El silencio nocturno se rompía solo por el suave crujido de las brasas que quedaban en las hogueras del campamento. Petrov estaba sentado en una roca, observando el fuego con la mirada perdida. Las palabras del extraño resonaban en su mente: La verdad está en las sombras que dejaste atrás. Pero, ¿a qué se refería exactamente? Sabía que el enemigo lo conocía mejor de lo que él hubiera imaginado, y lo que era peor, conocía su pasado.
Sergei se acercó, interrumpiendo sus pensamientos. —Los hombres están preocupados. Han visto la tensión en tu rostro desde que regresaste.
Petrov se mantuvo en silencio por un momento, sopesando lo que iba a decir. Sabía que, tarde o temprano, tendría que compartir lo que había descubierto. Finalmente, habló: —Hay algo más en juego aquí, Sergei. No solo estamos luchando contra un enemigo visible. Esto va más allá de la guerra que conocemos.
Sergei frunció el ceño, claramente confundido. —¿Qué quieres decir?
—El hombre que encontré en la cabaña, el que ha estado observándonos… sabe más de mí que cualquier otra persona. No solo de mí como soldado, sino de mi vida antes de todo esto. Me dijo que mis decisiones me han traído hasta aquí, y que hay algo en mi pasado que necesito enfrentar.
El silencio entre ambos era pesado, cargado de preguntas que ninguno de los dos sabía cómo formular. Sergei, siempre práctico, intentó centrarse en lo inmediato. —¿Sabes quién es ese hombre?
Petrov negó con la cabeza. —No, pero parece estar en el centro de todo esto. Y estoy convencido de que no estamos luchando solo contra un ejército. Hay algo más, una red de poder que se mueve en las sombras.
Sergei suspiró. —Estamos perdiendo hombres, Petrov. Cada día que pasa, la moral disminuye. Necesitamos una victoria, algo que nos dé esperanza. No podemos permitirnos distraernos con enigmas ahora mismo.
Lo sé —respondió Petrov, aunque su mente seguía enfocada en las palabras del extraño. Sentía que las respuestas estaban más cerca de lo que pensaba, pero que todavía no podía alcanzarlas.
Esa noche, Petrov no pudo dormir. Las imágenes del pasado lo acosaban. Recordaba los momentos que había intentado enterrar: las decisiones difíciles, las traiciones, y, sobre todo, las pérdidas. Se levantó, incapaz de soportar más la presión de su mente, y salió de la tienda.
Caminó hasta el borde del campamento, donde la niebla comenzaba a disiparse lentamente con el amanecer. Allí, de pie junto a un árbol solitario, pensó en lo que había dejado atrás: su familia, su vida antes de la guerra. La guerra le había quitado muchas cosas, pero ahora parecía que también le estaba quitando su propia identidad.
De repente, escuchó un sonido a su derecha. Instintivamente, desenfundó su arma y giró hacia la fuente del ruido. Entre las sombras, una figura apareció lentamente. Era un hombre mayor, con el rostro curtido por los años, pero sus ojos brillaban con una intensidad que Petrov reconoció de inmediato.
—Vladimir Petrov —dijo el hombre con una voz profunda y tranquila. —Es hora de que enfrentes la verdad.
Petrov lo observó con cautela. —¿Quién eres tú?
El hombre dio un paso adelante, su rostro ilumina do por la luz tenue del amanecer. —Soy alguien que ha visto lo que tú has visto, que ha sentido lo que tú has sentido. Luché en esta misma guerra hace mucho tiempo. Y como tú, cometí errores que pensé que podía dejar atrás.
—¿Qué quieres de mí? —Petrov mantuvo su arma apuntada, aunque algo en la voz del hombre le resultaba extrañamente familiar.
—No quiero nada de ti, más que mostrarte la verdad. Una verdad que has intentado olvidar, pero que siempre te ha seguido. Sabes de lo que hablo, Petrov. Sabes lo que hiciste.
Las palabras del hombre cayeron sobre Petrov como un peso aplastante. Los recuerdos reprimidos comenzaron a surgir a la superficie: una misión fallida, una traición que nunca había confesado. Había perdido hombres ese día, y la culpa lo había consumido desde entonces.
—Yo no… no tuve elección —murmuró Petrov, bajando lentamente su arma. —Hice lo que tenía que hacer para sobrevivir.
El hombre asintió. —Todos hacemos lo que creemos necesario. Pero las sombras del pasado nunca desaparecen por completo. Están aquí, siguiéndote. Y si no las enfrentas ahora, te destruirán.
Petrov sintió el peso de esas palabras, más pesado que cualquier arma que había portado. Sabía que el hombre tenía razón. Durante mucho tiempo había intentado huir de su pasado, concentrándose únicamente en la guerra actual, pero ahora entendía que nunca había dejado atrás lo que realmente lo perseguía.
—¿Qué debo hacer? —preguntó finalmente, su voz baja, casi resignada.
El hombre lo miró directamente a los ojos. —Debes enfrentarte a aquellos a quienes traicionaste. Solo entonces podrás liberarte de las cadenas que te atan.
Antes de que Petrov pudiera responder, el hombre dio media vuelta y desapareció entre los árboles, dejándolo solo con sus pensamientos.
Petrov se quedó allí, sintiendo el frío del amanecer en su piel, pero algo había cambiado en él. Sabía que, para ganar esta guerra, primero tendría que ganar la batalla contra sí mismo. Tendría que enfrentarse a los fantasmas de su pasado, a las decisiones que había tomado, y al precio que esas decisiones habían cobrado en su alma.