La carta aún estaba en sus manos cuando el sonido del teléfono la sacó de su trance. Era Alexei. Un sudor frío recorría su espalda mientras Sofía se preparaba para hablar, consciente de que cualquier palabra equivocada podría llevarla más cerca de un abismo del que no podría regresar.
—Lo sabías, ¿verdad? —la voz de Alexei era más fría que nunca, como si la distancia entre ellos hubiera aumentado un millón de kilómetros con solo unas pocas palabras.
Sofía apretó la carta con más fuerza, su respiración se volvió errática. Quería gritarle, pero se obligó a calmarse. No podía dejar que él controlara la conversación. Si algo había aprendido de todo esto era que ya no estaba en la oscuridad. Había dado un paso hacia la verdad, y no iba a detenerse.
—Sí —respondió, con una firmeza que ni ella misma esperaba—. Y no voy a parar hasta saber qué está pasando, Alexei. Todo esto... no es lo que parece, ¿verdad?
Hubo una pausa en la línea, y Sofía se permitió el lujo de respirar profundamente. Ella había tocado una fibra sensible. La duda había caído como una sombra sobre la conversación, y Alexei lo sabía.
—Lo que estás a punto de descubrir... no tiene marcha atrás, Sofía. Las piezas ya están en movimiento. Si sigues buscando, no podrás deshacer lo que ya está hecho.
Sofía, ignorando el tono amenazante, respondió sin vacilar.
—No tengo miedo. Me has estado ocultando demasiado. Es hora de que me digas toda la verdad, Alexei. ¿Qué sabes de mi hermano? ¿Qué está pasando realmente?
El silencio volvió a envolver la llamada, y, por un momento, pensó que él había colgado. Pero al final, escuchó sus palabras, más bajas y controladas que antes.
—La verdad es que Vladimir está en medio de algo mucho más grande de lo que imaginas. No solo es un espía digital, Sofía. Está involucrado en una operación que puede cambiarlo todo. Una operación que ni tú ni yo podemos comprender completamente.
El corazón de Sofía dio un vuelco. ¿Operación? ¿Vladimir estaba involucrado en algo tan grande? ¿Y por qué nunca le había contado nada?
—No me importa lo que haya hecho. No me importa en qué esté metido —dijo Sofía con una determinación fría—. Solo quiero saber qué significa todo esto. ¿Por qué mi hermano me ocultó todo?
Alexei dejó escapar un suspiro que resonó por el teléfono.
—Porque él no tiene elección. Y tú tampoco la tienes, Sofía. Estás atrapada en medio de un juego mucho más peligroso. La red de mentiras que te rodea es más grande de lo que piensas. Todo lo que has creído hasta ahora es una ilusión. Si quieres salir de esto, tienes que entender que no hay forma de escapar.
Las palabras de Alexei eran veneno puro, y cada sílaba la hacía sentirse más atrapada. Pero había algo en su tono, una verdad oculta que no terminaba de desvelarse. Sofía miró la carta una vez más, con las palabras de Alexei resonando en su mente.
—¿Qué me estás diciendo? —preguntó, sintiendo el peso de la amenaza en cada letra.
—Que el que sigue buscando la verdad... se convierte en parte del problema. Y créeme, Sofía, no te va a gustar lo que vas a encontrar.
Sofía colgó, dejando que el silencio la envolviera nuevamente. Quería sentir que tenía control sobre lo que estaba pasando, pero la verdad era que cada vez se sentía más pequeña. Cada palabra de Alexei había sido un paso más hacia el caos, y aunque estaba más cerca que nunca de desvelar la verdad, también sabía que la sombra de esa verdad podría destruirlo todo.
Tomó la carta de nuevo, sus ojos recorriendo las palabras una vez más. "No hay vuelta atrás", pensó.
El sonido de un golpe en la puerta la hizo saltar. Sin pensarlo dos veces, se acercó y la abrió, con el corazón latiendo a mil por hora. Frente a ella estaba Vladimir, su rostro impasible, pero había algo en sus ojos que no había visto antes. Una preocupación escondida tras la máscara de calma.
—Sofía... —dijo él, con voz grave—. Sé lo que estás pensando. Sé lo que has descubierto, y por eso estoy aquí. Para decirte que todo lo que te dijeron... no es la verdad. Pero ahora es el momento de decidir. Tú decides qué camino tomar.
Sofía lo miró fijamente, sus manos temblando. No podía creer lo que veía, lo que escuchaba. El hombre al que había amado y temido al mismo tiempo, estaba delante de ella, y sus palabras no hacían más que aumentar la tormenta en su interior.
—¿Qué significa todo esto, Vladimir? —le exigió. Sus ojos brillaban con una mezcla de dolor y rabia—. ¿Qué es lo que tanto me has estado ocultando?
Vladimir dio un paso hacia ella, sus ojos reflejaban algo que Sofía no podía leer. Y luego, en un susurro que parecía un juramento, dijo:
—Es hora de que lo sepas. Pero ten cuidado, Sofía. La verdad que buscas podría ser más peligrosa de lo que imaginas.