Sombras de venganza

Capítulo 15 - El precio de la venganza

Capítulo 15 - El precio de la venganza

Sofía quemó la carta en el cenicero de su sala, viendo cómo las palabras que la habían atormentado se transformaban en cenizas. No necesitaba que nadie más las viera, ni que nadie intentara justificarse. Había tomado su decisión. No sería una víctima, ni una marioneta en manos de otros. Si iba a jugar en ese tablero de traiciones, sería bajo sus propias reglas.

Se levantó del sillón y, con una frialdad que nunca había sentido antes, comenzó a organizarse. Cada rostro, cada nombre que había estado involucrado en su destrucción desfilaba en su mente como un desfile de sombras. Vladimir, Alexei, aquellos que los habían manipulado a ambos... Nadie se salvaría. Cada uno de ellos había jugado con su vida, y ahora les tocaría pagar.

Sofía comenzó por lo básico: recuperar el control de lo que le habían quitado. El dinero, las conexiones, todo lo que alguna vez había perdido mientras se sumergía en la falsa ilusión de amor y confianza. Revisó las cuentas que Vladimir había abierto a su nombre, las propiedades que Alexei había registrado como suyas pero que ella sabía eran robadas. Recuperar esos recursos no era un obstáculo; era una práctica casi mecánica para alguien que había aprendido a manipular sistemas de la misma manera en que habían manipulado su corazón.

Mientras lo hacía, se dio cuenta de que algo dentro de ella había cambiado. El dolor, la confusión, el miedo, todo había sido sustituido por una calma letal. Esa misma calma que había detestado en Vladimir, ahora le pertenecía. Sofía se convirtió en una tormenta contenida, fría y precisa, que sabía exactamente lo que debía hacer.

Esa noche, vestida de negro, Sofía se presentó en el apartamento de Alexei. No tocó la puerta; simplemente entró con la llave que él jamás había pensado que conservaría. Él estaba allí, desprevenido, bebiendo whisky y con los pies sobre la mesa, convencido de que ella seguiría siendo la misma mujer quebrada que había dejado atrás. Cuando la vio, su expresión cambió.

—Sofía… ¿Qué haces aquí? —preguntó, nervioso, intentando mantener la compostura.

Ella no respondió de inmediato. Lo observó, como si quisiera memorizar cada detalle de su rostro antes de dar el siguiente paso.

—Siempre te gustó el control, ¿verdad, Alexei? —dijo finalmente, su voz gélida como el acero. —Te gustaba sentirte superior, jugar con mis sentimientos, usarme para tus planes.

Alexei se levantó, tratando de acercarse, pero Sofía sacó un arma que había tomado de un escondite de Vladimir semanas atrás. No era su estilo, pero esa noche no se trataba de estilo, sino de eficacia.

—No te acerques —advirtió. Sus manos no temblaban, y en su mirada no había rastro de la mujer vulnerable que él creía conocer.

—Sofía, estás confundida. Todo lo que hice fue por nosotros, por nuestro futuro —mintió, pero ya no era bueno en eso. La máscara de confianza que solía llevar estaba cayendo.

—Por nosotros, dices… —Sofía rió, pero era una risa vacía, desprovista de cualquier emoción. —¿Por nosotros o por tu ego? ¿Por tu codicia? ¿Por tu necesidad de control?

Alexei intentó calmarla, pero no tuvo tiempo. En un movimiento calculado, Sofía le disparó en la pierna, haciéndolo caer al suelo con un grito de dolor. No planeaba matarlo todavía. No hasta que escuchara lo que necesitaba saber.

—¿Quién más estuvo involucrado? —exigió. —Dime todos los nombres. No me dejes nada fuera, o no vivirás para arrepentirte.

Alexei, sangrando y desesperado, confesó todo. Los nombres, las reuniones, los acuerdos que habían sellado su destino desde el principio. Sofía grabó cada palabra en su memoria. Cuando finalmente terminó, lo dejó inconsciente. Matarlo ahora sería demasiado fácil. Alexei debía vivir con el miedo constante de que ella volvería.

Sofía no se detuvo ahí. La lista de sus enemigos crecía, y con cada paso que daba, la línea entre justicia y venganza se desdibujaba más. No le importaba. Había descubierto algo en su interior que ni siquiera sabía que existía: un instinto de supervivencia que no se detenía ante nada.

Llegó el turno de Vladimir. Su encuentro no fue menos intenso, pero esta vez no se limitó a lastimarlo. Con una precisión quirúrgica, Sofía destruyó todas sus redes, expuso sus secretos y lo dejó sin recursos. Vladimir, el hombre que siempre había controlado todo desde las sombras, quedó reducido a nada. No tuvo tiempo ni fuerzas para defenderse. Sofía era más rápida, más calculadora, y ahora sabía cómo ganar el juego.

Cuando todo terminó, Sofía miró su reflejo en un espejo. Su rostro estaba sereno, pero sus ojos eran los de alguien que había cruzado un límite irreversible. Ya no era la Sofía que había creído en el amor, la que había sido traicionada. Era alguien nuevo, alguien dispuesto a quemar el mundo para asegurarse de que nadie volviera a tocarla.

Y así, se preparó para lo inevitable. La batalla final aún no había llegado, pero Sofía estaba lista. Ya no importaba si era la heroína o la villana. En el tablero de traiciones, ella había decidido ser la reina.




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