Sombras de venganza

Capítulo 7 - El laberinto de sombras

La noche había caído por completo cuando Sofía dejó el bar. Sus pasos resonaban vacíos en la calle solitaria, un eco distante de lo que su vida había sido hasta ese momento. Cada palabra que el hombre le había revelado daba vueltas en su mente, pero ninguna de ellas tenía sentido. Las piezas encajaban, pero al mismo tiempo formaban un rompecabezas aún más oscuro, una red de mentiras, manipulación y traiciones que no solo involucraban a Ricardo, sino a personas mucho más poderosas y peligrosas.

Con la lluvia ahora convertida en una tormenta, Sofía no había dejado de caminar. El frío calaba hasta los huesos, pero ni la lluvia ni el viento podían apagar la furia que ardía dentro de ella. No podía permitirse dudar. Tenía que saber la verdad, cueste lo que cueste.

Cuando llegó a su departamento, la puerta se abrió sin dificultad, como si alguien hubiera estado esperando que llegara. Su respiración se hizo más profunda y acelerada, mientras un sudor frío le recorría la espalda. Algo no estaba bien. Sabía que alguien había estado en su apartamento, buscando algo. Todo lo que quedaba era averiguar qué.

—Ricardo —murmuró, con rabia acumulada en la garganta. Si su hermano estaba involucrado en todo esto, no podría perdonarlo.

Entró con cautela. La habitación estaba tal como la había dejado, pero un pequeño detalle llamó su atención. Sobre la mesa, un sobre blanco estaba desordenado, como si alguien lo hubiera tocado apresuradamente. Sofía se acercó, su pulso acelerado. Lo abrió lentamente, revelando una serie de papeles.

Entre los documentos había una foto. Una imagen en blanco y negro, antigua, mostrando a un grupo de personas, entre las cuales reconoció, con horror, la figura de su hermano. Estaba rodeado por varios hombres, y todos parecían estar en un ambiente oscuro, sombrío. En el reverso de la foto había una única palabra: "Conexiones".

¿Conexiones? Sofía sintió que un peso invisible caía sobre ella. Algo mucho más grande estaba sucediendo, y su hermano había sido una pieza en algo que ni siquiera comprendía.

En medio de la confusión, un sonido la sacó de su concentración. Alguien estaba en la puerta. Un golpeteo bajo y constante. No había tiempo que perder. Sofía agarró los papeles con rapidez, pero antes de poder esconderlos, la puerta se abrió de golpe.

Adrián, con su mirada calculadora y su presencia imponente, entró sin esperar a que lo invitara. Sofía lo miró fijamente, intentando mantener la compostura, aunque su mente seguía a mil por hora.

—No es momento para que me hagas preguntas, Sofía —dijo, con voz baja, pero cargada de una amenaza implícita.

Ella lo observó con desdén, pero sus palabras no la sorprendieron. Lo que sí la desconcertaba era su presencia en ese momento.

—¿Sabías lo que estaba pasando? —preguntó, la rabia y la confusión mezclándose en su voz. Había decidido no esconder lo que sentía. Ya no podía confiar en nadie.

Adrián la miró durante un largo momento, como si evaluara qué responder. Finalmente, dejó escapar un suspiro pesado y se acercó a ella. Su presencia era tan fría como el acero, y sus ojos reflejaban una profunda oscuridad.

—Sí —respondió finalmente, su tono bajo, como si lo que estaba por decir le costara. —Sé lo que está pasando, Sofía. Pero tú no entiendes lo que realmente está en juego. Estás demasiado cerca de algo que podría destruirte, y no quiero ser el culpable de que eso ocurra.

Sofía lo miró, desconcertada.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —exigió, su voz quebrada por la frustración.

Adrián se encogió de hombros, como si todo fuera inevitable.

—Porque te habrías metido en algo mucho más grande que tú. Y lo que es más importante, no eras parte del juego. Ahora lo eres. Y eso cambia todo.

Sofía se quedó en silencio. Cada palabra que él pronunciaba la hacía sentir más atrapada. Estaba sobrepasando límites que ni siquiera había imaginado. ¿Qué tipo de juego era este? ¿Y por qué ahora le estaba tocando a ella?

—¿Qué vas a hacer, Sofía? —preguntó Adrián, como si esperara una respuesta clara, una decisión. —Puedes dar un paso atrás, olvidarte de todo esto y seguir con tu vida, o puedes seguir adelante, y si lo haces, no habrá marcha atrás.

Sofía lo miró fijamente. La pregunta pesaba sobre ella como una condena, pero ya no había forma de dar un paso atrás. Estaba atrapada, y su única opción era seguir adelante.

Con un suspiro profundo, Sofía reunió toda su fuerza de voluntad, la misma que le había permitido sobrevivir a la muerte de su hermano y todas las mentiras que la habían rodeado.

—Voy a seguir adelante —dijo finalmente, su voz firme, aunque sabía que lo que estaba por venir pondría su vida en un peligro aún mayor. Pero ya no le importaba. No podía parar.

Adrián la observó con una mezcla de respeto y preocupación.

—Entonces, prepárate para lo que viene. La verdad que buscas no es algo que puedas manejar tan fácilmente.

Sofía asintió, consciente de que no solo su vida, sino también su alma, estaba a punto de cambiar para siempre. Ya no había vuelta atrás.




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