Sombras de un mismo corazón

Capítulo 5

Alois no respondió a las amenazas de Ian aquella noche lluviosa. Lo miró fijo, con la mandíbula apretada, hasta que el chico —o lo que fuera que estaba frente a él— se alejó con una sonrisa oscura en los labios.

Por dentro, el hermano mayor ardía de rabia y miedo. No tenía claro qué le pasaba a Axel, pero lo sabía: Yoon corría peligro. Y si él no hacía nada, ese peligro caería sobre su hermano más temprano que tarde.

Así que decidió callar. No le diría nada aún a Yoon, porque conocía bien a su hermano: no lo escucharía, se aferraría con uñas y dientes a ese recuerdo idealizado de Axel. No, Alois necesitaba pruebas, algo tan contundente que Yoon no pudiera negarlo. Lo desenmascararía frente a sus propios ojos, aunque eso significara jugar un juego peligroso contra esa cosa que habitaba en Axel.

Mientras tanto, en la casa de Axel, la tormenta era distinta.

La lluvia repiqueteaba en los cristales, y él se encontraba de pie frente al espejo del baño, empapado, con el pulso en su ojo brincando sin control. Al principio solo se veía a sí mismo, exhausto y pálido… pero luego, poco a poco, el reflejo cambió.

En el cristal, Ian se mostraba erguido, con una expresión altiva y cruel, mientras que detrás de él, como atrapado en un rincón, se veía el rostro de Axel: los ojos rojos de tanto llorar, los labios temblando.

—¿Lo ves? —rió Ian, inclinándose hacia adelante—. Él no confía en ti. Alois ya lo sabe. Y tarde o temprano, Yoon también lo sabrá.

Axel golpeó el espejo con la palma abierta, desesperado.
—¡Déjame salir! ¡Déjame vivir! No quiero que lo lastimes, Ian. Por favor…

Ian giró un poco la cabeza, como si escuchara a un niño llorar, y chasqueó la lengua con burla.
—Eres patético. Siempre suplicando, siempre temblando. Yo soy el que te salvó cuando nadie más lo hizo. Yo soy la fuerza que tú nunca tuviste.

Axel, en el reflejo, alzó la mano contra el cristal como si intentara atravesarlo.
—No quiero fuerza… solo quiero paz. Déjame al menos estar con él.

El rostro de Ian se endureció, y sus ojos brillaron con un destello feroz.
—¿Con Yoon? ¿Ese niño que te mira como si fueras su salvación? No, Axel. No lo entiendes… si él sigue cerca, voy a romperlo. Frente a ti. Para que aprendas quién manda.

Axel cayó de rodillas en el suelo frío del baño, hundiendo el rostro en las manos, mientras en el espejo Ian sonreía satisfecho.

—Duerme, Axel. Deja que yo maneje todo. Tú eres demasiado débil para existir.

Pero Axel, con un hilo de voz, se atrevió a responder:
—No me voy a rendir… No esta vez.

Ian lo miró con calma, como quien observa a una presa que aún no sabe que ya está atrapada.

—Entonces será más divertido verte fracasar.

La tensión dentro de esa casa era tan asfixiante como la tormenta que rugía afuera. Ian planeaba su golpe, Alois urdía su estrategia para exponerlo, y Axel… apenas lograba resistir, aferrado a lo único que lo mantenía despierto: la sonrisa de Yoon.




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