El día amaneció con un cielo cubierto de nubes grises, como si el mundo reflejara la tensión y la incertidumbre que reinaba en el acampamento. Los operativos, aunque agotados por la emboscada del día anterior, se movían con la misma eficiencia y precisión que siempre, pero una sombra de desconfianza había comenzado a crecer entre ellos.
Petrov, con la herida en su brazo aun sin sanar del todo, revisaba una vez mas el mapa de la zona. Sabia que el ataque había sido demasiado bien coordinado para ser una coincidencia. Los enemigos los habían esperado, conocían su ruta, y eso solo podía significar una cosa: alguien les había informado.
Sentado en una caja de municiones, Sergei observaba a Alexei, quien permanecía bajo vigilancia constante. —¿Qué piensas hacer con él? —preguntó, rompiendo el silencio que había caído sobre ellos.
—No sé —respondió Petrov, su voz más baja de lo habitual. —Si esta diciendo la verdad, lo necesitamos. Si esta mintiendo… no podemos arriesgarnos a que se cause mas daño.
Sergei asintió, pero su expresión era de escepticismo. —Lo que sea que decidamos, debe ser pronto. Los hombres están empezando a murmurar. No confían en él, y eso nos está dividiendo.
Petrov sabía que Sergei tenía razón. La moral de sus hombres estaba en juego, y cada minuto que pasaba sin tomar una decisión clara solo empeoraba la situación. Necesitaba respuestas, y las necesitaba rápido.
Se acerco a alexei, quien estaba sentado solo, con las manos atadas y la mirada perdida en el suelo. —Voy a hacerte algunas preguntas, y quiero que seas completamente honesto conmigo —dijo Petrov, su tono era más severo.
Alexei levanto la vista, sus ojos llenos de desesperación. —Te dije la verdad. No sabia que iban a atacar. Creí que estaba ayudando.
—Entonces, ¿Cómo explicas que supieran exactamente donde íbamos a estar? —Petrov lo miro fijamente, buscando cualquier señal de engaño.
—No lo sé —respondió alexei, su voz temblorosa. —Quizás… quizás alguien lo esta traicionando. No soy el único con acceso a esta información.
Petrov frunció el ceño. La idea de un traidor entre sus propios hombres era inquietante, pero no podía descartarla. —¿Tienes alguna prueba de eso?
—No, pero… he visto cosas. Conversaciones en susurros, miradas que no cuadran. Hay alguien que no quiere que ganes esta guerra —dijo alexei, con una urgencia en su voz que hizo que Petrov dudara de su propia certeza.
Petrov se levantó, sin decir una palabra más, y se dirigió hacia Sergei. —Si es cierto lo que dice, no podemos seguir así. Si hay un traidor entre nosotros, debe ser desenmascarado, y debe ser rápido.
—¿Y cómo podemos hacerlo? —preguntó Sergei, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Hablare con los demás, uno por uno. Vee si alguien revela algo sin querer —respondió Petrov, sabiendo que sería un proceso largo, pero necesario.
El resto del día paso en una tensa calma, con Petrov interrogando a sus operativos de manera sutil, buscando cualquier pista que lo llevara al traidor. Pero las respuestas que tuvo fueron inconclusas, y la desconfianza solo creció.
Esa noche, mientras el campamento se sumía en el silencio, Petrov se encontró incapaz de dormir. La duda lo atormentaba. Había basado su vida en el instinto y la estrategia, pero ahora se encontraba en una posición donde ninguna táctica parecía adecuada.
De repente, un ruido lo sacó de sus pensamientos. Era un susurro, apenas audible, proveniente de la dirección donde estaba Alexei. Con cautela, Petrov se levantó y se acercó, asegurándose de no ser visto.
Cuando llegó, vio a Alexei hablando en voz baja con otro de sus hombres, un soldado que Petrov había considerado leal durante mucho tiempo. Petrov no pudo oír claramente lo que decían, pero la proximidad entre ellos y la expresión en el rostro del soldado encendieron todas las alarmas.
Sin dudarlo, Petrov salió de las sombras, su arma apuntando directamente al soldado. —¡Aléjate de él ahora mismo!
El soldado levantó las manos, sorprendido. —¡Espera, Petrov, puedo explicar!
—Lo harás en cuanto seas desarmado y atado —respondió Petrov con frialdad. —Sergei, llévatelo.
Sergei apareció de inmediato, atando las manos del soldado mientras Petrov miraba a Alexei. —Parece que tenías razón sobre que algo no cuadraba. Pero eso no te libra del todo. Ahora, vamos a descubrir la verdad.
El soldado, temblando, fue llevado a un rincón del campamento para ser interrogado. Petrov sabía que las próximas horas serían críticas. La niebla de la duda había caído sobre ellos, y solo la verdad podría disiparla.