La noche cayó como una cortina de plomo.
El Distrito 4 era un barrio olvidado por el gobierno y devorado por el miedo. Las farolas parpadeaban como si dudaran de su propia existencia. El asfalto mojado reflejaba los charcos de sangre que la ciudad fingía no ver.
Kaito avanzaba entre las sombras con paso firme, su abrigo negro ondeando y la máscara cubriéndole el rostro. Detrás de esa apariencia fría, un corazón híbrido latía con furia contenida.
—Kaito, aquí la central. —La voz de un agente sonó en su comunicador—. Objetivo confirmado: Nyxio clase Beta. Múltiples víctimas. Se esconde en la zona industrial abandonada. Tenga cuidado, no actúe impulsivamente.
—Recibido —dijo, sin emoción—. El impulso murió con mi humanidad.
Activó su habilidad.
Los ojos carmesí revelaron un mundo teñido de energía oscura. En ese espectro, los Nyxios eran como brasas vivas en un bosque frío. Y una de esas brasas ardía a menos de cien metros.
Kaito aceleró. Cruzó un callejón, saltó un muro oxidado y cayó de pie en un antiguo parque. Las cadenas de los columpios crujieron con el viento. En el centro, un cuerpo colgaba sin piernas. La sangre aún humeaba bajo la lluvia.
—Demasiado reciente —murmuró.
Entonces, lo sintió.
Una presión en el aire, como si algo lo estuviera mirando desde las paredes mismas. Y de repente, una voz rasposa lo atravesó.
—Hueles… a traición.
Un ser salió del suelo. Nyxio clase Beta, piel pálida como el yeso, ojos amarillos encendidos, y un órgano óseo emergiendo de su espalda, como un látigo vivo. No sonreía: mostraba sus dientes como advertencia.
—No eres uno de ellos —gruñó—. Pero tampoco eres uno de los nuestros. ¿Qué eres?
Kaito no respondió.
Solo apretó el mango de su cuchilla quirúrgica y se lanzó al ataque.
El Nyxio esquivó, su látigo silbó en el aire y le cortó el abrigo. Kaito giró sobre sí mismo y contraatacó con una estocada precisa al costado. El Nyxio gritó, retrocedió, y el suelo crujió bajo su rabia.
Kaito dio un paso al frente.
Sus venas comenzaron a arder con un resplandor carmesí. Su fuerza se duplicó. Sus músculos se tensaron.
Forma híbrida: Nivel 1 activado.
—¿Quién te creó…? —susurró el Nyxio—. No… no puede ser… ¡tú eres uno de los experimentos del Proyecto Eclipse!
Kaito lo derribó con una patada ascendente, lo inmovilizó y clavó un dardo paralizante en su cuello. El cuerpo se agitó, tembló… y luego quedó quieto.
—Misión cumplida —murmuró.
Pero entonces, el auricular volvió a sonar, esta vez con urgencia:
—¡Kaito! ¡Retírese! Un Nyxio clase Alfa acaba de ingresar a la zona. Repito: ¡clase Alfa! ¡Evacúe!
El suelo vibró. Las luces parpadearon.
Kaito miró a la oscuridad y dijo, sin mover un músculo:
—Ahora empieza la verdadera cacería…