Estoy atrapado en un laberinto,
con paredes que murmuran mi nombre.
Cada paso es una pregunta,
cada esquina una alternativa.
Las paredes están cubiertas de recuerdos,
algunos borrosos, otros tan reales
que duelen como espinas.
Intento seguir adelante,
pero el camino se desvía,
y mis pies dudan en cada cruce.
El laberinto no tiene salida visible,
solo giros interminables
que me llevan de vuelta al inicio.
¿Y si no estoy aquí para escapar?
¿Y si este lugar está aquí
para enseñarme a aceptar
la incertidumbre que soy?
Tal vez no sea un prisionero,
sino un aprendiz
de mi propio caos.