Sombras de venganza

Capítulo 5 - Juegos de poder

El sol se filtraba entre las persianas de la oficina, pero Sofía no podía concentrarse en el trabajo. Las palabras del hombre en el bar seguían retumbando en su cabeza. "Ricardo no es solo un nombre, Sofía. Es mucho más." ¿Qué significaba eso? ¿De verdad su hermano había estado involucrado en algo tan grande? Algo que podría cambiar el curso de todo lo que ella había creído saber sobre él.

Estaba en su escritorio, pero su mente estaba lejos, atrapada entre recuerdos y nuevas piezas del rompecabezas que comenzaban a encajar de una manera peligrosa. Aquel encuentro había marcado un antes y un después, y aunque la ansiedad la consumía, también sentía una extraña sensación de claridad. Sabía que el siguiente paso era encontrar más respuestas, pero no tenía idea de a quién confiar ni hasta dónde podría llegar.

La puerta de la oficina se abrió de repente, interrumpiendo su tren de pensamiento. Era Ricardo, o mejor dicho, el Ricardo de ahora. Ya no el hermano confiable y protector que conocía; aquel había muerto en el mismo instante en que el caos y la mentira tomaron su lugar.

—¿Sofía? —dijo él con su tono tranquilo, pero tan lleno de tensión que casi podía tocarse en el aire.

Sofía levantó la mirada. Había estado esperando este momento, pero no estaba preparada para enfrentarse a él. A pesar de todo lo que había descubierto, la figura de Ricardo seguía siendo un enigma, un misterio envuelto en mentiras y secretos.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, esforzándose por mantener la calma.

Ricardo dio un paso hacia ella, como si no hubiera pasado nada, como si las palabras de la noche anterior nunca hubieran existido.

—Solo vine a ver cómo estabas —respondió con una sonrisa en los labios, pero Sofía no se dejó engañar. Sabía que no era una visita casual. Había algo más en su comportamiento, algo que se le escapaba.

—¿Te preocupas por mí, ahora? —su tono fue ácido, y su mirada se endureció con la misma rapidez. La emoción que había guardado por tanto tiempo ahora la empujaba hacia una zona peligrosa, donde no quería entrar, pero donde parecía estar condenada a ir.

Ricardo no respondió de inmediato. En lugar de eso, dejó que el silencio entre ellos se alargara. Sofía observó cómo se movía por la habitación, con la misma elegancia fría que siempre lo había caracterizado, y cómo sus ojos, que solían reflejar confianza, ahora parecían un océano sin fondo, lleno de secretos.

—¿Has hablado con Adrián? —preguntó por fin, como si no le importara lo más mínimo que ella lo hubiera hecho.

Sofía no titubeó. —Sí, y sé más de lo que imaginas. Sé lo que realmente pasó, Ricardo. Sé lo que intentaste ocultar.

Él la miró fijamente, pero no parecía sorprendido. No había pánico, ni remordimiento en sus ojos, solo una calma inquietante. Sabía lo que estaba en juego, pero también sabía que en este juego, los dos jugaban con las mismas reglas: la traición, la venganza, el control.

—Sofía —dijo Ricardo, su voz suave, casi condescendiente—, no tienes idea de lo que estás involucrada. Las piezas del rompecabezas que estás armando no son las correctas. Te están llevando por un camino peligroso, y una vez que lo sigas, no habrá forma de regresar.

Sofía lo miró intensamente, sin dejar que sus palabras la amedrentaran. Había escuchado suficiente. Sabía que cada frase que él pronunciaba tenía un doble sentido, pero algo dentro de ella le decía que debía seguir adelante. No podía retroceder ahora, no cuando ya había visto las grietas en la fachada de su hermano, no cuando había descubierto que el Ricardo que conocía no era más que una versión manipulada de la realidad.

—¿Y qué vas a hacer al respecto? —le preguntó, sin dar muestras de debilidad. Sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja, pero ya no le importaba. La búsqueda de la verdad era más importante que cualquier cosa, incluso si eso significaba enfrentarse a él, a la persona que había sido su refugio, su familia.

Ricardo dio un paso hacia ella, lo suficientemente cerca para que Sofía sintiera su presencia, pero lo suficientemente distante para no parecer amenazante. Por un momento, hubo una tensión palpable, como si ambos supieran que algo iba a romperse entre ellos en ese instante.

—Vas a descubrir cosas que no quieres saber —le dijo, su voz ahora cargada de una amenaza velada.

Sofía, decidida a no dejarse intimidar, se levantó de su silla y lo miró directamente a los ojos.

—Y no me importa lo que cueste. No me voy a detener.

Ricardo la observó por un momento, y luego, sin una palabra más, se dio la vuelta y salió de la oficina. La puerta se cerró detrás de él con un sonido que resonó en el vacío de la habitación.

Sofía quedó allí, quieta, con el corazón latiendo más rápido de lo normal, pero con la determinación intacta. Sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero ya no había marcha atrás. El misterio que había comenzado con la muerte de su hermano se había convertido en algo mucho más grande. Y ahora, ella estaba dispuesta a descubrir toda la verdad, sin importar el precio.




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