U.A.E. eran claras:
1. No se abandona una misión.
Tenían que cumplirla sin importar el costo.
___
El primer rayo de sol se coló por la ventana, despertándola con una suavidad que contrastaba con la pereza que sentía. El cuarto, aunque no diminuto, estaba lleno del eco de risas infantiles que resonaban por los pasillos. Un vistazo rápido al reloj la sacó de su letargo: ¡tarde para la escuela! Se vistió a toda prisa, el corazón latiéndole con impaciencia.
Al abrir la puerta, sus ojos se posaron en las figuras de las mujeres que pasaban. Sabía que si la veían dormida, sin seguir a las demás, la castigarían. Tragó saliva, un escalofrío recorriéndole la espalda ante el mero pensamiento. Cinco minutos después, el silencio se apoderó del pasillo; la mayoría de los niños ya desayunaban en el gran comedor, mientras los más pequeños aún no habían empezado sus actividades.
La niña pensó que era injusto. Ella, con tan solo cuatro años, ya iba a la escuela, mientras que otros niños de su edad en el orfanato aún no lo hacían. Sin embargo, apartó rápidamente ese pensamiento. No era que no le gustara aprender; de hecho, le encantaba.sin embargo siempre la exigían a ella más que todo. Quizás la habían puesto en la escuela solo porque era una molestia, una plaga que corría y causaba caos en el orfanato.
Salió disparada del cuarto. Sus pequeñas manos buscaron la manija de la puerta, la giro con esfuerzo y, finalmente, se abrió la puerta,agarró su mochila, lista para Salir.
Sus pasos resonaban en el silencio mientras caminaba lentamente, sin prisa, tarareando una melodía. Ya había superado lo más peligroso; ahora solo necesitaba colarse en la clase. A medida que se acercaba a la escuela, sintió una presencia inusual, algo que la hizo detenerse. No eran como las personas que había visto antes; esta aura era más pesada, casi palpable. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar que alguien todavía más peligroso podría estar cerca.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de un gato que salía del basurero, haciendo crujir las bolsas de basura. Era el mismo gato que siempre estaba persiguiéndola. Lo miró con una mirada fulminante, pero a pesar de su desdén, no pudo evitar hacer un puchero. Había tenido problemas en el pasado por haberlo llevado consigo; aunque no podía decir exactamente que lo "llevaba", ya que el era quien le seguía.
Continuó su camino, pero no sin antes voltear de vez en cuando para mirar al gato que seguía detrás de ella. Finalmente, se rindió de decirle que no se le acercara; había algo en su persistencia que le resultaba entrañable.
Miraba por la ventana del aula, de puntitas, ya que no podía ver bien a través del cristal. Las clases ya estaban en pleno desarrollo, y colarse en ese momento era imposible; además, la ventana estaba cerrada. Solo le quedaba esperar a que comenzara la segunda materia, así que dio un suspiro resignado y decidió que lo mejor era ser paciente.
Caminó un poco más hasta llegar al patio del colegio, donde se extendía un área verde llena de vida. Se sentó bajo un gran árbol, dejando que el cansancio de caminar la venciera. Sacó de su pequeña mochila un libro y lo colocó sobre sus rodillas, sumergiéndose en las páginas. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que el gato maullaba desesperadamente. Al parecer, había intentado cazar pajaritos desde el árbol y ahora se encontraba atrapado en una rama muy alta.
La niña se sobresaltó, abriendo los ojos con pánico. Se levantó de un salto, dejando caer el libro que tenía en sus rodillas. El gato maullaba desesperadamente, su angustia palpable. Sin pensarlo dos veces, movida por un impulso de salvar a su pequeño amigo felino, trepó el árbol. En ese instante, no había nada más en su mente que rescatarlo.
Sin embargo, en el preciso momento en que extendió la mano para agarrarlo, perdió el equilibrio y cayó.
Cuando cayó, la niña no sintió nada en ese instante; su mente quedó en blanco, como si el mundo se detuviera. Sin embargo, al abrir los ojos, se encontró con una mirada intensa que la atravesaba. Era el mismo hombre que había visto por primera vez en el callejón, aquel cuya presencia era intimidante como la primera vez que lo vio.
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Editado: 12.07.2025