El amanecer en Everlake iluminaba las calles silenciosas, pero en la habitación de Emma, la tensión era insoportable. Liam seguía inconsciente en la cama, murmurando frases que parecían venir de otro mundo. Las palabras "Ellos siempre están observando" se repetían como un eco maldito, clavándose en los nervios de todos. Emma estaba sentada al borde de la cama, sus dedos apretando la manta con fuerza.
-No podemos seguir así, -dijo Nate, caminando de un lado a otro como un animal atrapado. Su voz era un susurro apurado, pero no ocultaba el pánico-. Liam necesita ayuda. Nosotros necesitamos ayuda.
-¿Y qué sugieres? ¿Llamar a la policía? -Clara estaba recostada contra la pared, con los brazos cruzados. Su mirada no ocultaba el cansancio-. Porque dudo que crean algo de esto.
-Podemos irnos del pueblo. Dejar todo atrás. -Nate hablaba rápido, casi rogando-. Esto es más grande que nosotros.
Emma levantó la vista. Su voz era tranquila, pero cada palabra estaba cargada de determinación.
-No me voy a ir. Si quieren venir por nosotros, que lo hagan. Pero no pienso quedarme con dudas.
Antes de que Nate pudiera responder, Liam empezó a convulsionar. Su cuerpo se arqueaba de forma antinatural, y sus gritos llenaron la habitación. Emma intentó sujetarlo, pero él era más fuerte de lo que parecía. Clara se apresuró a sostenerle la cabeza mientras Nate buscaba algo con qué ayudar. Entonces, Liam abrió los ojos.
No eran sus ojos.
Las pupilas estaban completamente negras, como dos pozos sin fondo. Su voz era grave, y no parecía salir de su garganta.
-El equilibrio ha sido roto. Ahora vendrán.
Todos retrocedieron, congelados por el miedo. Liam levantó una mano, señalando a Emma.
-Tú comenzaste esto. Debes terminarlo.
Y entonces, se desplomó.
El silencio que siguió fue sofocante, roto solo por las respiraciones agitadas de los tres. Clara fue la primera en hablar, su voz temblorosa:
-¿Qué demonios fue eso?
Emma no respondió. Sus ojos estaban clavados en la ventana. Algo afuera llamó su atención. Se levantó lentamente y caminó hacia el cristal.
Ahí estaba.
Una figura encapuchada, de pie en medio de la calle, completamente inmóvil. Aunque no podía ver su rostro, Emma sintió su mirada fija en ella.
-Hay alguien ahí, -dijo, señalando hacia afuera.
Nate y Clara se acercaron, pero cuando miraron, la calle estaba vacía.
-Estás agotada, Emma, -dijo Clara, tratando de sonar calmada aunque su voz temblaba-. Estamos todos viendo cosas donde no las hay.
Emma negó con la cabeza.
-Lo vi. Estaba ahí.
De repente, Liam volvió a hablar. Esta vez, su voz era débil, apenas un susurro.
-El reloj.
Emma se inclinó hacia él.
-¿Qué? ¿Qué reloj?
-En el bosque... bajo el reloj.
Ninguno entendió a qué se refería, pero no tuvieron tiempo para procesarlo. Un fuerte golpe resonó en la puerta principal de la casa.
Nate dio un salto hacia atrás.
-¡¿Qué fue eso?!
Otro golpe, esta vez más fuerte. Y luego, un sonido escalofriante: algo arañando la madera, como si intentara abrirse camino. Emma se giró hacia sus amigos.
-Tenemos que salir de aquí.
-¿Salir? -Clara lo dijo en un grito ahogado-. ¡Lo que sea que esté ahí afuera está buscándonos!
-Y quedarse aquí no lo va a detener, -respondió Emma mientras agarraba una mochila. Colocó dentro una linterna, un cuchillo y las llaves del auto. Nate y Clara la siguieron, sin más opción que confiar en ella.
Bajaron las escaleras con cuidado, pero cuando llegaron a la puerta principal, vieron algo que los dejó helados.
En la pared, justo al lado de la puerta, alguien había escrito con lo que parecía ser sangre: "No hay salida."
-¡Corran! -gritó Emma, y los tres se dirigieron hacia la puerta trasera.
Pero antes de que la alcanzaran, las luces de la casa parpadearon y se apagaron. Un frío antinatural llenó el aire, y una risa, suave pero espeluznante, se escuchó desde la oscuridad.
Emma encendió la linterna, temblando, y apuntó hacia el pasillo. Allí, a pocos metros de ellos, estaba la figura encapuchada. No se movía, pero la risa seguía, como si viniera de todas partes.
De pronto, la figura levantó un brazo y señaló hacia Liam, que seguía desmayado en el sofá.
-Él es la clave, -dijo con una voz susurrante y profunda-. Pero el precio será alto.
Emma no lo pensó dos veces. Agarró a Liam por los hombros, mientras Nate y Clara abrían la puerta trasera a toda prisa. La figura no los siguió, pero su risa continuaba resonando incluso cuando estaban afuera.
-¡Al auto! -gritó Clara, mientras corrían hacia el vehículo de Emma.
Pero al llegar, encontraron las llantas destrozadas. Alguien había dejado el símbolo del círculo y la línea tallado en el capó.
-No puede ser... -murmuró Nate, su voz quebrada.
Emma miró hacia el bosque.
-No tenemos otra opción. Si Liam habló del bosque, tenemos que ir.
Nadie discutió. La adrenalina los empujaba a seguir adelante. Sin mirar atrás, se adentraron en la espesura.
El bosque estaba envuelto en una oscuridad que no parecía natural, y cada sonido se sentía amplificado: ramas quebrándose, hojas crujientes, sus propias respiraciones. Pero lo más inquietante era el silencio entre esos ruidos, como si algo los estuviera acechando.
Finalmente, llegaron a un claro. En el centro, un viejo reloj de péndulo, oxidado y cubierto de musgo, se erguía como si hubiera estado allí desde siempre. No había lógica en su presencia, pero lo peor era que el péndulo se movía, marcando un tiempo que no pertenecía a este mundo.
Emma dio un paso hacia el reloj. Algo dentro de ella le decía que estaba más cerca de la verdad, aunque cada fibra de su ser le gritaba que diera media vuelta.
Y entonces, el reloj se detuvo.
Del interior salió un grito. Un grito humano.
Editado: 08.01.2025