Los panes de la tienda de la esquina desprenden un olor agradable. Todas las mañanas, el debilucho panadero con olor a crema pastelera inicia su ritual de preparación. Con una parsimonia característica de los de su clase, revuelve los ingredientes, precalienta el horno y, sus manos se encargan de la masa de manera hipnotizante, la moldea y amasa hasta llegar a la perfección. Siempre he dicho que es cautivador observar su labor desde mi ubicación pero me emociona más cuando en mis paseos diarios me acerco un poco más a su establecimiento. Sus movimientos rápidos pero certeros permiten que los postres, panes y tortas estén listos a tiempo a las siete de la mañana cuando el pelotón de ciclistas llegan al establecimiento con sus bicicletas de millones, relojes sobrevalorados para el ejercicio y con el tiempo límite para llegar a sus consultorios.
Mis ojos no se pueden apartar del mostrador repleto de olores. No tengo permitido acercarme hasta el lugar, a pesar de residir al lado. Me han dicho que es peligroso ¿el panadero es peligroso? Lo considero el hombre más gentil y con el olor más intoxicante que he visto. A veces, cuando el sol está en su cúspide y la clientela es baja, se escabulle hasta las rejas de mi hogar y me regala una dona. No dudo en aceptarla y me relamo los restos con la lengua.
En una ocasión, escuché a mi madre propinar palabras malsonantes al panadero sobre cómo dejó de darme mis donas favoritas. La escuché decir que sabe lo que hace y que llamará a la policía si no se detiene. Las visitas pararon. Lo extraño.
Pero, un día, mientras descanso en la terraza, percibo un fuerte sonido interrumpiendo el silencio del vecindario. Veo camionetas con luces grises y azules de donde varios hombres con uniformes extraños salen con juguetes curiosos. Gritan un nombre familiar y entiendo que buscan al creador de las donas de sabor metálico. Intenté advertir, ¡lo juro! Pero, mi voz se pierde entre la sirena y los gritos amenazantes de los hombres que exigen que salga. No sé qué hacer, camino de un lado a otro pegando alaridos pero solo recibo la orden de guardar silencio. ¿Por qué hacen esto?
De repente, un sonido ensordecedor obliga al mundo a guardar silencio. Segundos angustiantes donde no comprendo qué está pasando, mi madre me tiene entre sus brazos mientras me retuerzo intentando salir de los mismos a han encontrado a dos con vida pero que la tercera se ha perdido. Mi madre llora desesperada y yo solo puedo seguir ladrando.
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Editado: 16.02.2025