La misión parecía sencilla.
Una fábrica abandonada en los márgenes del distrito 14.
Reportes de actividad Nyxio en el subsuelo.
Solo era una inspección.
Solo eso.
Pero en cuanto el equipo entró…
las puertas se cerraron.
Las luces parpadearon.
Y un rugido no humano retumbó por las paredes.
—¡Retirada! —gritó Akari.
Pero era tarde.
Una criatura jamás vista emergió del fondo.
Más grande que cualquier Nyxio registrado.
Con múltiples ojos… y una voz que hablaba dentro de sus cabezas.
—¿Kaito? —susurró Akari mientras él se paralizaba.
El Primer Nyxio en su interior lo reconoció.
—Es uno de los míos…
Pero modificado.
Una abominación creada para exterminar todo rastro de humanidad.
Kaito asintió.
—Entonces… no lo dejaré vivir.
La pelea fue brutal.
Uno a uno, sus compañeros cayeron:
Renji, su mentor, fue atravesado.
Kaede, la chica que siempre reía, murió cubriendo a Akari.
Hiro, su amigo más leal, se desintegró en un intento de protegerlos a todos.
Y cuando el monstruo alzó su garra final hacia Akari…
Kaito se interpuso.
La garra lo atravesó por completo.
Akari gritó.
—¡Kaito!
Su cuerpo cayó de rodillas. Sangre. Silencio.
En su mente, solo oscuridad.
Pero entonces, lo sintió.
Una última presencia.
Un último aliento dentro de sí.
—No puede terminar así… —susurró la voz del Primer Nyxio.
Kaito lo vio…
de pie frente a él, como siempre, pero ahora… transparente.
—¿Qué estás haciendo?
—Dándote lo que queda de mí.
Mi alma. Mi fuego. Mi legado.
—Pero si haces eso, morirás.
El Primer Nyxio sonrió.
—Ya lo hice una vez.
Es hora de que tú vivas por los dos.
Y antes de que pudiera responder, la oscuridad lo envolvió.
Akari lloraba sobre su cuerpo.
El escuadrón ya estaba reducido a cenizas.
Hasta que algo ocurrió…
Su ojo izquierdo se iluminó.
El aire tembló.
Su cuerpo se alzó.
El monstruo tembló.
Y con una sola mirada…
Kaito desintegró al enemigo.
No gritó. No habló. Solo caminó hacia los cuerpos de sus amigos.
Los tocó uno por uno.
—Gracias —susurró.
Días después…
el gobierno negó el incidente.
Pero en lo profundo de la base, se realizó un funeral secreto.
Akari sostuvo el brazalete de Hiro.
Kaito observó las lápidas sin nombre.
Y aunque el mundo no recordaría a los caídos…
él nunca los olvidaría.
Ahora el Primer Nyxio no era solo una sombra en su interior.
Era una memoria.
Un sacrificio.
Y Kaito…
ya no era un experimento.
Era el heredero del terror.
El guardián de un nuevo orden.