Desde que lo salvaron, Kaito no había vuelto a dormir.
No porque no pudiera… sino porque cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos que no eran suyos comenzaban a filtrarse.
Voces.
Gritos.
Lenguas antiguas.
Y una figura… encadenada en una celda negra como la muerte.
Era como si dentro de él hubiera otra mente despierta, una conciencia milenaria...
El Primer Nyxio.
Kaito se miró en el espejo de la sala médica del cuartel.
Su reflejo parpadeó.
Por un instante, no era él…
Era otro ser, con piel pálida como hueso, venas negras y ojos totalmente rojos.
—¿Quién… eres tú? —preguntó en voz baja.
Y la voz dentro de su cabeza respondió.
—Soy tú… antes de que fueras alguien.
Afuera, el escuadrón creía que todo estaba bajo control. Akari estaba vigilándolo en secreto, preocupada por el cambio en su comportamiento.
Pero esa noche, Kaito desapareció.
Fue atraído por un símbolo grabado en una caverna oculta debajo de la ciudad.
Una puerta.
Sellada con sangre y fuego.
Apenas la tocó, su ojo izquierdo brilló como nunca.
La puerta se abrió sola.
Dentro había un altar y un mural tallado con fuego:
Una guerra ancestral entre los humanos originales… y los Nyxios puros.
Y en el centro, una figura que se parecía exactamente a Kaito en su nueva forma.
Y entonces vinieron los recuerdos.
No eran sueños.
Eran memorias reales.
El Primer Nyxio no era un monstruo.
Fue un protector… traicionado por los humanos.
Un pacificador… convertido en arma.
El primero en amar a una humana… y ser asesinado por ella.
Kaito cayó de rodillas.
Gritó. Se sujetó la cabeza.
Pero entonces, la voz volvió a hablar desde dentro:
—No quiero destruir este mundo… quiero que lo recuerde.
Y ahí entendió todo.
El experimento que lo creó no solo puso poder en su cuerpo…
También puso una historia olvidada en su alma.
Ahora, Kaito no solo era un soldado.
Era un legado.
El último fragmento de un pasado enterrado.
Y esa noche, al regresar al cuartel con el cuerpo temblando y las pupilas sangrando, lo entendió todo:
—No soy el arma del gobierno.
No soy su monstruo.
Soy su error… y su castigo.