El aire en la sala de mando era espeso.
El líder del escuadrón —padre de Akari, el comandante Yukihiro— estaba más serio de lo normal.
Kaito, aún con las vendas tras la misión mortal, fue llamado junto a Akari.
Frente a todos los altos cargos del proyecto y sin ningún tipo de ceremonia, Yukihiro pronunció las palabras que sellarían su destino.
—Kaito. Akari. En una semana, se casarán.
Silencio absoluto.
Kaito abrió los ojos con fuerza.
Akari quedó paralizada.
—¿Qué…?
—Es una orden directa —interrumpió Yukihiro con voz cortante—. Ya no es una cuestión emocional. Es estratégica. Ustedes dos son el núcleo del escuadrón. La unión estabilizará sus poderes… y sellará la alianza definitiva entre humanos y Nyxios.
Akari quería decir algo… pero vio los ojos de su padre.
Y solo pudo asentir.
Kaito solo pensó en una cosa:
“¿Es esto amor… o solo otra batalla disfrazada de esperanza?”
Siete días después...
Las flores eran negras y rojas.
La ceremonia fue en una antigua catedral subterránea, usada por el gobierno como refugio antinyxio.
No había invitados comunes… solo miembros de alto rango, científicos y armas ocultas en cada rincón.
Akari vestía de blanco.
Kaito llevaba un uniforme especial, reforzado con placas simbólicas.
Ambos caminaban por el pasillo, sus pasos sincronizados.
Pero Kaito no veía a los asistentes…
Veía a quienes no estaban allí.
Kaede sonriendo desde un banco.
Renji dándole un pulgar arriba.
Hiro sentado con lágrimas de orgullo.
Y junto a ellos, envuelto en oscuridad, el Primer Nyxio, de pie como un espectro de poder puro, le sonreía.
—Disfruta esto, Kaito —le dijo con voz profunda—. El amor es efímero. Pero su fuego...
... te hará más fuerte.
Kaito sintió su corazón latir con fuerza.
Entonces el Primer Nyxio se acercó más.
—Debes saber la verdad. El gobierno creó a uno más, alguien capaz de igualarme.
Un Nyxio sin alma. Solo poder.
—¿Y tú qué harás?
El Primer Nyxio lo miró directo a los ojos.
—Te daré todo. Mi cuerpo, mi esencia, mi legado.
Porque solo tú puedes detenerlo.
Al final del pasillo, Akari tomó su mano.
Ambos temblaban, pero no por miedo.
—¿Lo haces por obligación… o por mí? —susurró ella.
—Por nosotros —respondió Kaito con una media sonrisa.
Y al sellar el beso que los unía en matrimonio, el ojo izquierdo de Kaito se encendió… pero no en rojo.
En dorado.
El poder del Primer Nyxio…
...estaba siendo liberado, lentamente, desde dentro.
El amor selló su destino.
La guerra, su futuro.