Sombras Del Secuestro

PARTE 9/2

El viento siberiano azota el coche mientras avanzamos hacia Bratsk, un pueblo perdido en la vastedad de la taiga. El aire dentro del vehículo está cargado de tensión, y mis pensamientos giran en espiral. Las palabras de Shaw sobre mis padres me persiguen como sombras inquietantes.

De repente, el coche se desvía de la carretera principal y se adentra en un camino secundario. El corazón me late con fuerza, y mi mente se llena de preguntas sin respuesta. ¿Quiénes son estos hombres? ¿Por qué me han arrastrado a este lugar remoto?

Shaw coloca su mano en mi hombro, tratando de calmar mis nervios. “No te preocupes”, murmura. “Estamos cerca.”

Pero sus palabras no me tranquilizan. La ansiedad me consume mientras divisamos otros coches detenidos en mitad del camino. Parecen estar esperando, como si supieran que llegaríamos. Mi estómago se retuerce, y un escalofrío recorre mi espalda.

Intento abrir la puerta del coche, desesperada por escapar. Pero Shaw me sujeta con firmeza. “No lo hagas”, dice con voz ronca. 

Finalmente, llegamos al grupo de hombres. Shaw se baja del coche y se abraza con un hombre alto, de cabello dorado y ojos azules. Su apretón de manos parece más una transacción que un saludo amistoso. “Habeis tardado”, dice el hombre, mirando a Shaw con impaciencia.

“La niña ha enfermado”, responde Shaw,  descaradamente. “Tuvimos que llevarla al médico.”

El hombre asiente, satisfecho. “Bien. Tu trabajo ha terminado, Shaw. Gracias.”

Otro hombre se acerca con un bolso en la mano. Shaw lo recibe, y mi corazón se hunde. El bolso está lleno de dinero. Me han vendido como si fuera una mercancía. 

La tensión en el aire es palpable mientras Shaw me ordena salir del coche. Me aferro al asiento delantero, resistiéndome con todas mis fuerzas. Lloro, grito, pero soy insignificante ante su fuerza. Shaw, impasible, murmura algo en ruso. “Está muy alterada. Mejor ponedla a dormir un poco para que se relaje”.

El pinchazo en mi cuello llega como una sentencia. Mis músculos se relajan, y mi mente se nubla. Estoy siendo arrastrada hacia otro coche. La silueta de un hombre se recorta contra la oscuridad. Un beso en la frente, y todo se desvanece.

A medida que recobro la conciencia, el mundo a mi alrededor se despliega como un rompecabezas confuso. Los murmullos en ruso persisten, pero sus palabras siguen siendo incomprensibles. Un hombre   me lleva por unas escaleras anchas, y el eco de nuestros pasos resuena en las paredes de lo que parece ser un palacio. ¿Dónde estoy? ¿Quiénes son estas personas?

Al final de las escaleras, una figura femenina me espera. Su silueta es borrosa, pero su abrazo es cálido y reconfortante. Me guía a una habitación, donde el agua tibia del baño me envuelve. Cierro los ojos y trato de ordenar mis pensamientos mientras la droga sigue afectando mi mente.

La habitación está lujosamente decorada, con cortinas pesadas y muebles antiguos. La mujer me ayuda a desvestirme y a sumergirme en el agua. El calor me relaja, pero mi cabeza sigue girando. ¿Quiénes son estas personas? 

La mujer murmura palabras tranquilizadoras mientras me lava el cabello. Intento concentrarme, pero todo sigue siendo confuso. ¿Estoy atrapada en un sueño?  La burbuja de asfixia se cierra a mi alrededor, y la incertidumbre me consume.

 




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