Sombras en la Red

10. Espejo de la verdad

Sira pasó los días siguientes sin visitas inesperadas, hablando con su amiga, y esos días se convirtieron en semanas. Sintió paz, algo que parecía nunca volver a sentir después de todos esos encuentros extraños.

Incluso pareció olvidar su plan de hacer un juego en el que ella sería la única ganadora. En todos esos días, Sira hizo algunos arreglos en su departamento, para ella un símbolo de un nuevo comienzo y una forma de tomar de nuevo las riendas de su vida, lo cual era cierto… pero definitivamente no lo que ella pensaba.

Sira:

La sala estaba un poco vacía, hacía falta un espejo. En las tiendas había espejos lindos, aunque ninguno me convencía, hasta que encontré uno de tamaño mediano, redondo y con bordes en aluminio dorado, con un taxi llegué a casa y lo instalé, en verdad quedó muy lindo.

[Foto]

Mira, para tomarme fotos

-Sira

Así me mandas fotos todos los días

-Emma

Creo que fue una de las mejores compras que he realizado, combina muy bien con la decoración. Después de sacar algunas fotos, preparé la cena y ví una película mientras comía. Ya no había ruidos extraños, ni la paranoia por si llegaba un mensaje de un desconocido.

Al día siguiente, me arreglé para salir y que mejor que ver el resultado final estrenando ese espejo nuevo, sin embargo había algo diferente… no noté que era, como si la imagen estuviera menos nítida, tal vez el espejo necesitaba una pequeña limpieza, con un pañuelo, estaba limpio sin embargo era extraño, no parecía ser el mismo espejo que compré ayer.

Ahora estamos más unidos que nunca, cada vez que te mires sabrás quien realmente eres

-Zenith

El mensaje fue lo suficientemente desconcertante para destruir toda esa paz que con días se formó.

Ay, no, no, no, no… No puede ser, no de nuevo ¿Había cámaras en el espejo? ¿Y sí entró mientras dormía? Miré las fotografías que le envíe a Emma el día anterior, parecía ser el mismo espejo… Pero había algo raro en el color, debía ser la luz, pero nada cambiaba la idea que el espejo había sido cambiado.

Pasé mis manos por los bordes en busca de algún micrófono o cámara, parecía no haber nada, quité el espejo de la pared y lo puse en un sillón. A este punto no me importaba si el espejo se rompía en mil pedazos y me caía la superstición de la mala suerte, nada podía ser peor que este infierno.

Un papel había caído al piso una vez retiré el espejo, ya sabía todo lo que podía contener, una amenaza a modo de mensaje, las instrucciones de algún juego degenerado o… ¿Una foto? ¿Qué diablos?

Era la foto de dos niños, tal vez de 4 y 7 años. De fondo había un auto un poco antiguo, tal vez un clásico de Mercedes, era negro flamante, con la puerta trasera abierta y dentro se veían los asientos de piel color crema. Fuera, justo en la acera, estaban esos dos niños, la niña llevaba un vestido amarillo claro con vuelos, tal vez era el disfraz de una princesa, unos zapatitos negros de charol con calcetines blancos con vuelos, en la cabeza llevaba una gorra amarilla del mismo tono con un bonete de cumpleaños encima, el cabello le llegaba a los hombros y estaba recogido en dos trencitas. Mientras que el niño llevaba zapatos deportivos, un jogger rojo y un suéter con capucha negra, tenía el cabello castaño y ojos claros, no se podía distinguir el color por la calidad de la vieja foto.

La niña estaba de puntillas tratando de alcanzar la mejilla del niño y el niño la rodeaba en un abrazo.

¿Qué significaba?

Miré la foto como si pudiera hablarme para dar alguna respuesta…

Lo tengo, mi cumpleaños de 4 años, aunque solo tengo el recuerdo del lindo vestido idéntico al de Bella en “la bella y la bestia” y la muñeca Barbie que me regaló mi mamá, que mejor que preguntarle a ella.

—Hola… ¿Mamá? Soy yo— No había hablado con mi mamá desde hace ya varios meses.

—¿Sira? Pensé que no llamarías más— Desde que empezó con el trabajo administrando ese restaurante cuando tenía 17 años, la relación comenzó a fragmentarse de a poco, y al parecer a ninguna le importaba.

—Solo no tuve tiempo, ya sabes…— Se formó un silencio extraño, entonces continué hablando —Mamá, tal vez sea extraño, pero recordé algo y…—

—Sira, ve al grano, tengo mucho papeleo que hacer o me puedes llamar en la noche—

—¿Recuerdas mi cuarto cumpleaños? Creo que había un niño ahí, uno castaño… no lo se—

—Sira, no lo sé, a tu cumpleaños fueron tus amiguitas del jardín y unos niños que eran vecinos, eran trillizos. No lo sé, si no era nada más, entonces llámame en la noche—

—Adiós, mamá—

—Cuídate mucho, Sira—

Mamá no siempre fue así, a veces peleábamos, pero eso aumentó cuando cumplí 16 años, fue un año interesante, hasta que se consiguió ese empleo y la veía en las noches o simplemente no la veía, papá trató de hacer que congeniemos mejor, pero nunca pasó. Mi primer año de universidad llamaba a casa y siempre era papá quién contestaba. Hasta que tuvo un accidente en la carretera y tuvo muerte cerebral, recuerdo que ese día sentí que algo dentro de mi cerebro se desconectó, aunque tal vez lo peor no fue eso… lo peor fue estar lejos sin poder verlo o decirle cuánto lo quería por última vez, y recibir un mensaje de texto de mamá, ni siquiera una miserable llamada.

Mi segundo año de universidad llamaba a casa, a veces con la esperanza de que contestara papá, pero la mayoría se iban al buzón y otras las cogía mamá, intercambiamos un par de palabras y el teléfono se cerraba, hasta que dejé de llamar.

Como dije, mamá no siempre fue así, cuando era pequeña me leía cuentos, horneaba galletas conmigo para navidad y me ponía crema batida en la nariz cuando preparábamos chocolate caliente. No sé en qué momento todo eso cambió a pelearnos cada vez que nos veíamos y a no hablarnos en largos periodos de tiempo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.