Sombras del Caos

Capítulo 7: Límites Borrosos

El aire en la fortaleza pesaba más que nunca. Los días de entrenamiento se habían transformado en una rutina, pero cada sesión llevaba a Yuna un paso más lejos de la persona que solía ser. Ya no se trataba de dominar su poder, sino de aprender a vivir con lo que estaba convirtiéndose.

Sentada en la cámara de entrenamiento, Yuna observaba sus manos temblorosas, cubiertas por una fina capa de sudor frío. Durante las últimas semanas, había aprendido a controlar la energía que fluía en su interior, pero también había sentido el creciente vacío que dejaba cada vez que utilizaba su poder. Algo estaba cambiando.

—Lo sientes, ¿verdad? —La voz del psíquico la sacó de sus pensamientos. Él estaba en la sombra de la cámara, observándola con sus ojos oscuros e insondables—. Cada vez que usas tu poder, una parte de ti desaparece.

Yuna se mantuvo en silencio, apretando los puños. No quería darle la razón, pero sabía que él tenía razón. Las emociones que una vez la movían, la rabia, el miedo, incluso la tristeza, se habían diluido en algo más frío, algo más calculado.

—No puedes seguir por este camino sin pagar un precio —continuó el psíquico, acercándose lentamente—. La pregunta no es si lo pagarás, sino cuánto estás dispuesta a perder.

—¿Y cuál es la alternativa? —preguntó Yuna con voz áspera—. ¿Perder el control y morir? No tengo elección.

El psíquico se quedó en silencio por un momento, su expresión imperturbable.

—Todos tenemos una elección, Yuna —murmuró—. Pero las elecciones verdaderas nunca son fáciles.

Esa noche, Yuna caminó sola por los pasillos de la fortaleza. Su mente era un torbellino de pensamientos. Cada vez que utilizaba su poder, sentía que perdía una parte de sí misma. Era como si la energía psíquica que fluía por su cuerpo se alimentara de su propia humanidad. Pero también sentía que la misma energía la volvía más fuerte, más capaz de enfrentarse a este mundo brutal.

¿Cuánto más podría perder antes de que ya no quedara nada?

Sus pasos la llevaron a la sala de observación, donde el soldado estaba vigilando el horizonte. Sin girarse, sabía que ella estaba ahí.

—Te ves peor cada día —comentó el soldado sin mirarla, su tono seco y sin emociones.

—Es el precio del poder, ¿verdad? —respondió Yuna, apoyándose contra la pared.

El soldado finalmente la miró, sus ojos cansados pero serios.

—¿Eso es lo que te dicen? Que puedes pagar con lo que eres para obtener más poder.

—¿No es así? —replicó Yuna, frustrada—. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Morir o dejar que me consuma? Porque siento que esas son las únicas dos opciones que tengo.

El soldado guardó silencio, sus ojos reflejando algo que Yuna no supo interpretar. Finalmente, habló.

—No todos los caminos que te llevan a la supervivencia valen la pena ser recorridos.

Yuna rió, pero su risa estaba cargada de amargura.

—¿Y cuál es tu camino entonces? —preguntó—. ¿Seguir órdenes? ¿Sobrevivir para qué? Todo aquí es una trampa. No hay una salida, no hay otra opción más que luchar. Y si luchar significa perder una parte de mí, entonces que así sea.

El soldado la miró un largo rato, y después volvió a mirar al horizonte.

—Quizás tienes razón. Pero asegúrate de que cuando ganes, aún quede algo de ti que valga la pena.

Más tarde esa noche, Yuna no podía dormir. Su mente estaba atrapada en la conversación con el soldado. Las palabras del psíquico y del soldado se repetían en su cabeza, pero ninguna respuesta le parecía suficiente. Sentía que el universo entero la estaba arrastrando hacia una conclusión inevitable: o controlaba el poder, o lo aceptaba completamente y perdía lo que quedaba de su humanidad.

Fue entonces cuando lo sintió, un tirón en su mente, algo que la llamaba. Al principio, pensó que era un sueño, pero el tirón fue creciendo, cada vez más insistente, hasta que su cuerpo la llevó de vuelta a la cámara de entrenamiento.

Al entrar, vio algo que no esperaba: el psíquico, de pie frente al mismo cristal con el que había comenzado su entrenamiento, susurrando palabras que no podía entender.

—¿Qué haces? —preguntó Yuna, pero su voz sonaba distante, como si no fuera completamente suya.

El psíquico giró la cabeza, pero no se inmutó por su presencia.

—Es hora de que elijas, Yuna —dijo en voz baja—. No puedes seguir resistiéndote. O aceptas lo que eres o lo rechazas, pero debes decidir.

Yuna sintió una oleada de energía atravesarla, como si el mismo universo estuviera exigiendo su respuesta. No había marcha atrás.

—Y si lo acepto, ¿qué me pasará? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

El psíquico la miró directamente a los ojos, su rostro oculto bajo la sombra de la capucha.

—Perderás algo importante. Pero también ganarás más de lo que jamás podrías imaginar. Este es el precio del poder.

Por un momento, Yuna se quedó congelada. Sentía el poder a su alcance, esperando que ella lo tomara. El tirón en su mente era casi abrumador, pero también había algo más. Un miedo profundo. Miedo de lo que perdería si daba ese paso.

—Entonces... lo aceptaré —murmuró finalmente, su voz apenas un susurro, pero cargada de una determinación que no había sentido antes.

El psíquico asintió lentamente, y de repente, la energía en la cámara se intensificó. El cristal comenzó a brillar, y Yuna sintió cómo su poder fluía hacia ella, envolviéndola completamente. Era más fuerte de lo que había imaginado, pero también era oscuro, pesado. El precio de lo que estaba aceptando la abrumaba, pero no podía detenerse ahora.

Había tomado su decisión.

Y mientras la energía la inundaba, Yuna supo que ya no quedaba vuelta atrás.




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