Sombras del Caos

Capítulo 2: Sobrevivir en la oscuridad

El aire alrededor de Yuna era denso, cargado de electricidad y muerte. Los cuerpos de los soldados caídos yacían cerca de ella, sus armaduras humeando por el impacto invisible que había estallado desde su mente. Aún no podía comprender lo que había ocurrido, pero su instinto le gritaba que corriera. No hay tiempo para pensar. Corre, o te matarán.

Sus piernas temblaban cuando intentó levantarse. Las botas metálicas de los soldados aún resonaban a lo lejos, el sonido de la batalla no cesaba. Pero ahora sabía que no era solo el conflicto físico lo que debía temer. Era su propia mente, su propio poder.

Apenas dio unos pasos cuando una mano fuerte la atrapó por el hombro, tirándola al suelo. Cayó con fuerza, el dolor atravesando su costado. Al girar sobre sí misma, vio el rostro endurecido de uno de los soldados que la miraba con ojos llenos de furia y desconfianza. Su armadura estaba dañada, pero su voluntad no. La punta de su arma se colocó sobre su pecho, fría y amenazante.

—¿Qué eres? —gruñó, sus ojos buscando algún signo de monstruosidad en ella.

Yuna intentó hablar, pero las palabras se ahogaron en su garganta. El miedo la paralizaba. Sabía que si decía algo incorrecto, la matarían. Era un mundo despiadado, y ellos no dudaban en ejecutar cualquier cosa que consideraran una amenaza. Yuna no quería morir... no aquí, no de esta manera.

—No... No lo sé —murmuró, apenas encontrando su voz—. No sé qué soy. No sé dónde estoy.

El soldado la miró por un momento, sus ojos grises como el acero, evaluando cada palabra, cada gesto. Pero antes de que pudiera decidir si ella era enemiga o aliada, una explosión cercana sacudió el suelo. Ambos cayeron hacia un lado, y Yuna aprovechó el caos para levantarse y correr.

Los gritos de los soldados y los rugidos de las criaturas en las sombras se mezclaban en una cacofonía infernal mientras Yuna corría por su vida. Sus pies la llevaban por un campo de batalla que no comprendía: estructuras metálicas derruidas, maquinaria gigante que emitía chispas y vapor, y cuerpos, tantos cuerpos.

Su respiración era errática, su mente en caos. ¿Por qué yo? ¿Qué era ese poder? ¿Por qué fue transportada aquí?

Mientras corría, sentía que el dolor de cabeza volvía, como una presión constante dentro de su cráneo. Era como si algo quisiera salir de su mente, algo que ella no controlaba. Recordó lo que sucedió antes, el estallido de energía que había emanado de ella. Pero no sabía cómo lo había hecho ni cómo evitar que ocurriera de nuevo.

De pronto, una ráfaga de disparos la obligó a detenerse en seco. No lejos de ella, una nueva horda de monstruos avanzaba. Eran criaturas grotescas, una mezcla de carne y metal, moviéndose con un propósito oscuro. Soldados armados luchaban para contenerlas, pero el miedo se apoderó de Yuna cuando vio cómo las abominaciones despedazaban a sus oponentes con garras y dientes afilados.

No hay salida.

El pánico amenazaba con consumirla, pero de alguna manera, algo en su interior se negó a rendirse. No moriré aquí. Se obligó a buscar una salida, cualquier cosa que pudiera darle ventaja. Al observar mejor el campo de batalla, vio una estructura más alta a la distancia, parcialmente en ruinas pero lo suficientemente estable para ofrecerle refugio. Podía esconderse ahí, tal vez encontrar una manera de entender mejor este mundo antes de hacer cualquier otro movimiento.

Corrió hacia la estructura, cada paso era un latido más rápido que el anterior. Al llegar, subió por los restos de lo que alguna vez fueron escaleras, tropezando con escombros y acero retorcido. Su respiración era un eco dentro de su cabeza, y sentía que en cualquier momento su cuerpo se colapsaría de pura fatiga.

Finalmente, llegó a lo que quedaba de una plataforma elevada. Desde ahí, podía ver mejor el campo de batalla. Soldados y monstruos se enfrentaban con una brutalidad que la dejó helada. Era más que una simple guerra. Era la desesperación de dos fuerzas que se destruían mutuamente sin piedad, como si la misma realidad estuviera en juego.

Yuna se dejó caer en un rincón, temblando de cansancio y miedo. Cerró los ojos un momento, intentando calmar su mente. Pero entonces lo sintió. Una presencia. No había nadie cerca físicamente, pero dentro de su mente, algo oscuro y vasto la observaba.

—Eres uno de ellos, ¿verdad? —una voz resonó en su cabeza, profunda y fría, una voz que no pertenecía a ningún ser humano—. Eres una bruja, un faro de poder psíquico en este lugar olvidado por los dioses.

Yuna abrió los ojos de golpe, su corazón acelerado. Pero no había nadie. Sin embargo, la voz continuaba, reverberando en su mente.

—No te equivoques. No eres especial. Solo eres otro peón en este juego eterno. Pero si aprendes a usar lo que te ha sido dado... tal vez puedas sobrevivir. O tal vez seas la chispa que consume todo.

El dolor en su cabeza volvió, más intenso que antes. Se llevó las manos a las sienes, tratando de sofocar el grito que amenazaba con salir. Pero esa presencia no se iba. Era como si estuviera buscando algo dentro de ella, explorando cada rincón de su mente.

—No... —susurró Yuna, con lágrimas en los ojos—. No quiero esto. No lo pedí.

—La guerra no espera que pidas nada —respondió la voz, con una risa cruel—. Este es tu destino, niña. Bienvenida al fin de todo.

Yuna sintió cómo la presión dentro de su mente se liberaba de nuevo. Un estallido psíquico, menos violento que antes, pero lo suficientemente fuerte como para hacer vibrar el aire a su alrededor. La estructura tembló ligeramente, y las luces parpadearon. Pero esta vez, el poder no la dejó completamente exhausta.

La voz se desvaneció, pero Yuna sabía que no estaba sola. El campo de batalla aún rugía allá abajo, pero ahora comprendía que el verdadero combate sería dentro de su propia mente. El poder que poseía era peligroso, caótico, y si no lo controlaba, no solo destruiría a quienes la rodeaban, sino a sí misma.




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