Sombras Del Secuestro

PARTE 7/2

Los primeros rayos de luz que entran por la ventana me ciegan, obligándome a entrecerrar los ojos. Me giro y vuelvo a cerrarlos, deseando que todo esto sea una pesadilla. Ojalá pudiera abrirlos y encontrar a mi padre en la cocina, preparando el desayuno con su sonrisa tranquilizadora, y escuchar los lloros de mi hermano Daniel mientras mi madre lo cambia. Dios, cuánto los extraño. No sé si algún día podré estar con ellos otra vez. Solo pensar en ello me provoca una punzada de ansiedad que me oprime el pecho.

La herida que me cosieron ayer parece estar mejor, aunque sigue doliendo. Al lado de la cama veo una botella de agua y unas barritas energéticas. Me incorporo con cuidado, sintiendo cada tirón de los puntos, y bebo un sorbo de agua que alivia mi garganta seca. Me levanto sigilosamente, procurando no hacer ni el más mínimo ruido. Me acerco a la puerta y me asomo por un lado: allí está Shaw, recostado en el sofá, roncando suavemente, con su arma descansando sobre la mesa.

El lugar está sumido en un silencio inquietante, y no hay nadie más alrededor. Aprovecho la oportunidad que se presenta ante mí. Mis pasos son cautelosos, pero con cada uno de ellos, mi corazón late con más fuerza, retumbando en mis oídos como un tambor. La ansiedad se apodera de mí; en cualquier momento podría despertarse y dispararme sin piedad.

Cuando estoy a solo un par de metros, respiro hondo y me abalanzo sobre el arma. Mi movimiento brusco hace que Shaw se despierte de golpe. En el mismo instante en que mis dedos rodean la pistola, él intenta arrebatármela con un rápido manotazo. Retrocedo instintivamente, levantando el arma y apuntándole directamente al pecho. Shaw me mira con sorpresa y furia, sus ojos entrecerrados por el sueño interrumpido, pero no baja la guardia.

El tiempo parece detenerse mientras ambos permanecemos inmóviles, evaluando la situación. La adrenalina corre por mis venas y mi mente trabaja a mil por hora, buscando la manera de salir de esta con vida. Cada segundo se alarga interminablemente, pero sé que tengo que actuar rápido antes de que Shaw reaccione por completo y me desarme.   
 

-"¿Me vas a disparar?" dice Shaw, su voz impregnada de un sarcasmo que me hace hervir la sangre.

-"Dame las llaves del coche y déjame ir o, si no, te voy a volar la cabeza," le respondo, tratando de mantener la calma, aunque mi mano tiembla ligeramente.

Shaw sonríe, una sonrisa burlona que me subestima, como si no le estuviera apuntando con un arma.- "¿Te das cuenta de dónde estamos? ¿Vas a conducir hasta Chicago?"

-"Cállate y haz lo que te digo," insisto, mi voz más firme ahora.

-"No te lo voy a volver a decir. Deja el arma porque no quiero que te hagas daño! Dice Shaw clavando sus ojos con los míos.

 

-"Si no me vas a dejar ir, me iré yo sola"" grito, desesperada, apuntando el arma a mi propia cabeza. En sus ojos veo un destello de preocupación y miedo, mezclados con incredulidad. Avanza un paso hacia mí.

 

"Vale, vale, tranquila. ¿Quieres las llaves? Tómalas. Hay un pueblo a unos 50 kilómetros al este; te pueden dar un teléfono para que llames a tus padres."

"Lanza las llaves ahora o, si no, voy a disparar," le advierto, mi voz quebrándose al final.

Con un movimiento rápido, Shaw lanza las llaves al aire. Instintivamente, mis ojos siguen su trayectoria y, en ese instante, se abalanza sobre mí. Su peso me aplasta, me arrebata el arma y, con un rápido golpe, me da una bofetada que me aturde. Siento  el calor punzante en mi mejilla mientras caigo al suelo, la vista nublada por el impacto.

 

"Mierda," dice Shaw con frustración, mirando el arma en sus manos. "Todo esto por un arma con el seguro puesto." Su voz es un gruñido, cargado de ira contenida. Me mira con desprecio y se inclina hacia mí, levantándome del suelo de un tirón. "Levántate, niña estúpida. Se acabó el juego. Vas a estar atada hasta que lleguemos a casa.

-¿Entiendes?"

Su mano se cierra con fuerza alrededor de mi mandíbula, obligándome a mirarlo a los ojos. Puedo sentir el dolor irradiando desde el punto donde me agarra, pero no desvío la mirada.

"¿Entiendes?" repite, apretando más fuerte.

"Sí," susurro con voz débil, tratando de ocultar el miedo que amenaza con desbordarme. Pero en mi mente, una chispa de resistencia aún arde. Saldre de aqui de cualquier modo.


Shaw me pone las esposas en una tubería y me deja sentada en el suelo. El frío metal de las esposas se clava en mis muñecas, y cada movimiento me produce un dolor punzante. De repente, la puerta se abre y entra Marcus, llevando una bolsa en la mano. Me examina con una mirada fría y luego se dirige a Shaw.

"¿Qué ha pasado aquí?" pregunta Marcus, su voz cargada de desconfianza.

"Nada, solo un ataque de rabia de niños," responde Shaw con indiferencia, encogiéndose de hombros. Su despreocupación me enfurece aún más. Lo miro con odio, deseando haberle volado la cabeza a ese maldito criminal.

Las esposas me aprietan las manos, y no encuentro una postura cómoda en el suelo duro y sucio. Marcus se acerca a mí con esa bolsa en la mano, y una sensación de miedo me recorre la columna vertebral. Abre la bolsa y saca unas pastillas.

"¿Qué es eso?" pregunto, mi voz temblando ligeramente.

"Son antibióticos. Tienes que tomártelos," dice Marcus, su tono autoritario dejando claro que no acepta un no por respuesta.

"Estoy bien, no necesito nada," le digo, desviando la mirada hacia otro lado, intentando mostrarme fuerte.

Marcus no se deja intimidar. Me agarra el rostro con fuerza, y el dolor de la bofetada de Shaw vuelve a arder en mi mejilla. "Te las vas a tomar," dice, su voz un susurro amenazante. Me mete las pastillas en la boca a la fuerza y luego me obliga a beber agua, casi haciéndome atragantar.

"Si sigues con esta tontería, esa cara tan bonita que tienes se va a ver destrozada," me advierte, sus ojos fríos como el hielo.




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