Sombras del Caos

Capítulo 5: El peso del poder

El eco de los pasos de Yuna resonaba en el frío metal de la sala mientras seguía al psíquico encapuchado. El soldado se había quedado atrás, observando en silencio, como si su tarea hubiera terminado. Ahora, todo dependía de ella. La oscuridad de la estructura parecía opresiva, como si las paredes mismas respiraran con vida propia. Cada rincón estaba impregnado de una energía antigua, una vibración casi imperceptible, pero constante.

El psíquico la condujo hasta una cámara pequeña y casi vacía, con apenas una plataforma en el centro, donde yacía un cristal brillante suspendido en el aire, vibrando con una energía propia. La luz que emitía era suave, pero cada vez que lo miraba, sentía como si su mente fuera arrastrada a otro lugar, a un espacio donde el tiempo y la realidad se descomponían.

—Este será tu punto de enfoque —dijo la figura encapuchada, su voz grave llenando la pequeña cámara—. Si quieres dominar lo que llevas dentro, primero debes enfrentarlo directamente. Sin barreras, sin temor.

Yuna dio un paso hacia el cristal, sintiendo cómo el calor psíquico irradiaba de él. Su cuerpo temblaba ante la proximidad de la energía que emanaba del objeto. Era como mirar dentro de su propia mente, pero reflejada en ese extraño cristal. Sabía que este sería el primer paso hacia su control, pero también el más peligroso.

—¿Qué tengo que hacer exactamente? —preguntó, su voz sonando más insegura de lo que había planeado.

El psíquico se acercó un poco más, su rostro oculto bajo la capucha, pero sus ojos brillaban intensamente.

—Debes dejar que tu poder fluya hacia él. Abrir tu mente y dejar que el cristal absorba lo que llevas dentro. Si logras mantener el control sin perderte en la energía, estarás un paso más cerca de la verdad de tu poder. Pero cuidado... este proceso puede ser devastador. Si te pierdes, el cristal no solo tomará tu energía, sino tu mente entera.

Si te pierdes, el cristal no solo tomará tu energía, sino tu mente entera

El miedo se agitó en su interior. No era solo una advertencia vaga; sabía que este proceso podía destruirla si no lo hacía bien. Pero ya no había vuelta atrás.

Yuna tomó una respiración profunda, cerró los ojos y extendió su mano hacia el cristal. Apenas sus dedos estuvieron a centímetros de la superficie, sintió cómo su poder se agitaba, como si hubiera estado esperando esta oportunidad. Las imágenes de su pasado, de su vida anterior, y el caos de este nuevo mundo se arremolinaban en su mente. El dolor de cabeza familiar volvió, pero esta vez era más intenso, más punzante.

No te resistas, se recordó a sí misma. Esa había sido la advertencia. Debes dejar que fluya.

El contacto fue inmediato. Su mente se abrió como un torrente, y la energía psíquica que había contenido desde su llegada empezó a fluir hacia el cristal. Al principio, fue una sensación liberadora, como si una presión constante hubiera desaparecido de su cabeza. Pero pronto, esa liberación se convirtió en algo más peligroso.

Las imágenes comenzaron a descomponerse en su mente. Vio el rostro de sus padres, su antigua vida, sus recuerdos más dolorosos, todo fragmentado y mezclado con visiones de este nuevo universo: los monstruos, los soldados, las máquinas. Sentía cómo su poder desbordaba, demasiado rápido, demasiado intenso.

—¡Controla tu mente! —la voz del psíquico resonó en la sala, pero parecía distante, como si viniera de otro lugar.

Yuna apretó los dientes, luchando por contener el caos que se desataba en su interior. Era demasiado. El poder, la energía, las voces... todo se entrelazaba en una espiral interminable. Pero entonces, algo oscuro, algo profundo dentro de ella, comenzó a tomar forma.

Una voz. No la suya. Algo más. Algo mucho más antiguo, una presencia que había sentido antes, pero que ahora era clara. Un susurro.

Te has encontrado conmigo, finalmente.

Yuna abrió los ojos, pero no estaba en la cámara. Se encontraba en un espacio vacío, sin forma ni color, donde solo existía la oscuridad y esa voz que la envolvía por completo. Frente a ella, una figura surgía lentamente de las sombras: su propia forma, pero distorsionada, como una versión oscura de sí misma, con ojos vacíos y una sonrisa que no expresaba otra cosa que vacío.

—¿Quién eres? —preguntó, su voz sonando pequeña en el vasto vacío.

La figura se acercó, su risa reverberando en el espacio.

—Soy lo que siempre has sido. Soy el eco de tus miedos, de tu ira, de tu deseo de control. Y ahora que me has despertado, no puedes deshacerte de mí. Yo soy tu verdadero poder.

Yuna intentó retroceder, pero no había ningún lugar al que huir. La figura la rodeaba, invadiendo cada rincón de su mente. Cada pensamiento, cada emoción, todo estaba manchado por esa presencia oscura que ahora era inseparable de ella.

—No te resistas, Yuna. Has luchado durante tanto tiempo, intentando sobrevivir. Pero este mundo no está hecho para los débiles. Solo aquellos que aceptan la oscuridad en su interior pueden controlar el caos que les rodea. Y tú... tú puedes ser invencible si me aceptas.

La tentación era palpable. El poder, esa promesa de control absoluto, de no temer más a su propio ser, la tentaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. Pero una parte de ella, pequeña y persistente, aún se aferraba a la idea de que debía resistir, que debía mantener el control.

—No... —susurró—. No puedo...

La figura oscura se rió, una risa baja y burlona.




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