La mañana siguiente llegó sin compasión, aunque Sofía no había cerrado los ojos en toda la noche. La ansiedad y la incertidumbre le habían robado el sueño, y ahora, con las primeras luces del día filtrándose por las rendijas de las persianas, sentía el peso de las decisiones tomadas la noche anterior. Sabía que nada volvería a ser igual.
El sobre con los documentos seguía sobre la mesa, intacto. Había pasado la noche revisando los papeles, pero no había logrado entender la magnitud de lo que había encontrado. La foto, las conexiones… su mente intentaba hacer encajar las piezas, pero el panorama seguía siendo incierto.
El sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos. Miró la pantalla y vio el nombre de Adrián. Su corazón dio un salto, pero lo ignoró. No estaba lista para hablar con él. No aún.
Se levantó y, con una determinación renovada, decidió salir. Había algo que necesitaba hacer antes de tomar decisiones que no podía deshacer. Tenía que ir al lugar donde todo había comenzado, donde su hermano, Ricardo, había desaparecido: la vieja bodega al sur de la ciudad.
El aire fresco de la mañana le azotó la cara cuando salió a la calle, y a pesar de la lluvia que seguía cayendo en el horizonte, Sofía no dudó. Tomó un taxi y en menos de media hora se encontraba frente a la bodega. Este lugar había estado vacío durante años, pero algo en su interior le decía que aquí encontraría más de lo que buscaba.
Al bajar del taxi, la bodega se alzaba frente a ella como una sombra del pasado, un monumento a la oscuridad de los secretos que aún no había desvelado. Con cada paso que daba hacia la entrada, el peso de las decisiones que había tomado la noche anterior se hacía más pesado.
Dentro, el silencio era profundo, casi tangible. Las paredes de ladrillo envejecido y las ventanas cubiertas de polvo daban la sensación de que el tiempo se había detenido en ese lugar. Sin embargo, Sofía sentía que el ambiente se cargaba de tensión, como si todo estuviera esperando algo.
Comenzó a caminar por el interior de la bodega, su respiración entrecortada. Las sombras se alargaban y se distorsionaban con cada paso que daba. Algo le decía que no estaba sola, pero no veía a nadie. A lo lejos, algo brillaba débilmente. Era una luz tenue que provenía de una habitación al final del pasillo.
Con cautela, se acercó a la fuente de la luz. Al entrar en la habitación, Sofía se encontró con algo que jamás habría esperado: una mesa de trabajo cubierta de papeles, fotos, y documentos. Todos estaban dispuestos con una precisión que solo alguien con un propósito claro podría lograr. En el centro de la mesa, un gran mapa de la ciudad estaba marcado con varios puntos rojos. Y en una esquina, un archivo con el nombre de Ricardo.
Su corazón dio un vuelco cuando reconoció el archivo. No había duda: este era el lugar donde se planificaban las acciones que su hermano había estado involucrado. Algo dentro de ella le decía que, aquí, finalmente descubriría la verdad.
Abrió el archivo con manos temblorosas, sin poder evitar la sensación de que, al hacerlo, estaba desvelando algo mucho más oscuro de lo que jamás imaginó. Al principio, los documentos parecían inofensivos: informes de reuniones, transcripciones de llamadas, y más fotos, algunas de ellas tan recientes que casi podía ver a las personas con vida. Pero cuando llegó a una hoja marcada con la palabra "Final" en rojo, su estómago se revolvió.
Era un informe detallado sobre las operaciones de la organización a la que Ricardo había pertenecido. La descripción de las transacciones, las conexiones con otros grupos, y las amenazas que se habían hecho en su nombre eran tan extensas que Sofía sintió que el aire se le escapaba del cuerpo. Pero lo que más la inquietó fue una última sección: "Operación Conexión Final". Un nombre que, de alguna manera, la aterraba.
Con un sudor frío en la frente, Sofía continuó leyendo. Las palabras comenzaban a volverse borrosas, pero había algo que le congeló la sangre: Ricardo había sido parte de un plan para infiltrar a altos miembros del gobierno. Había sido usado como peón, sin saberlo, en una red de traiciones que incluso involucraba a Adrián.
El golpe fue devastador. Adrián no solo estaba al tanto de la conspiración, sino que parecía ser un jugador clave en todo esto. El hombre en quien Sofía había comenzado a confiar, el mismo que había afirmado querer protegerla, estaba implicado en algo mucho más grande y peligroso.
Desesperada por encontrar respuestas, Sofía dejó el archivo sobre la mesa y salió corriendo de la bodega. Necesitaba encontrar a Adrián, confrontarlo. Necesitaba saber si alguna de las palabras que él le había dicho eran verdad.
Mientras corría hacia la salida, la niebla se levantó y el sonido de unos pasos detrás de ella la detuvo en seco. Al volverse, Sofía se encontró con una figura oscura que emergía de entre las sombras.
—Pensé que podrías escapar —dijo una voz familiar.
Era Adrián.