Sombras En La Ciudad

Capítulo 4 – El círculo cerrado

Los días siguientes fueron intensos. Ferrer y Laura revisaban documentos, correos electrónicos y registros bancarios, tratando de reconstruir los últimos movimientos de Alvarado. Cada dato parecía abrir una puerta más grande que la anterior.

El comisario convocó a su equipo para analizar la lista de sospechosos. Entre ellos estaban familiares, socios comerciales, empleados de confianza y algunos políticos con intereses cruzados. Cada uno tenía coartadas aparentemente sólidas, pero Ferrer sabía que las apariencias podían engañar.

—El círculo es pequeño —dijo Ferrer durante la reunión—. Alvarado no confiaba en cualquiera. Quien lo mató estaba cerca.

Ramírez asintió.
—Todos los nombres que tenemos están conectados de alguna manera con él. Pero nadie admite haber tenido contacto directo esa noche.

Laura revisaba su cuaderno, anotando coincidencias y diferencias en las declaraciones.
—Hay un patrón —murmuró—. Las transferencias más grandes se hicieron justo antes de su muerte, y varias de ellas involucran cuentas de empresas que nadie conoce.

Ferrer se frotó la frente.
—Eso explica el símbolo y la nota. No es solo un asesinato; es un mensaje. Alguien quiere que sepamos que esto no termina aquí.

En la comisaría, la tensión aumentaba. La prensa preguntaba por pistas, los superiores políticos presionaban por resultados rápidos y el fiscal Cáceres comenzaba a aparecer más seguido de lo necesario.

—Comisario —dijo un oficial—, recibimos llamadas anónimas advirtiendo que dejemos de investigar.

Ferrer frunció el ceño.
—Eso solo confirma que vamos por buen camino —respondió—. La presión externa no nos va a detener.

Esa noche, Ferrer y Laura revisaron nuevamente el despacho de Alvarado, esta vez con más atención a los detalles pequeños: marcas en los muebles, borraduras en los documentos, correos impresos que alguien intentó destruir. Cada pista era un hilo que podía desenredar la madeja de la red que rodeaba al empresario.

—El asesino conoce la ciudad —dijo Laura—. Sabía exactamente qué documentos revisar y cuáles dejar intactos para que los encontráramos.

Ferrer asintió.
—Y lo más importante —añadió—, quiere que sepamos que estaba planeado. Esto no fue un crimen por impulso.

Mientras tanto, en las sombras, alguien observaba cada movimiento de la comisaría y los periodistas. Cada paso de Ferrer y Laura era registrado, cada nueva pista evaluada. El círculo que se cerraba sobre los sospechosos también comenzaba a cerrarse sobre ellos.

La ciudad no solo estaba llena de secretos; estaba llena de ojos invisibles, y aquellos que se movían en las sombras tenían planes propios.




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