Sombras de un mismo corazón

Capitulo 7

Desde aquella cena, Ian supo exactamente cómo mover sus piezas. Alois había quedado desarmado y Yoon, conmovido, veía en Axel la calidez de siempre. Era el escenario perfecto.

Así, durante los días siguientes, Ian comenzó a salir más seguido disfrazado con la sonrisa de Axel. Caminaba al lado de Yoon, escuchaba sus historias, lo acompañaba en sus ensayos y hasta en las caminatas por el vecindario. A los ojos de Yoon, era como tener de vuelta a su amigo de la infancia, alguien que parecía entenderlo mejor que nadie.

Pero dentro del espejo, atrapado en los rincones de su propia mente, Axel sufría. Cada gesto, cada palabra, cada risa que Ian arrancaba de Yoon era un cuchillo clavándose en su pecho. Se golpeaba contra el cristal invisible, intentando tomar el control, pero Ian era más fuerte.

—Déjalo, Ian… —suplicaba Axel, con la voz quebrada—. No lo uses. Él no merece esto.

Ian, sentado con desparpajo en ese reflejo, lo miraba con crueldad.
—¿Usarlo? No, Axel… solo estoy dándole lo que quiere. Tu sonrisa, tu atención, tu cercanía. Todo lo que tú jamás tuviste el valor de darle.

El reflejo de Axel lloraba en silencio, impotente, mientras Ian seguía viviendo en el mundo real.

Yoon, ajeno a la guerra interna, comenzó a abrirse más con Axel. Una tarde, mientras caminaban junto al río, le confesó con un hilo de voz:
—¿Sabes? Cuando volví… pensé que ya no ibas a recordarme. Pero ahora siento que… siempre estuviste aquí, esperando.

Ian lo miró con esa sonrisa torcida que, para Yoon, parecía ternura, pero que escondía un filo cruel. Se acercó un poco más, lo suficiente para que el corazón del chico temblara, y le susurró:
—Claro que te recordaba. Eres lo único que no he olvidado nunca.

Dentro, Axel golpeó desesperado el cristal de su prisión.
—¡No, Yoon! ¡No le creas, no soy yo! ¡Ese no soy yo!

Pero Yoon no podía escucharlo. Solo veía al Axel que tenía delante, ese que parecía tan sincero y cálido.

Ian disfrutaba de cada instante. Sabía que cuanto más lo atrapara, más dolería después. Era un juego de control, un ajedrez perverso: alimentar la esperanza de Yoon para luego destrozarla frente a sus ojos.

Al caer la noche, cuando Yoon regresaba feliz a casa, Ian se plantó frente al espejo del baño y dejó que Axel viera el reflejo de todo lo ocurrido.

—¿Lo ves? —se burló Ian, inclinándose hacia el cristal—. Lo estoy robando de ti. Sus sonrisas, su confianza, incluso su corazón… todo será mío. Y cuando se lo quite de golpe, cuando lo vea arrodillarse pidiendo que vuelvas, será entonces cuando yo lo destruya.

Axel, derrumbado, cayó de rodillas dentro de esa prisión oscura.
—No… Yoon…

Y en ese instante, comprendió la verdad más cruel: Ian no solo quería dominarlo. Quería usar lo que más amaba para aplastarlo desde dentro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.