Había una vez un vampiro en la ciudad que amaba el pan de ajo.
Todos los días se aplicaba protector solar y usaba un sombrero gigante que lo protegía de los rayos UV y de las miradas inquisidoras de los pobladores. A las ocho de la mañana salía de su casa con su atuendo característico. Caminaba cuatro cuadras hasta la panadería donde preparaban el mejor pan de ajo del mundo, alguien le había escuchado decir. Esperaba diez minutos ansiosamente a que la dependienta abriera el local, intercambiaba un saludo cordial y ordenaba su menú habitual: un pan de ajo y un capuccino tibio. Siendo esas las únicas palabras que expresaba en su estancia en el lugar.
En silencio, se sentaba cerca del mostrador a esperar que la pelirroja se acercara con su pedido. El vampiro bebía algunos sorbos de la bebida y no tocaba el pan de ajo. A las seis se retiraba, no sin antes dejar una sustanciosa propina. Todos los días llevaba a cabo su rutina, no le importaba lo feroz del sol o la fuerza de la lluvia, cumplía con su cita.
En las festividades el lugar se colmaba de compradores ansiosos por hacerse con los famosos cupcakes de frambuesa. Sin embargo, jamás los probó. Se instalaba en su lugar habitual a observar con nostalgia el tumulto que apestaba su santuario.
Los años transcurrieron en el cual jamás probó el pan de ajo. Un día ni tan caliente ni tan frío, ni tan triste ni tan alegre, su contraparte no apareció. La esperó hasta las seis pero nunca llegó. El enigmático morador de la noche buscó desesperadamente su pan de ajo hasta que llegó al camposanto de la ciudad donde se estaba llevando a cabo la ceremonia fúnebre de la pelirroja,
Aguardo que bajaran el cuerpo inerte y frente a la tumba todavía caliente, lloró.
–¿Conocía usted a mi esposa?-. Inquirió la voz de un anciano a su lado.
– No, solo me gustaba su pan de ajo–. Respondió en voz baja.
-Katrina amaba el pan de ajo.
- Igual yo.
Y así, después de cuarenta años, el vampiro probó el último pan de ajo que su amada había preparado y durmió deseando que en otra vida hubiese tenido el valor de hablarle.
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Editado: 16.02.2025