Sombras de venganza

Capítulo 4 - El peso de la verdad

El resto de la noche pasó en un suspiro, entre la inquietud de lo que Adrián había revelado y la necesidad de tomar una decisión. Sofía salió del café sin decir una palabra más, pero su mente seguía dando vueltas a las frases que él había soltado sin apenas pensarlo.

La ciudad se estiraba ante ella, sus luces reflejándose en los charcos de la lluvia que había caído por la tarde. Cada paso que daba la acercaba más a lo que ya no podía evitar: la confrontación. Aunque nunca lo había planeado así, su vida, que hasta hace poco había seguido un camino aparentemente lógico, ahora se desmoronaba bajo el peso de los secretos, las mentiras y las traiciones que Ricardo había dejado a su paso.

Al llegar a su departamento, se deshizo del abrigo y se dejó caer en el sofá. Cerró los ojos por un momento, respirando profundamente. Necesitaba ordenar sus pensamientos, pero la confusión era demasiada. Cada vez que intentaba concentrarse, las palabras de Adrián se interponían, como un eco lejano y aterrador.

“Es una guerra, Sofía. Y tú acabas de entrar en ella.”

No podía sacarse de la cabeza esa frase. Era cierto, aunque lo hubiera negado hasta ese momento: todo lo que había creído sobre su hermano y su muerte estaba dando un giro radical. Lo que había comenzado como una simple investigación sobre un crimen personal, ahora se había transformado en algo mucho más complejo y peligroso.

Se levantó y fue hacia la mesa donde tenía todos los archivos que había reunido en los últimos días. Miró los papeles, las fotos, los registros. Todo parecía un rompecabezas, pero ella no tenía todas las piezas. El nombre de Ricardo, su historia con su hermano, la misteriosa desaparición de Adrián… todo estaba relacionado, pero el cómo y el por qué seguían siendo un misterio.

Sofía dejó escapar un suspiro. No iba a encontrar respuestas de la forma en que lo había intentado hasta ahora. Si quería llegar al fondo de todo esto, tendría que cambiar su enfoque, actuar de forma más astuta. No podía permitir que Ricardo la siguiera manipulando. La guerra que Adrián había mencionado no se libraba solo con rabia y venganza; se necesitaba algo más. Algo que Sofía aún no comprendía, pero que estaba dispuesta a descubrir.

Decidió dar el siguiente paso: acercarse más a las personas que habían estado involucradas en la vida de su hermano. Había rumores de ciertos individuos con los que él había trabajado antes de su muerte. Si lograba encontrar alguno de esos contactos, podría obtener información crucial. Sabía que las conexiones de su hermano eran amplias, y aunque ella nunca había formado parte de ese mundo, ahora no tenía más opción que adentrarse en él.

Al día siguiente, Sofía se dirigió a uno de los bares que frecuentaba su hermano, un lugar oscuro y apartado, lleno de personas que preferían mantenerse al margen de la vida pública. Sabía que alguien allí podría tener respuestas. Cuando entró, el sonido de la música suave y las conversaciones bajas llenaban el aire. Nadie la miró de forma extraña; era solo una mujer más en busca de algo.

Se acercó a la barra y pidió un trago. El camarero la observó brevemente, pero no dijo nada. Sofía no estaba ahí para socializar. En cuanto el barman se alejó, sus ojos recorrieron la sala en busca de alguien que pudiera tener algo que decir. Y entonces lo vio. Un hombre sentado en una esquina, con una chaqueta de cuero que le daba un aire peligroso. Era un rostro familiar. Había visto a ese hombre en fotos con su hermano, aunque nunca supo exactamente quién era.

Se acercó con decisión. No podía perder más tiempo. Cuando el hombre levantó la vista, se sorprendió al verla, pero no pareció querer evitar la conversación.

—¿Qué quieres? —preguntó con una voz grave, los ojos entrecerrados, pero no hostiles.

—Hablar de mi hermano —dijo Sofía, sentándose sin pedir permiso. No había tiempo para rodeos. —Sé que lo conocías. Y sé que sabes más de lo que has dicho.

El hombre la observó por un instante, midiendo sus palabras. Sofía lo miró fijamente, sin apartar la mirada. Estaba preparada para cualquier cosa, cualquier mentira. Pero necesitaba respuestas.

—No me importa lo que creas —continuó él finalmente, rompiendo el silencio—. Si estás aquí para vengarlo, estás en el camino equivocado. Hay cosas que ni tú ni él entenderían.

Sofía frunció el ceño. Esa respuesta la confundió más, pero no estaba dispuesta a rendirse.

—Solo dime qué pasó. No me interesa que me cuentes historias. —Su tono se endureció, como nunca antes lo había hecho con nadie.

El hombre suspiró y pareció vacilar antes de hablar nuevamente.

—Ricardo no es solo un nombre, Sofía. No es solo el hombre que piensas que es. Es mucho más. Y si vas a seguir por este camino, prepárate para perderlo todo. No hay vuelta atrás.

Sofía, que ya había tomado decisiones difíciles, sintió que las palabras del hombre la golpeaban con fuerza. ¿Qué podía significar eso? ¿Estaba hablando de Ricardo o de ella misma? El silencio entre ellos se extendió, pero Sofía ya no podía dar un paso atrás.

El peligro estaba cerca. La verdad, tan esquiva y oscura, ya no podía ignorarse.




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