Primera Carta

Cuando te vi por primera vez Kenneth, para mi eras el hombre perfecto, sin importar las imperfecciones que tuvieras. Desde mi punto de vista, te consideraba humilde, tranquilo, honesto; en fin, todo los valores que pudiera escribir encajaban a la perfección contigo. Sin conocerte.

Solo que… ¿Quién diría que las apariencias engañan?

Cuando apenas tenía 17 años, nunca había tenido pareja, hoy a mis 25 años sigo estando soltera, pero feliz. Estoy aprendiendo a sanar. En fin, vuelvo a lo que realmente estoy aquí escribiendo para intentar cerrar ciclos, aunque suene bastante cliché.

Imaginé que si tenía una relación contigo iba a llamarte “my love”, pero no pude. Aquel día, hace varios años atrás cuando estabas sentado en esa banca bajo de un gran árbol de mango, te observaba por casualidad mientras yo estaba caminando y te vi, me quedé a observarte mientras tenías una conversación con una persona mayor que vos; luego de un buen tiempo supe que era tu padre. Ambos se reían y eran carcajadas que te contagiaban al instante.

No estaba preparada para conocerte a fondo, aunque no miento que cuando comencé a conocerte, llegué a conocerte hasta el alma, resultó encantadora y aterradora al mismo tiempo.

Ambos nunca estuvimos preparados, mucho menos cuando iniciamos ese juego que consistía que tú eras el cazador en una forma literaria y yo era la presa; aunque las cosas sin querer fueron lo contrario.

Querido Kenneth, si me hubieran dicho antes que no eras lo que aparentabas con esa mirada agradable, por nada del mundo me hubiera acercado a ti.

“My love”, joder… sonaba hermoso.

Yo tengo mi versión de los hechos, nunca podré conocer la tuya o eso espero, también podré gastar millones de hojas y acabarle la tinta a todos los lapiceros que tenga en uso o que tenga que comprar, para poder escribir ese fin que tanto he puesto en pausa en mi vida.

Mientras te escriba ya hipotéticamente nunca tendrás las cartas te contaré todo. Para así, poder desahogarme.