Sombra camersí

“El Ojo del Abismo”

Todo ocurrió en segundos.

Un grito ahogado.
Una cápsula de contención.
Gas venenoso.

Kaito fue emboscado por un escuadrón encubierto mientras patrullaba en solitario. No tuvo tiempo de reaccionar. Lo último que escuchó fue una voz mecánica y fría:

—Bienvenido a casa, K-01.

Despertó en una camilla. Manos gélidas lo ataban con correas de acero. Tubos entraban por su espalda, drenando su sangre, inyectándole algo nuevo.

Una voz detrás del vidrio dijo:

—Eras solo un prototipo. Un híbrido débil. Pero ahora tendrás las células del Primer Nyxio. El origen. El verdadero monstruo.
Y tú… serás su contenedor.

Kaito gritó. Su cuerpo se arqueó de dolor. Las venas se encendieron como fuego líquido.
Su voz desgarró el silencio.

Horas después… todo estaba en calma.

El laboratorio era un cementerio. Sangre en las paredes. Cuerpos sin rostro. Alarmas fundidas.

Y en el centro… Kaito.

De pie. Quieto.
Su cuerpo ya no mostraba transformaciones visibles.
Solo un cambio…

Su ojo izquierdo: negro absoluto, con una pupila roja brillante en espiral.

No necesitaba más. Ese ojo lo decía todo.
Era el Nyxio más poderoso jamás creado.

Mientras tanto, el Escuadrón Fénix localizó su señal. Akari sintió que algo estaba mal.

—¡Vamos por él!

Lo encontraron en una torre de vigilancia. De pie, bajo la luz de la luna, como una sombra rota.

—Kaito… —susurró Akari, subiendo las escaleras sin esperar refuerzos.

Él no respondía.

Su aura era tan pesada que casi cortaba el aire.
Oscuridad pura. Como si cargara siglos de odio.

Akari llegó a su altura, con el corazón latiendo con fuerza.

—¿Me escuchas?

Silencio.

Él giró lentamente la cabeza. El ojo rojo brilló.

—Akari… aléjate —dijo con voz hueca.

—No.

—Puedo destruirte con solo un pensamiento. Ya no soy humano. Ni híbrido. Soy… un recipiente.

—¡Mentira! Tú me salvaste. Tú me besaste. ¡Tú luchaste por este mundo! ¡Sigues ahí!

Su energía oscura crepitó. La torre tembló.

Él apretó los puños. Bajó la cabeza.

—No puedo… contenerlo…

Akari no dudó.

Corrió hacia él. Lo abrazó. Lo tomó del rostro.

Y lo besó.

Fuerte. Profundo. Con amor verdadero.

Todo se detuvo.

El aura se deshizo en el aire. El ojo rojo tembló. Luego, lentamente… se cerró.

Kaito cayó de rodillas, respirando con dificultad.

—¿Volviste? —susurró Akari, con lágrimas en los ojos.

Él la miró.
Y por primera vez desde su transformación… sonrió.

—Siempre… vuelvo por ti.




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