Capítulo 15: El Rostro del Enemigo

El cañón frío de la pistola presionaba la sien de Álvaro Ríos. El desconocido de la gorra mantenía una expresión de satisfacción mientras su dedo acariciaba el gatillo.

—¿Quién eres? —preguntó Álvaro, sin apartar la mirada.

—Soy quien va a poner fin a tu intromisión —respondió el hombre—. Pero ya que tienes tanto interés, me llaman El Chacal.

Álvaro memorizó el apodo. El Chacal: alguien con el poder suficiente para continuar la red del Halcón.

—No puedes detener esto —continuó el criminal—. El mar de Alborán nos pertenece.

Un crujido en la radio interrumpió su discurso. El Chacal apartó la vista un segundo. Álvaro aprovechó para golpearle el brazo y desviar el arma. El disparo resonó en la cueva y una chispa iluminó las paredes.

Se enzarzaron en una pelea cuerpo a cuerpo. Los golpes resonaban sobre la roca húmeda. Álvaro bloqueó un puñetazo y contraatacó con un cabezazo que dejó al Chacal tambaleándose.

—¡Lucía, ahora! —gritó.

Desde la entrada, Lucía disparó su pistola al aire para distraer a los secuaces. Álvaro aprovechó para desarmar al Chacal y lo inmovilizó.

—¿Quién está detrás de esto? —gruñó Álvaro.

—Llegas demasiado tarde —escupió El Chacal—. El cargamento más grande zarpa mañana al amanecer.

—¿Dónde?

El Chacal soltó una carcajada y no dijo nada más.

Lucía se acercó, jadeando.

—¿Qué hacemos con él?

—Lo entregaremos —decidió Álvaro—. Pero debemos detener ese cargamento.

Salieron de la cueva con el prisionero. La Guardia Civil llegó minutos después.

—El puerto industrial es nuestra mejor apuesta —dijo Lucía mientras se dirigían al cuartel—. Si el cargamento es tan importante, no pueden arriesgarse a usar una cala cualquiera.

Álvaro asintió. Sabía que el tiempo corría y que esa noche, la verdadera batalla por el mar de Alborán se decidiría.