Sombras del Caos

Capítulo 6: Ecos en la oscuridad

El aire en la cámara aún vibraba con energía psíquica. Yuna se levantó con dificultad del suelo, todavía temblando por lo que había sucedido. El cristal que había utilizado para canalizar su poder ahora estaba destrozado en mil fragmentos esparcidos por el suelo. Aunque se había salvado de perder el control por completo, algo en su interior le decía que la siguiente vez no sería tan afortunada.

El psíquico encapuchado la observaba desde el otro extremo de la sala, su expresión impasible bajo la capucha oscura. No parecía sorprendido por lo que había ocurrido. Para él, este solo había sido un paso inevitable en su entrenamiento. Sin embargo, para Yuna, esa sensación de haber estado a punto de perderse en la oscuridad la llenaba de un pavor profundo.

—Has sentido lo que acecha dentro de ti, ¿no es así? —dijo el psíquico, rompiendo el silencio—. Esa oscuridad... ese poder. Es tu mayor enemigo y, al mismo tiempo, tu única esperanza en este universo.

Yuna lo miró con una mezcla de desconfianza y agotamiento. Aún no comprendía por qué este hombre la ayudaba, o cuáles eran sus verdaderos motivos. Pero no podía negar que lo que decía era cierto. Había sentido la oscuridad dentro de ella, más cerca que nunca.

—¿Cómo... cómo lo controlo? —preguntó finalmente, su voz temblorosa, llena de dudas. No sabía si realmente quería escuchar la respuesta.

El psíquico dio un paso hacia ella, las sombras de su figura moviéndose con él, como si el mismo ambiente estuviera vivo.

—Controlar algo como eso no es cuestión de fuerza o técnica. Es cuestión de aceptar lo que eres, lo que llevas dentro —respondió, su voz tan baja que parecía un susurro en la penumbra—. Si sigues luchando contra ello, te destruirá. Si te entregas completamente, podrías dominarlo. Pero esa decisión tiene un precio.

Yuna apretó los dientes, sintiendo la presión en su pecho. ¿Entregarse? No podía imaginar lo que significaba realmente, pero sabía que era más peligroso de lo que sonaba. Había visto el rostro de esa oscuridad en su visión, la figura distorsionada de ella misma. Una parte de ella quería resistirse, pero la otra... la otra quería más. Quería el poder, a cualquier precio.

—No voy a dejar que me consuma —dijo finalmente, con un tono de desafío en su voz.

El psíquico sonrió levemente, aunque la sombra de su capucha lo cubría casi por completo.

—Eso es lo que todos dicen, al principio.

Los días pasaron con un ritmo monótono. Yuna continuaba su entrenamiento, enfrentándose a su propio poder en cada sesión. Sin embargo, algo había cambiado. Cada vez que tocaba esa energía psíquica, la sentía menos ajena y más suya. Había empezado a abrazarla, como si fuera una extensión de su ser. El dolor de cabeza que solía acompañarla había disminuido. Ahora, solo sentía una extraña calma.

Pero con esa calma, también venían los susurros.

No luches más —decía una voz en su mente, suave pero persistente—. Sabes lo que puedes hacer. Sabes que este universo está hecho para ser controlado, no para obedecer.

Yuna intentaba ignorarla, pero cada vez que usaba su poder, la voz se hacía más fuerte, más seductora. Era como si la misma oscuridad que había sentido antes intentara convencerla de que no había nada malo en aceptar lo que era. Que lo único malo era resistirse.

Una noche, mientras dormía, Yuna tuvo un sueño vívido. Se encontraba de nuevo en la sala de entrenamiento, pero esta vez no estaba sola. Frente a ella estaba la figura oscura, la versión distorsionada de sí misma. Su otro yo la observaba con una sonrisa vacía, sus ojos negros como el abismo.

¿Cuánto tiempo más vas a fingir que puedes ser normal? —preguntó la figura, su voz era como el eco de sus propios pensamientos.

Yuna intentó responder, pero su garganta estaba seca, el miedo la paralizaba. Sabía que esto no era solo un sueño. Era una manifestación de algo más profundo. Algo que crecía dentro de ella.

La figura dio un paso hacia adelante, sus movimientos fluidos y etéreos.

Tú no perteneces a este mundo, Yuna. No perteneces a ningún mundo. Pero aquí, puedes ser libre. Puedes ser más de lo que nunca fuiste antes. Solo tienes que aceptarlo. —Su voz era hipnótica, envolvente, llena de promesas vacías.

—No... —murmuró Yuna, con una voz apenas audible. Pero incluso mientras lo decía, sentía que algo en su interior empezaba a rendirse.

La figura oscura se inclinó hacia ella, susurrando en su oído.

Ya has dado el primer paso. No te resistas. Solo queda uno más... y todo será tuyo.

De repente, Yuna despertó, su corazón latiendo con fuerza. Estaba en la cama de la pequeña celda donde se alojaba, pero el sudor cubría su cuerpo, y las palabras de su otro yo resonaban en su mente.

¿Realmente estaba comenzando a aceptar lo que tanto había temido?

Días después, en una de las últimas sesiones de entrenamiento, algo ocurrió. Yuna y el psíquico practicaban un ejercicio en el que debía controlar una ráfaga de energía psíquica sin perder el control. Sin embargo, cuando extendió su mano y canalizó su poder, sintió cómo algo más profundo tomaba el mando.

Las luces en la sala comenzaron a parpadear, y el suelo tembló bajo sus pies. El psíquico levantó una mano, como si intentara detenerla, pero ya era tarde. El poder de Yuna se había desatado, no por miedo, sino por deseo.

Por un momento, el aire se llenó de una energía que parecía demasiado intensa para contenerse. Yuna sintió el éxtasis de ese poder fluyendo por su cuerpo, como si hubiera dejado de ser una simple humana. En ese instante, no quería detenerlo. No quería dejarlo ir.

—¡Yuna, detente! —gritó el psíquico, con una voz cargada de advertencia.




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