Sombras de venganza

Capítulo 9 - Enfrentando la verdad

Sofía no se movió, su corazón acelerado como si un trueno hubiera retumbado en su pecho. La figura de Adrián se recortaba en la penumbra, sus ojos brillaban con una intensidad inquietante, como si hubiera estado esperándola allí, en las sombras. La tensión entre ellos era palpable, el aire denso, casi insoportable.

—¿Qué haces aquí, Adrián? —preguntó Sofía, su voz temblorosa, pero firme. Su mente giraba a toda velocidad, intentando encontrar una explicación lógica para lo que estaba ocurriendo.

Adrián dio un paso al frente, sus pasos resonando en el silencio. En su rostro no había ni un atisbo de sorpresa. Parecía más bien como si ya supiera lo que Sofía había descubierto.

—Sabía que ibas a llegar hasta aquí —dijo con calma, casi sin esfuerzo. —Sabía que no ibas a poder resistir la tentación de buscar más respuestas. Pero te advierto, Sofía, no estás preparada para lo que vas a encontrar.

Ella lo miró fijamente, los recuerdos del pasado reciente inyectando rabia en sus venas. No podía dejar que la verdad se le escapara. No iba a permitir que él la controlara más.

—No me importa lo que digas —respondió con una determinación que no había sentido antes—. Tengo derecho a saber qué está pasando. ¿Qué está pasando, Adrián? ¿Quién eres en realidad?

Él la observó durante un largo momento, sus ojos analizándola con una mezcla de respeto y algo más oscuro. Luego, con un suspiro que parecía cargar todo el peso de los secretos que había estado guardando, habló.

—No soy el hombre que crees que soy —dijo lentamente, su voz baja, como si cada palabra costara más que la anterior. —Y tú tampoco eres la persona que crees ser. Pero supongo que ya es hora de que lo sepas todo.

Sofía lo miró, intentando procesar sus palabras. Las piezas que había ido recogiendo, las sospechas, las revelaciones de la noche anterior, todo parecía converger en ese momento. Pero había algo en su mirada, algo que le decía que Adrián no iba a dar respuestas fáciles.

—Mi nombre no es Adrián —continuó él, su rostro volviéndose aún más serio—. Es Alexei Morozov. Y si te dije que te protegía, era porque te involucraste en algo que no puedes entender. Te lo advertí, pero nunca me escuchaste.

Las palabras de Adrián (o Alexei, como él dijo que se llamaba) cayeron como un peso muerto sobre ella. Un abismo se abrió en su mente, y por un momento no supo si realmente estaba escuchando lo que decía o si todo esto era alguna especie de pesadilla de la que pronto despertaría. Pero no despertó. Estaba ahí, frente a él, absorbida por su propia incredulidad.

—¿Morozov? —repitió Sofía, tratando de que las piezas encajaran. Recordó el apellido de Vladimir, su compañero, el hacker que había conocido hace meses. ¿Era posible? ¿Podían estar relacionados? No podía ser.

Adrián, o mejor dicho, Alexei, asintió lentamente. La expresión en su rostro era ahora más sombría, como si cada palabra que pronunciaba fuera un paso más en una caída sin retorno.

—Sí, ese es mi apellido. Y Vladimir es mi hermano. —Una pausa. —Él también está involucrado en todo esto. Pero te diré algo que probablemente no quieras escuchar: todo lo que has vivido hasta ahora, todo lo que has hecho, ha sido parte del plan.

Sofía retrocedió, sus manos temblorosas y su mente en guerra. ¿Cómo era posible que todo lo que había creído sobre sí misma y su vida fuera mentira? ¿Cómo había llegado a estar tan profundamente enredada en este laberinto de traiciones y secretos?

—¿Por qué? ¿Por qué todo esto? —preguntó, su voz rota por la angustia. —¿Por qué no me dijiste nada?

Alexei la observó fijamente, pero no había ni un atisbo de arrepentimiento en sus ojos. Solo una fría determinación.

—Porque no podía. El momento en que te involucraste, te convertiste en parte del juego. Estabas más cerca de la verdad de lo que pensabas. Y ahora no hay vuelta atrás, Sofía. No podemos salir de esto. Nadie lo puede hacer.

Las palabras de Alexei resonaron en su mente como un eco macabro. Sofía trató de comprender lo que había escuchado, pero las piezas seguían sin encajar. ¿Qué significaba esto para ella? ¿Qué clase de juego estaba jugando con ella?

—Entonces… ¿qué pasa ahora? —preguntó, casi en un susurro.

Alexei dio un paso más cerca de ella, sus ojos inquebrantables.

—Ahora, Sofía, tienes que elegir. Puedo ayudarte a salir de todo esto, o puedes seguir adelante y descubrir la verdad por ti misma. Pero te advierto, lo que vas a descubrir cambiará todo. Ya no habrá forma de volver atrás.

Sofía lo miró fijamente, su mente un torbellino de pensamientos y emociones. Por un lado, quería creer en lo que él decía, quería pensar que aún podía salir ilesa de todo esto. Pero, por otro, sabía que las huellas de sangre y traición que había seguido la habían conducido hasta aquí, y no podría descansar hasta saber la verdad, por más peligrosa que fuera.

Con la voz llena de determinación, dijo:

—Voy a descubrir la verdad, Alexei. No me importa lo que cueste.




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