Alan solía tomar la autopista cuarenta y seis para dirigirse a casa de Laura cada vez que salía de dar clases en el instituto los viernes.
Conducía aproximadamente noventa kilómetros desde la ciudad hasta el pueblo en el que ella vivía. Por lo general salía a las veintitrés quince y llegaba a destino pasada la medianoche.
Todos los viernes la rutina era la misma, salía del estacionamiento, paraba en un mini market a comprar unos snacks y luego volvía a parar en una estación de servicio para cargar combustible, hizo lo mismo durante los dos años que llevaba su relación con Laura. Pero esa noche no hizo nada de todo aquello, no hizo ninguna parada, estaba cansado y solo quería llegar.
Al pasar la estación de servicio que se encontraba al límite de la ciudad comenzó a llover, y esto le hizo pensar por un momento si debía volver a su departamento para luego viajar a la mañana siguiente porque sabía que era época de lluvia y viajar bajo esta y posible granizo podía ser peligroso, pero finalmente optó por no hacerlo y continuó con su viaje.
Al bajar de la autopista tomó un atajo, era una ruta que conducía al pueblo, por lo general muy poco transitada por eso le llamó la atención ver a un auto con las luces altas por el espejo retrovisor. Bajó la velocidad para dejarlo pasar pero éste continuaba; la distancia que tenía uno de otro era de doscientos metros aproximadamente. Alan aceleró para perderlo aunque vanamente ya que era una ruta sin calles adicionales, pero solo quería dejar de ver esas fuertes luces en sus espejos.
Al cabo de unos largos minutos las luces cesaron, lo que hizo que Alan se sintiera aliviado, pero ese momento fue breve porque a unos cien metros de distancia, el auto que venía tras el comenzó a hacerle señas con las luces, asique pensó que probablemente aquel conductor tenía algo que decirle, por lo que frenó y se orilló, esperó unos momentos a que el auto se acerque para luego notar algo Increíblemente espeluznante. Las luces no provenían de ningún auto, si no que eran como bolas lumínicas que viajaban a la velocidad de un auto, con el mismo tamaño de los faroles de uno, pero eran solo eso. Ambas pasaron por el lado izquierdo de Alan adelantándose a el. Se quedó inmóvil durante unos minutos, apenas podía asimilar lo que acababa de ver, sus manos no dejaban de temblar; tomó el teléfono y llamó a Laura pero esta no contestó así que arrancó el auto para salir rápidamente de allí.
Mientras conducía trataba de convencerse de que lo que sus ojos habían visto no había sido real, pero le resultaba muy difícil engañarse a si mismo.
Condujo unos seis kilómetros más y nuevamente comenzó a ver esas luces pero ahora veía dos pares de luces adelante, y un par de luces detrás de su auto, así que se detuvo bruscamente y bajó para ver si todo aquello era realmente cierto. Lo era. Espero unos minutos para volver a subir pero esta vez decidido a no hacer ninguna otra parada.
Finalmente veía el pueblo a lo lejos, sabía que no faltaba más que unos minutos para llegar a casa de Laura, no solo estaba cansado, si no que estaba aterrorizado, pensó toda clase de locuras en el camino, pero al llegar al pueblo se llevó una aún más terrorífica sorpresa, las calles estaban repletas de esas luces, circulaban por ellas al igual que lo hacen los autos, siempre de a dos, y a la misma velocidad, pasaban por su lado, algunas venían de frente, otras estaban quietas, todas sobre las calles e iban en todas las direcciones por el pueblo. Alan comenzó a acelerar, el miedo y las dudas estaban carcomiendo su cabeza, hasta que justo antes de un semáforo una sombra blanca cruzó por delante de su auto. Sus siluetas eran iguales a las de una persona, pero totalmente blancas, sin cara, sin piel, caminaban por la acera y cruzaban, algunas solas, otras en grupos.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Alan, sentía pánico, no sabía de que se trataba aquello que veía, estaba perplejo observándolos. No podía dejar de sudar, sus manos se resbalaban del volante, todo su cuerpo temblaba. Decidido a escapar de aquel lugar, aceleró lo más que pudo y finalmente llegó a casa de Laura, pero al estacionar vio como ella salía del garage en su auto.
Alan bajó y corrió hacia ella, le hacía señas para que ella pare pero no le hizo caso, así que corrió tan rápido como pudo y alcanzo a golpear la ventanilla de su auto pero Laura aceleró y salió rápidamente de la casa. El se quedó perplejo ante esto, no entendía que pasaba así que corrió al auto y comenzó a llamarla sin obtener respuesta, finalmente no le quedó más remedio que ir tras ella. Sabia que tenía que volver a pasar por el pueblo, y deseaba fuertemente que ni las luces ni las sombras estuviesen ahí pero lamentablemente allí estaban.
Y ahí iba Alan tras el auto de Laura, tocándole bocina entre medio de las luces y las sombras blancas, llorando y suplicando que todo aquello acabe de una vez. El la siguió hasta la ruta, aquel atajo donde se había detenido por primera vez al ver las luces. Ella frenó bruscamente y bajó del auto, en aquel lugar había más sombras blancas que las que Alan podía contar, el lugar estaba repleto y no solo de ellas si no también de esas luces. Bajó del auto y se dirigió hacia ella rápidamente pero cuando se encontraba a unos pocos metros, notó lo más espeluznante que había visto hasta ese momento, su propio auto, el cual estaba estrellado en el único poste eléctrico que había en la ruta, su cuerpo estaba dentro. Alan se había dormido al volante en medio de la tormenta.
De pronto el cuerpo de Laura se convirtió lentamente en una sombra blanca igual que las otras, y su auto en luces iguales a las que había visto.
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Editado: 30.03.2020