Sombras de un mismo corazón

Capítulo 6

Alois llevaba días maquinando. Cada mirada extraña, cada gesto inquietante de Axel estaba grabado en su memoria. No podía permitir que Yoon siguiera ilusionándose con alguien tan peligroso, así que ideó un plan. Si conseguía que Ian saliera frente a Yoon, si lograba que viera con sus propios ojos esa transformación, no quedaría lugar a dudas.

El momento llegó una tarde tranquila. Yoon había invitado a Axel a cenar en su casa. Nada ostentoso: arroz, carne y algunas verduras, como cuando eran niños. Para Yoon era un gesto cálido, un intento de revivir algo sencillo y familiar. Alois, en cambio, lo vio como la oportunidad perfecta.

Mientras los tres estaban en la mesa, Alois mantenía la conversación ligera, pero sus ojos estudiaban a Axel con detenimiento. Sabía que Ian aparecía cuando había tensión, cuando Axel estaba al borde. Así que decidió provocarlo.

—Dime, Axel —dijo con un tono que sonaba amistoso pero que llevaba veneno escondido—, ¿cómo llevas tus noches? Supongo que es difícil… estar solo, después de lo que pasó con tu madre.

Axel bajó la mirada. Una sombra de dolor cruzó su rostro, y el tic en su ojo apareció. Alois lo notó al instante.

—Porque, ¿sabes? —continuó, inclinándose un poco hacia adelante—. Me resulta curioso cómo hay quienes lloran de día… y parecen otra persona de noche.

El ambiente se tensó. Yoon frunció el ceño, confundido. Axel apretó los cubiertos con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. En su interior, Ian comenzaba a presionar, deseando salir.

—Vamos, Axel —remató Alois, con una sonrisa seca—, ¿no tienes algo más que mostrarnos?

Por un instante, los ojos de Axel se oscurecieron. El pulso en su sien latía con violencia. Alois contuvo la respiración: estaba a punto de verlo. Estaba seguro de que Ian saldría.

Pero entonces, Ian se contuvo. Se aferró al control con una calma helada.

Axel levantó la mirada y, en vez de estallar, sonrió débilmente.
—Alois… entiendo que quieras proteger a tu hermano. Yo también lo haría. Pero lo único que tengo para mostrarte es esto —y miró a Yoon, con ternura sincera—. Que no soy perfecto, pero estoy aquí.

Yoon se conmovió. Sus ojos brillaron al ver a Axel tan vulnerable y auténtico. En cambio, Alois apretó los dientes, furioso. Lo que había presenciado no era Ian: era Axel siendo Axel, el chico amable, incapaz de hacer daño.

—¿Ves, Alois? —dijo Yoon, molesto—. Te dije que estabas equivocado. Axel no es lo que crees. ¿Por qué insistes en juzgarlo?

Alois intentó replicar, pero todo lo que tenía eran palabras vacías, sin pruebas. Yoon no lo escucharía. No después de lo que acababa de ver.

Esa noche, cuando Axel regresó a su casa y se encerró en el baño, Ian apareció en el espejo, carcajeándose.

—Bien jugado, Alois. Casi lo logras… pero no me atraparás tan fácil.

Axel, desde el reflejo, parecía devastado.
—¿Por qué… por qué no saliste?

Ian sonrió con arrogancia.
—Porque me divierte más verte suplicar. Y porque mientras Alois se hunda en su propia frustración, Yoon confiará más en ti. Y cuando lo confíe todo… será el momento perfecto para romperlo.

Axel sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Ian no solo lo había dejado en ridículo: había transformado la trampa en un arma contra Alois y Yoon.

El juego ya no era solo de engaños. Ian estaba preparando algo mucho más grande.




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