El sol se hunde en el horizonte,
bañando todo en tonos dorados y grises.
Es un momento suspendido,
un respiro antes de la oscuridad.
En el crepúsculo, me pierdo,
entre lo que fui y lo que temo ser.
Las sombras se alargan a mi alrededor,
como si intentaran envolverme,
llevarme consigo a un lugar donde el tiempo no existe.
Intento aferrarme a la luz,
pero la noche es inevitable,
como un susurro que promete descanso
y un abismo que no sé si quiero enfrentar.
¿Qué ocurre en los bordes del día,
donde la luz y la sombra luchan?
Quizás ahí es donde realmente habito.