Sombras de venganza

Capítulo 3 - Sombras del pasado

El día avanzaba lentamente, pero Sofía no podía permitirse distraerse. Cada minuto que pasaba la acercaba más al inevitable enfrentamiento con Ricardo. Mientras su mente trabajaba a toda velocidad, sus ojos repasaban la última pista que había encontrado: los movimientos de su hermano en los últimos meses. Las piezas parecían encajar, pero algo no terminaba de cerrar.

Pasaron varias horas y, finalmente, la tarde dio paso a la noche. Sofía decidió tomar un descanso, salir de la oficina. Necesitaba despejarse. No importaba cuánto trabajo tuviera por hacer; su mente ya estaba completamente absorbida por lo que vendría. A veces, la única manera de obtener respuestas era alejarse de los papeles y dejar que los recuerdos hablasen.

Caminó por las calles de la ciudad sin un destino claro, dejando que la brisa fría la envolviera. Al dar la vuelta en una esquina, se encontró frente a un café que le resultaba familiar. El pequeño lugar siempre había sido uno de sus preferidos cuando vivía en la ciudad. Allí solía pasar horas leyendo y pensando en sus proyectos. Pero esa tarde, el lugar la recibía con una sensación extraña, como si el tiempo se hubiera detenido.

Entró sin pensarlo. El aroma a café y pasteles recién horneados la envolvió, pero la nostalgia también apareció, no invitada. Se acercó al mostrador y pidió un café negro, fuerte. Mientras esperaba, miró a su alrededor. La decoración del café seguía igual, las mesas de madera gastadas, las luces tenues. Pero algo la inquietaba.

De pronto, vio una figura familiar al fondo, en una de las mesas cerca de la ventana. Era Adrián, un viejo amigo de su hermano. Un hombre que, a lo largo de los años, había sido parte de su vida, aunque siempre a la sombra de la relación con su hermano. No se veían desde hacía tiempo, pero ella no había olvidado cómo había desaparecido después de la tragedia. Nunca entendió por qué se alejó tan abruptamente de ellos, ni qué sabía realmente sobre lo que había pasado.

Sofía no tenía miedo de enfrentarse a Adrián, pero algo le decía que esa conversación podría ser más reveladora de lo que esperaba. Se acercó lentamente, hasta que él levantó la vista y la vio. Sus ojos, como siempre, parecían intentar esconder algo, pero ella ya no estaba dispuesta a ignorar las señales.

—Sofía —dijo, dejando el café a un lado. Su tono fue suave, pero había algo que delataba una incomodidad evidente.

—No te acerques demasiado, Adrián. No te creo ni una palabra —respondió ella sin titubear, el veneno de la traición aún fresco en su mente.

Adrián levantó las manos, como si tratara de calmarla, pero sabía que no sería tan fácil.

—Sé que te has enterado de muchas cosas, pero… ¿realmente quieres saber la verdad? —su voz se tornó más grave. Por un segundo, Sofía lo observó con desconfianza.

—¿Qué sabes sobre Ricardo? —interrumpió ella, sin rodeos.

Adrián titubeó. Sabía que su respuesta podría cambiar todo. Tomó un sorbo de su café, como si quisiera ganar tiempo.

—No todo lo que te han dicho es lo que parece. —Su mirada se desvió hacia la ventana, como si las sombras de la noche pudieran ayudarlo a encontrar las palabras adecuadas. —Pero no te puedo contar todo. No hasta que estés lista para escucharlo.

Sofía apretó los labios. No podía esperar más. La sensación de que Adrián estaba ocultando algo, que sabía algo crucial sobre lo que había ocurrido, la devoraba.

—No me hagas perder el tiempo, Adrián. Ya he sufrido bastante. ¿Qué sabes sobre mi hermano? ¿Qué pasó realmente?

Finalmente, Adrián la miró a los ojos, sin intentar esconder nada.

—Lo que pasó no fue un accidente, Sofía. Ni tú ni yo tuvimos nada que ver con eso. Fue… algo mucho más grande de lo que imaginamos. Lo que Ricardo hizo, lo que involucró a tu hermano, lo que ahora te ha puesto en la mira… todo está relacionado.

Sofía sintió como si la tierra bajo sus pies comenzara a moverse. ¿Qué significaba eso? ¿Cómo podía estar todo relacionado si, hasta ahora, pensaba que estaba siguiendo el rastro de una traición personal? No podía procesarlo, pero no iba a dar marcha atrás.

—¿Qué me estás diciendo, Adrián? ¿Qué sabes de todo esto?

Adrián se levantó, mirando a su alrededor, asegurándose de que nadie los escuchara. Sofía lo observó, tensa. La incertidumbre en el aire era palpable. Él se inclinó hacia ella, sus palabras saliendo con prisa.

—Ricardo no es solo el hombre que tú crees conocer. Hay algo mucho más oscuro detrás de todo esto. Y si quieres vengar a tu hermano, vas a tener que estar dispuesta a ir más allá de lo que imaginas. Porque no solo se trata de una simple traición. Se trata de una guerra. Y tú acabas de entrar en ella.

Sofía sintió que el aire se volvía más denso. La tensión de esas palabras se instaló en su pecho, y una sola idea se clavó en su mente: lo que fuera que había pasado, estaba mucho más allá de lo que había imaginado. Y ella no tenía idea de en qué se estaba metiendo.

—Entonces, ¿qué debo hacer? —preguntó, sin poder ocultar la ansiedad que comenzaba a apoderarse de ella.

Adrián la miró, y por un momento, Sofía creyó que no iba a responder. Pero finalmente, con una sonrisa amarga, dijo:

—La pregunta es: ¿estás lista para enfrentarlo?




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